Sólo la verdad nos hace libres. Jesús nos libera de la mentira del pecado Jesús ha venido a liberarnos de nuestras esclavitudes y a romper todas las ataduras que nos aprisionan, tanto de las estructuras injustas, como de nuestros miedos y complejos. Su obra abarca tanto el aspecto interior como el exterior, las situaciones de pecado como todo pecado en singular.
El Espíritu Santo está sobre él y lo ha ungido para proclamar la libertad a los cautivos y dar la libertad a los oprimidos (Lc 4,18-19).
La Iglesia, sacramento de liberación. La Iglesia, nosotros, somos sacramento de liberación, partícipes de la misma misión de nuestro Fundador, contamos con el mismo poder que Cristo tenía: poseemos el Espíritu de Cristo resucitado que es un Espíritu que nos lleva a vivir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Por tanto, todos nosotros, Iglesia, somos ministros de liberación el uno para el otro; pero esta misión la realizaremos eficazmente en la medida que hayamos sido nosotros liberados de las diferentes esclavitudes que nos privan de la libertad.
Así como Moisés, antes de liberar al oprimido pueblo hebreo que yacía bajo la esclavitud de los egipcios fue él mismo liberado por Dios, así también nosotros tenemos que experimentar antes la liberación de nuestras ataduras para después ser agentes de liberación.
La Renovación Carismática ha puesto énfasis en esta oración que estaba un poco olvidada, pero me temo que no se ha llegado al equilibrio en ello. En general somos muy simplistas y superficiales en este ministerio.
Existen dos extremos en la oración de liberación: algunos que no aceptan su eficacia porque no creen en el Demonio que nos engaña y nos somete bajo sus tenores de vida. Niegan su existencia y por tanto su acción en nuestras vidas. No se dan cuenta que al no creer en el Padre de la mentira ya han caído bajo uno de sus engaños. El otro extremo es cuando se cree que la total liberación se obtendrá por una simple oración que expulse el mal que está dentro de nosotros con una imposición de manos.
Yo creo que no basta sacar demonios, sino que es necesario deshacerse de todos sus engaños que motivan nuestra conducta y rigen nuestro estilo de vida ¿De qué serviría sacar un demonio si se queda una legión de engaños en nuestra mente y en nuestro corazón? La manera eficaz de sacar diablos es liberarnos de todas sus ataduras de materialismo, sensualismo, egoísmo, orgullo, vanidad y mentira.
Existe el peligro de reducir la oración de liberación para casos de personas metidas en espiritismo, ocultismo y cosas semejantes. Sin embargo, igualmente está en las garras de Satanás el orgulloso que se hace dios a sí mismo, el codicioso que idolatra el dinero y los bienes materiales, el adúltero que no puede dejar de pecar, el deprimido que se hunde en su desesperación, el mentiroso que vive engañado y engañando; en fin todo el que permanece en una situación de pecado.
La perfecta libertad implica la renuncia a Satanás y a todas sus obras y engaños con que seduce al mundo.
Pablo nos ofrece un amplio catálogo de los lazos con que el Tentador trata de mantenernos sujetos a su voluntad y de los cuales debemos ser liberados. He aquí esta lista: idolatría, hechicería, impiedad, prevaricación, perjurio, sacrilegio, egoísmo. traición, ingratitud, injusticia, avaricia, codicia, latrocinio, soberbia, orgullo, vanagloria, adulterio, fornicación, perversión sexual, lujuria, impureza, desenfreno, libertinaje, embriaguez, gula, orgía, homicidio, rivalidad, envidia, odio, discordia, celos, rencillas, cólera, ira, insolencia, detracción, engaño, mentira maledicencia, chisme, ultraje, altanería, contienda, malignidad. deslealtad, desamor, malicia, rebeldía, insensatez, perversidad, maldad, murmuración, división, disensión, desorden, acritud, temeridad, fanfarronería, enemistad, difamación y calumnia: 1Cor 5,9-10; 6,9-10; 2Cor 12,20; Gal 5,19-20; Rm 1,29-31; 13,13; Col 3,8; Ef 4,31; 1Tim 1,9-10; 2Tim 3,2-5. Todos estos eslabones forman la cadena de la esclavitud que se llama pecado.
