miércoles, 20 de enero de 2010

Yo soy Jesús a quien persigues

Jesús perseguido quiere perdonar, viene al que ha pecado y se arrepiente de sus culpas, para enseñarle a amar y a acoger su salvación.
"Yo soy Jesús a quien tú persigues", contesté a Pablo cuando, cegado por el resplandor del cielo, al ir a Damasco, cayó en tierra; y asombrado al oír su nombre, me preguntó: ...¿Quién eres tú, Señor?" En el instante que escuchó quién era Yo, replicó: «¿Qué quieres que haga?", qué bello ejemplo de correspondencia inmediata te señalo hoy.
A ti te he circundado de resplandores del cielo, al hacerte contemplar mi doctrina. También muchas veces has caído a mis pies contrito y humillado al ver tus pecados e ingratitudes. Has escuchado en el fondo de tu ser mi voz que te ha dicho: Mira, tú me persigues siendo soberbio, sensual, envidioso, murmurador, avariento, perezoso, colérico, etc.
Esas actitudes hieren al prójimo, te lastiman a ti y a mi Corazón, cuya esencia es la caridad.
¿Por qué me persigues en tus hermanos? ¿Por qué me persigues rechazando el mandamiento del amor? ¿Qué te he hecho, sino beneficios? ¿Por qué me desprecias y te avergüenzas ante los hombres de pertenecerme? ¿Por qué la ambición, el odio y la venganza, la indiferencia y tantas cosas, que sólo tú y Yo sabemos, lastiman mi Corazón, cuyo único crimen es el de amarte?
¿Por qué me espinas con tus tibiezas; por qué me desechas con tus respetos humanos; por qué prefieres la tentación a mi gracia; por qué te buscas a ti mismo, te detienes en propias complacencias, empañas tu ser con la vanagloria y me crucificas con tus malos ejemplos? ¿Por qué me persigues? ¿Por qué?
¿Qué he podido hacer por ti que no lo haya hecho? ¿No te he dado el ser, el alimento, la alegría, la salud, los dones naturales, los dones de la gracia, los de la gloria, la Redención, los Sacramentos y mi Sangre y mi Cuerpo en la Eucaristía para que borren todos tus pecados? ¿Por qué, entonces, ese lujo de ingratitudes para con este Corazón amante que se dejó traspasar por ti?
Mi vida, mis méritos y mi muerte fueron por ti; y mi gloria, mis eternos premios serán para ti. ¿Verdad que ya no me perseguirás en adelante?
Así lo deseo, hijito, a quien cubro de perdones y misericordias. Basta un acto, por breve que sea, de sincero arrepentimiento, para que Yo olvide cien años de persecución y de horrendos crímenes. Soy el Dios de amor y estoy más pronto a perdonarte que una madre a librar del fuego a su hijo. No temas, y acércate con entera confianza. Si te he enumerado tus pecados, ha sido para cubrirlos después con las misericordias mías y lavarlos con mi Sangre.
Ven, pues, oveja descarriada, que soy tu Padre, que soy tu Pastor, que soy tu Jesús a quien has perseguido, pero a quien amarás de hoy en adelante con todas tus fuerzas. Ven arrepentido a mí.
Jesús, abre mis ojos como los de Saulo y dame una guía que dirija mi vida. Enséñame la ley del amor; desde el fondo de mi miseria, te digo, lleno de confianza en ti: ¿Señor, qué quieres que haga?
Maestro bueno, enséñame tus caminos. "Crea en mí un corazón puro, y renueva cada día en mis entrañas un espíritu que me lleve a ti". Me pongo en tus manos, como pobre instrumento, lleno de celo y ardor para extender tu Nombre, para hacer que el mundo te conozca, para anunciarte a todos los corazones, para dar mi sangre y mi vida por ti.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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