En una noche oscura, y lluviosa, cuando vamos manejando, nos sentimos intranquilos al abrirse ante nosotros un sin número de caminos. ¿Cuál de todos seguir? Entonces comienzan la ansiedad, el miedo, la angustia, la desesperación. En el principio de la humanidad, los hombres extraviaron el camino, al apartarse de Dios; sus lenguas se confundieron. El Señor es Padre, Dios es Palabra, y se comunica con los hombres; va a buscarlos: por medio de su siervo Moisés, les entrega los diez mandamientos, o sea, el camino para su salvación.
Moisés recibe el mensaje del Señor y lo escribe en dos tablas de piedra; así se escribía en el principio de la humanidad. Allí está expresada la voluntad de Dios para sus hijos. Se le ha llamado "el decálogo", que significa "diez palabras", diez pistas que Dios señala para encontrar la salvación.
A través del tiempo, aquella ley pura y santa, que Dios había entregado a los hombres, fue deformada con interpretaciones y añadiduras. Tal es el caso del día sábado: habían llegado a tal rigorismo que hasta tenían contados los pasos que podían dar. Así, por atender al descanso del sábado, no cuidaban a los enfermos.
Jesús, ante todo puntualizó: "Yo no he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud", es decir, a perfeccionarla. También Jesús dijo: "El cielo y la tierra pasarán, antes que deje de cumplirse una sola letra".
Jesús trae una verdadera revolución cuando llega; resumir todos los mandamientos en dos, nada más, que compendian todo. Jesús dijo que toda la ley y los profetas se resumían en: Amar a Dios con toda el alma, con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo". La perfección que Jesús trae la enuncia de la manera siguiente: "A ustedes les dijeron: no matarás; pero yo les digo que el que esté peleado con su hermano será procesado". También añade Jesús: "Si vas a ofrecer tu ofrenda ante el altar y te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, ve primero a reconciliarte con tu hermano". Jesús advirtió:" A ustedes se les dijo: ojo por ojo, diente por diente; Yo les digo; si te pegan en una mejilla, pon la otra; si te quieren quitar la túnica, dales también el manto". Jesús explicó: "A ustedes les dijeron: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo; Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por las personas que los persiguen". Así vino a perfeccionar Jesús la ley de Moisés.
Jesús inaugura un tiempo de gracia, lo que se llama el Nuevo Testamento. Dios había hecho un antiguo pacto, en el monte Sinaí, con su pueblo, ahora Jesús venía a hacer el nuevo pacto, el Nuevo Testamento, la nueva ley de salvación.
Esta época de gracia, había ya sido profetizada. Jeremías, en el capítulo 31 habla de que Dios hará con su pueblo una nueva alianza y dice: "Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en sus corazones". Esto se realiza con la venida de Jesús. En el profeta Ezequiel, también estaba ya profetizado; en el capítulo 36 se promete dar "un nuevo corazón y un nuevo Espíritu". Esto se verificó con la venida de Jesús.
El error de los judíos fue creer que podrían practicar la ley alcanzar la salvación con sus propias fuerzas, y se dio una situación muy peculiar: personas que seguramente cumplían la ley, mientras sus corazones no eran totalmente del Señor. Externamente todo marchaba bien; pero internamente dejaban mucho que desear. Por eso Jesús, a los fariseos, que eran cumplidores estrictísimos de la Ley, les llegó a decir: "sepulcros blanqueados". Un sepulcro por fuera está bello, hermoso, blanco, limpio; pero por dentro es una gusanera. Muchos del pueblo judío, por fuera están impecables; pero, por dentro, su corazón no era de Dios.
Existe una doble ley en nuestra vida; Pablo la presenta muy claramente en el capítulo séptimo de la carta a los romanos. "No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, y en cambio, aquello que odio es precisamente lo que hago. Así que, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí". Pero no se queda hundido en un triste pesimismo; todo lo contrario, él añade: "Desdichado de mí, ¿quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo". Pablo sabe que el poder de Dios en él lo ayuda a superar esa doble ley de la naturaleza.
Y aquí está la clave de todo para poder cumplir la ley de Dios: la fuerza del Espíritu Santo. Jesús prometió su espíritu a sus discípulos. En la última Cena, así lo narra el evangelio de Juan, les dice que cuando venga el Espíritu Santo, los "convencerá de pecado", es decir, el Espíritu Santo es la voz de Dios dentro de cada uno. Cuando hay algo malo, inmediatamente comienza a sonar esa alarma: la voz del Espíritu Santo, que invita a dejar el mal y a buscar la luz. También en la Ultima Cena, Jesús les decía que el Espíritu Santo, "les recordaría todo lo que El les había dicho". Esa es la misión del Espíritu Santo: hablarnos de Jesús, del plan de Dios para el individuo.
También les decía Jesús a los apóstoles que el Espíritu Santo "los llevaría a toda la verdad". El Espíritu del Señor lleva por el recto sendero, por el camino de la salvación.
Cuando un pintor tiene la idea de plasmar en la tela un cuadro, él se imagina algo bellísimo; pero cuando termina el cuadro, no está conforme. Algo así sucede en nuestra vida: vemos el gran ideal del Evangelio y nos sentimos tan pequeños, tan limitados; pero cuando la persona deja obrar en ella al Espíritu Santo, entonces se da cuenta de lo que es el poder de Dios, y que no se le están pidiendo "cosas imposibles". Entonces el individuo ya no evita algo “porque está prohibido”, sino porque por medio del Espíritu Santo se siente "hijo de Dios", y por eso mismo evita lo que ofende a su Padre.
A una mamá, no hay que meterla en la prisión para que ame a su hijo, sino que espontáneamente le brota el amor hacia su hijo. Nosotros somos hijos de Dios y ese amor debe brotar espontáneo, debe manifestarse en que cumplimos sus mandamientos. Jesús dijo: "Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos".
