En ocasiones cuando estamos enfermos lo primero que hacemos es recurrir al médico. Sacamos una cita con un especialista y asistimos puntualmente, y a veces en compañía de un familiar. Le contamos nuestra situación y ponemos énfasis en los dolores que tenemos para que nos diagnostique nuestra enfermedad y pueda darnos un tratamiento que sane nuestra dolencia. A veces la situación no es tan fácil y se complica, y este proceso se repite varias veces. Si después de varias visitas a nuestro médico de confianza no obtenemos la sanación nos cuestionamos y queremos ver cual ha sido la falla.
En ocasiones se nos presentan otras alternativas para sanar nuestro cuerpo y aunque no sean muy seguras nos atrevemos a tomarlas. Y si ni así obtenemos la salud, como posibilidad última recurrimos a la oración. Una hermana de comunidad que sanó en la oración por la salud de los enfermos en el templo de El Carmen nos da su testimonio: por medio del periódico me di cuenta que en el templo de El Carmen había oración por la salud de los enfermos los lunes a las 5 de la tarde. Empecé a ir por pura curiosidad, sin esperar nada. Yo me encontraba en un estado muy crítico pues se me había caído un plástico muy grande en la cabeza y resultaron tres vértebras aplastadas. Mi cuello quedó inmóvil, no podía voltear a ningún lado y tenía unos dolores muy fuertes.
Ese lunes para mi sorpresa, al salir de la oración del templo, se me quitó un dolor de mi brazo derecho, desde la muñeca hasta más arriba del codo. Este dolor lo tenía muy fuerte desde hacía más de quince años. Ese día experimenté que Jesús sana. Esto sucedió en julio del 2002.
El mismo lunes me acompañaban mi esposo y nuestros tres hijos. Mi esposo se tenía que hacer unos estudios clínicos pues tenía colesterol y los triglicéridos muy altos. En cinco años nunca se los habían podido controlar. Al día siguiente la sorpresa fue grande y quedamos sorprendidos pues el resultado fue que todo estaba normal. Esta fue la primera vez que fuimos toda la familia a la oración.
Cada vez que voy a la oración siento mucho alivio. En otra ocasión tenía mucho dolor en el cuello y sentía que no aguantaba más y me iba a salir sin darme cuenta que es precisamente allí es donde se me da la fuerza y gracia de mi sanación. Después de la oración el dolor se me quitó, salí cambiada, con mucha fuerza, con paz y tranquilidad. Ahora siempre espero el lunes de oración y veo el reloj para llegar antes de las 5.
También sufría de la garganta, tenía mucho dolor, se me cerraba y no podía respirar, además no podía pasar los alimentos, era una sensación de mucha angustia. Además, el estómago me dolía en extremo. Después de la oración quedé aliviada y los dolores desaparecían. Otras veces la angustia y la desesperación me oprimían y la oración hacía que la paz de Jesús estuviera conmigo.
En enero estaba desesperada de ir con tantos médicos y realmente no se sabía que tenía. En muchos estudios que se me hicieron no aparecía nada, todo salía normal, pero yo seguía de mal en peor. Cada día que pasaba empeoraba. No podía pasar la comida, no podía pasar saliva, y lo poco que comía no me hacía digestión. Se me congestionaba la nariz y casi no podía respirar. Las noches eran muy desesperantes. Los médicos determinaron que tenía una alergia. La medicina algo me ayudaba pero mi mejoría no ve veía por ningún lado.
Como si eso fuera poco, no podía dormir acostada, sino sentada porque sentía que me ahogaba y cuando despertaba a las 2 o 3 de la madrugada, ya no me podía dormir y quedaba despierta hasta que amanecía.
El el mes de febrero se hizo oración de sanación por mí en casa. Desde ese día puedo dormir bien la mayoría de la noche. Quiero agregar que la noche anterior a la oración no dormí por la emoción que sentía, me preguntaba que iría a pasar. Les dije a mi esposo y a nuestros tres hijos que tendríamos un invitado muy especial: El Doctor de doctores: Jesús se presentó en la Eucaristía en casa.