En películas como "El exorcista" no se hablará nunca de estos dominios de Satanás, y de esa manera también logra engañarnos haciéndonos pensar que sólo actúa de la forma como se muestra allí. Sin embargo todas estas cosas enumeradas por Pablo destruyen hogares, hunden sociedades y acaban con las personas.
La forma más ordinaria como el Demonio nos esclaviza no es por medio de la posesión física, la cual es muy rara, sino a través de la mentira (Cf. Jn 8,44).
Algunos piensan muy superficialmente cuando creen que la liberación completa se va a lograr con una simple "oración de liberación". Hay casos en que somos liberados de alguna atadura mediante una oración así, pero esto es sólo un signo del poder de Cristo para que confiemos en que él nos puede liberar de toda esclavitud.
Vivir en la verdad es el único camino para ser libres. Pero ¿quién nos podrá manifestar esa verdad?
La Ley fue dada por Moisés. La Gracia y la Verdad nos han venido por Jesucristo: Jn 1,17.
Es más, él no sólo trajo la verdad: El es la verdad. Por esta razón vamos ahora a presentar la verdad. La verdad sobre Jesús y la verdad sobre nosotros mismos, y de esa manera conoceremos el plan que Dios tiene sobre cada uno de nosotros.
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad: 1Tim 2,4.
La verdad sobre Jesús. En primer lugar, Jesús es la verdad. Esto significa que aparte de enseñarnos la verdad, su estilo de vida es la verdadera vida buena. El nos enseñó cómo vive verdaderamente un hijo de Dios. El es la imagen verdadera de Dios (Col 1,15), lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14) testigo fiel y veraz (Ap 3,14).
El fue un hombre soberanamente libre que nunca se dejó sobornar por las glorias que este mundo ofrece. Jamás algo lo dominó o coartó su libertad. Nunca dependió de las cosas materiales, ni de quienes las poseían en abundancia.
Hasta sus enemigos reconocieron que era auténtico y vivía en la verdad: Maestro, sabemos que eres verdadero y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas: Mt 22,16.
Su Espíritu jamás estuvo atado por lazo o condicionamiento. Libre de complejos, inseguridades, falsos respetos humanos y convencionalismos. El mundo y la carne jamás lo dominaron. Satán lo tentó proponiéndole el deseo de poder, el camino cómodo o el exhibicionismo, pero él salió adelante con la victoria.
Siendo hombre verdadero tuvo todas las auténticas y en sí no pecaminosas emociones y sentimientos humanos (miedo, coraje, tristeza, etc.) Sin embargo, ninguna de estas pasiones lo dominó. El siempre tuvo control sobre todas ellas.
Denunció las mentiras del mundo, por eso el mundo lo odió y lo crucificó en el Calvario. Nunca estuvo de acuerdo con los engaños y el oropel de las transitorias glorias mundanas. Renunció a ser rey y se hizo siervo lavando los pies a sus discípulos, curando a los enfermos, bendiciendo a los niños, etc., estableciendo siempre la prioridad del amor.
Especialmente fue libre de la peor de las esclavitudes: el pecado. Nunca nadie pudo acusarlo de pecado (Jn 8,46). Se hizo semejante a nosotros en todo menos en el pecado (Hb 4,15). -Libre de rencores y resentimientos, perdonó a sus verdugos, hasta ofreció una disculpa por ellos. -Libre del error y la mentira porque estaba lleno del Espíritu de la verdad que le hacía ser auténtico y honesto, tanto consigo mismo como con todos los demás. -Libre del orgullo y la autosuficiencia porque era manso y humilde de corazón. -Libre del egoísmo. Nunca se apropió nada para sí. Lo entregó todo y se entregó a sí mismo por nosotros. -Libre de la codicia y del amor desordenado por las riquezas: vivir con la libertad de los pájaros del campo a quienes les basta cor el pan de cada día. Sin necesidad de atesorar riquezas que luego estaría obligado a esconder, cuidar y defender.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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