jueves, 8 de abril de 2010

La fascinante muerte de Jesús

Mateo corona de forma espléndida el relato de lo que sucedió aquella tarde gloriosa en la cumbre del Calvario: El centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”: Mt 27,54.
Contra toda lógica, los guardias de la ejecución creyeron en la divinidad de aquel hombre que acababa de expirar, mientras que otros descendieron del monte alisándose la barba para esconder una hipócrita sonrisa de satisfacción. Algunos confiaron con todo su corazón, algunos más respiraban profundo, porque por fin Dios había hecho justicia contra ese Nazareno, que se había atrevido a afirmar que el Dios tres veces Santo era su padre. Unos penetraron el misterio. Hubo quienes estando tan cerca, se quedaron tan lejos. ¿Por qué unos creen y otros se resisten a confiar? ¿Dónde se encuentra la diferencia entre estos dos grupos? ¿Qué fue lo que motivó al soldado pagano para creer y confesar que ese hombre desnudo, que parecía no haber tenido la capacidad de bajarse de la cruz, era el Hijo de Dios?
Tanto el centurión como los demás espectadores del Calvario vieron cómo el sol se oscurecía, dejando la tierra sumida en densas tinieblas, mientras que cada uno sentía cimbrarse la tierra a sus pies. Todos se escalofriaron cuando escucharon el angustioso grito de Jesús, que se sentía abandonado de quien él mismo había proclamado era su propio padre.
El centurión y sus compañeros supieron leer e interpretar el significado de los símbolos, mientras que los especialistas en la ley y los profetas permanecieron en la periferia de los sucesos. Estos últimos fueron incapaces de traspasar el cristal de los signos preñados de profundo mensaje. Pero quienes descubrieron el alcance de lo que sucedía, dieron el salto cualitativo, confesando que aquel hombre coronado de espinas “verdaderamente era el Hijo de Dios”. Habían esclarecido el sentido de cuanto sucedió aquel momento que cambiaría el rumbo de la historia.
Estas líneas van a colocar en tus manos la lámpara que te guiará para encontrar el significado de los diferentes fenómenos narrados por el evangelista. Ofreceremos en primer lugar la clave de lectura para no permanecer en la materialidad de las palabras del relato, sino penetrar la profundidad de los hechos que los convierten en acontecimientos. Después, iremos analizando cada uno de los seis diferentes colores del arco iris de la Nueva Alianza sellada en la cima del Calvario.
Si la muerte de Jesús cambió la historia, descifrar su significado puede transformar la nuestra. Mas, no basta comprender su alcance. La meta final es creer en Jesús y tener la valentía para proclamarlo como Salvador, y así apropiarnos la salvación que él nos ganó con su sangre inocente. Cada uno de nosotros, como el centurión, somos capaces de proclamar con nuestra boca lo que creemos en nuestro corazón: Que Jesús es el único Señor de cielos y tierra, porque es el Hijo de Dios.
Al mirar con dimensión evangélica tan bello mensaje, nos fascinaremos tanto por Jesús en la cruz, que repetiremos en coro polifónico con Pablo: “No quiero saber otra cosa que a Jesucristo, y Jesucristo crucificado”; porque al ser levantado en lo alto del patíbulo, es precisamente cuando nos seduce irresistiblemente.
Sin masoquismo ni sadismo, seremos cautivados por Cristo crucificado, para percibir cuánto y de qué forma ha amado Dios a este mundo, que le ha entregado a su Hijo único. Fascinados por ese trono de madera, y aunque su corona sea de espinas, nos rendiremos en admiración y agradecimiento por su entrega tan digna y soberana, que ha cambiado la historia, nuestra historia. Para ello, necesitamos la luz del Espíritu Santo, que nos manifieste la identidad y misión de Jesús. Él, quien inspiró este pasaje de la Escritura, nos puede revelar su significado más profundo. Por eso, lo primero que vamos a hacer, es pedir al Espíritu Santo que nos revele lo que ha querido expresar, porque sólo con su luz es posible internarnos en este mundo enigmático y cautivador del simbolismo.
Estamos seguros que desde el momento de proclamar este pasaje bíblico, Tú, Espíritu Santo, ya estarás enseñándonos cosas nuevas, que jamás imaginamos. Danos oídos de discípulos, ojos de profetas y corazón de mártires, para poder penetrar en este misterio fascinante de la muerte de Jesús, para al final declarar que verdaderamente Jesús es el Hijo de Dios. Animados por ti, vamos a proclamar la Palabra de Dios.
“Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona, clamó Jesús con fuerte voz: “¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?”, esto es: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Al oírlo algunos de los que estaban allí, decían: “A Elías llama éste”.
Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.
Pero los otros dijeron: “Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle”. Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.
Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”: Mt 27, 45- 54.
Para expresar lo inexpresable, Mateo describe el sentido de la muerte de Jesús a través de seis momentos que se transforman en un instante con dimensión de eternidad: Las tinieblas que cubren toda la tierra. El grito angustioso de Jesús a su Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. El velo del Santuario que se rasga de arriba abajo. Temblor de tierra y piedras que se resquebrajan. Resurrección de muertos. Concluye con el objetivo de su escrito: La confesión de fe en la divinidad de Jesús.
Los seis puntos forman un mosaico donde cada parte tiene su valor, pero cuando consideramos la colección completa, cobra una plusvalía. Se trata de un arco iris, en el cual la armonía de todos los colores manifiesta la Alianza que Dios está firmando con nosotros, a través de la sangre de Jesús en la cruz.
Estamos delante de un poema, aunque el vestido sea de drama. Es la culminación de una fascinante obra de arte: La vida y la entrega de Jesús por nosotros.
Te invitamos a ver en nuestra página web www.jesusestavivo.org.mx la programación de nuestras producciones por televisión en vivo. Estas son algunas: los domingos a las 18:00 horas “La Palabra en la Z radio”, los lunes en el templo de El Carmen oración por los enfermos a las 17:00 horas, los miércoles a las 21:00 horas oración por tus enfermos. Manda tus peticiones para que en todo el mundo se ore por la salud de tus enfermos, la dirección es: lapalabra@jesusestavivo.org.mx
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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