En el capítulo séptimo de Mateo se lee que cuando Jesús concluyó el sermón de la montaña, "toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como sus maestros de la Ley". En el sermón de la montaña, está sintetizado el camino de la salvación en el Nuevo Testamento. Sólo un Dios podía señalamos así ese camino de la salvación. Después de dos mil años, no pasan de moda los diez mandamientos.
En nuestra época, sinnúmero de maestros señalan "caminos de salvación". Todos dicen que tienen la verdad. Algunos se han decidido a seguirlos, pero han sentido que esos maestros no logran calmar su sed espiritual. Como la samaritana, tiene un pozo cerca de su casa; pero ese pozo no logra quitarles la sed. El día que se encuentren con Jesús, como la samaritana, saltarán de gozo y alegría y tendrán la necesidad de llamar a otros para que vengan a beber de esa agua que ofrece Jesús. Jesús es el único camino, la única verdad, la única vida.
En el Salmo 1 de la Biblia, se lee: "Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios, sino que pone su amor en la Ley del Señor y en ella medita noche y día. Ese hombre es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas. Todo lo que hace, le sale bien".
Al cumplir la ley del Señor, la persona comienza a ser "hombre feliz", sabe que va por un sendero de salvación. Los mandamientos son ese camino recto que Dios señaló a sus hijos y que durante su trayectoria por esta vida fueran como "árboles junto al río", que tuvieron sus hojas siempre verdes y dieron frutos abundantes.
No es difícil encontrarse con personas que no practican normalmente su religión... Cuando uno les pregunta que ¿por qué no lo hacen? responden: "Yo sirvo a Dios a mi manera". Y creen qué están diciendo un acierto pero no lo es. A Dios no podemos servirlo a "nuestra manera", sino, como Él manda. Esta es la "única manera" de servir a Dios. Es por eso indispensable conocer como quiere Dios que le sirvamos. A Dios lo amamos, y lo debemos amar sobre todas las cosas, pero no como una carga pesada, sino con el amor del que lo ha experimentado en su vida y por eso mismo siente la necesidad de servirlo de corazón.
En el libro del Deuteronomio, capítulo 29, Moisés se dirige al pueblo y les dice: "Ustedes han visto todo lo que el Señor hizo en Egipto al faraón, a sus funcionarios y a todo el país, y son testigos de esas grandes pruebas, señales y maravillas". Moisés les hacía ver que ellos tenían "experiencia" de Dios, que eran testigos de las maravillas que Dios había obrado en su favor. Cuando se tiene "experiencia" de Dios, se reconoce que Él nos ha amado primero, nos ha salido en el camino y nos ha ofrecido su perdón y nuestra salvación.
El profeta Oseas, en el capítulo 11 de su libro, describe la actuación del Señor con frases enternecedoras: "Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacia mí; los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho". Expresiones de suma delicadeza delinean el cariño del Padre por sus hijos.
En el Génesis, se narra el momento trágico para Adán cuando siente el peso de su pecado. Aterrorizado se esconde: Pero Dios lo va a buscar para sacarlo de su soledad, de su terror, para devolverle la vida; la confianza, Esto es lo que Dios ha hecho en la vida de cada uno. A eso le llamamos "tener la experiencia de Dios", por eso mismo Él, con sobrada razón, nos puede decir "cómo quiere que le sirvamos”.
En el capítulo quinto del libro del Deuteronomio, nos dice: "Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. No tengas otros dioses aparte de mí. No te hagas ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni les rindas culto, porque yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos; pero que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos". Esta, es la ley del Señor; así quiere que lo amemos. El no permite ningún ídolo, en nuestra vida. Nosotros hombres modernos ya no fabricamos ídolos de piedra, como las antiguas tribus, pero sí tenemos otra clase de ídolos: las desviaciones sexuales, pueden ser un ídolo para nosotros; el dinero muchas veces es un ídolo ante el cual nos postramos. Las cosas pueden dominamos, es decir, quitarle a Dios el primer lugar en nuestra vida.
La Biblia dice que no hay que hacer imágenes de ninguna clase, de lo que hay arriba en el cielo y de lo que hay abajo, "para adorarlas". Nosotros, en nuestras Iglesias, tenemos imágenes; pero, de ninguna manera las "adoramos"; si lo hiciéramos, seríamos "idólatras". Estas imágenes para nosotros nos sirven como simples retratos. Una mamá piensa en su hijo que está en el extranjero; toma el retrato de su hijo, llora, lo besa, pero la mamá en ningún momento está entendiendo "adorar" aquel pedazo de cartón. Cuando aquella fotografía se arruine, la cambiará por otra, la tirará al basurero. Para nosotros, nuestras imágenes son simples retratos que nos hablan de Jesús, de la Virgen, de los santos. Nosotros no adoramos esas imágenes, de ninguna manera; está prohibido por la Biblia. Sencillamente son "retratos" que nos recuerdan a esas personas santas a las cuales queremos tanto.
Te invitamos a ver en nuestra página web, www.jesusestavivo.org.mx la Misa del domingo de las 9 de la mañana en Catedral; en la Parroquia de San Pedro, la Misa del domingo de las 9 de la mañana y en Las Rosas la Misa de Sanación de las 19:00 horas el lunes primero de mes. En Blooger tenemos nuestras seis columnas diferentes publicadas en los tres principales diarios de Morelia. La dirección para encontrarlas es: jesusestavivoenmorelia.blogspot.com También nos puedes localizar en Twitter donde están nuestras columnas, pero ahí puedes hacer comentarios, críticas, sugerencias y todo lo que se le parezca. Su dirección es: twitter.com/jesusestavivo
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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