Fue entonces cuando me abandoné en las manos de Jesús que está vivo… en El Carmen… y en mi casa. Le dije que sólo él podía sanarme. Dejé toda la medicina que estaba tomando y le entregué todo lo que tengo y soy. Toda mi familia y los amigos más cercanos participaron de la oración y también ellos experimentaron la presencia y el amor de Dios que fue derramado en nuestros corazones.
Me encuentro perfectamente bien, como de todo, duermo bien, respiro mejor, no me duele ninguna parte de mi cuerpo, y lo más importante, hacemos oración con la Palabra de Dios con toda la familia.
Doy gracias a Jesús, el Hijo de Dios vivo que a través de mi enfermedad me acerqué más a El. Toda mi familia está feliz de ver como me dejó Jesús y estamos en oración diaria.
Desde ese día empezó mi sanación en todo mi cuerpo, alma y espíritu. Jesús me ayudó como nunca y mi recuperación fue muy acelerada. Todos los malestares que tenía, ya no los tengo.
Cuando una persona se pone en las manos de Cristo no hay enfermedad, por difícil que sea, que le pueda hacer daño. Doy el testimonio de mi sanación para que quien crea en Jesús le pase lo que a mi me pasó. Jesús me sanó no de una, no de varias, se llevó todas mis enfermedades y dolencias que ya eran “normales” en mi vida.
Doy gracias a Jesús que está vivo… en El Carmen… y en mí, porque me sanó. ¡Gloria a Dios!
El Evangelio sigue vigente en pleno siglo XXI. Así como Jesús no sanó a Zaqueo cuando se subió al árbol para verlo pasar, y lo sanó cuando se auto invitó a su casa, así sucedió con Irma: no la sano cuando iba sola a la oración, sino que la sano al 100% cuando se hizo oración en presencia de toda la familia en su casa.
La sanación de Irma no queda en eso nada más, ahora Jesús quiere invitarse él mismo a tu casa, si leíste bien, a tu casa, donde tú vives, o donde tú debieras vivir sano.
“Baja Zaqueo, conviene que hoy me quede en tu casa”, dijo Jesús a un hombre de baja estatura hace más de 2000 años y esa misma propuesta hace hoy mismo al que está leyendo estas líneas: “Baja de tu enfermedad, conviene que hoy mismo quedes sano. Porque te ando buscando seas quien seas y seas como seas”. Jesús te invita a la oración por los enfermos el próximo lunes a las 5:00 en el templo de El Carmen. Jesús quiere sanar a Zaqueo, a Zaquea y a los Zaqueitos que viven en tu casa. Si te identificas y declaras que eres un gran pecador, llegó tu turno para ser sanado por quien todo lo puede, Jesús de Nazareth
Después de su sanación nuestra hermana Irma sintió un verdadero llamado a orar por la salud de los enfermos y ahora ella pide al Padre Bueno, en el Nombre de Jesús, con el poder del Santo Espíritu de Dios, para que los que sufren cualquier enfermedad sean sanados y después den testimonio con gran valentía de lo que Jesús ha hecho en ellos.
Queremos agregar que después de hacer la oración de sanación en casa de Irma le pedimos que invitara a Jesús a su casa pero que no fuera de los dientes para fuera. Le sugerimos que al invitarlo le pusiera un lugar en la mesa para él: su silla, cubiertos, un vaso, por supuesto el lugar que él ocuparía sería el de honor. Agregamos que platicaran con Jesús como si estuviera junto a ellos en la mesa. Terminamos diciendo que si se les olvidaba un día, al siguiente lo volvieran a hacer. El sábado pasado, 22 de marzo, nos hizo saber que todos los días desde su sanación Jesús ha tomado el lugar de honor en su casa, que cuando se sienta a la mesa su familia y no está el lugar de Jesús, su esposo o uno de sus hijos le recuerda que falta el lugar de Jesús en la mesa.
La familia en pleno está viviendo una vida nueva y también le ha dado hospedaje al Señor de señores en su casa. Nuestra hermana Irma, su esposo Sergio y sus tres hijos: Sergio, Fernando y Daniel, ahora hacen oración por la salud de los enfermos en la Z radio y en El Carmen, y de cuando en vez repiten lo que le dijo Pablo a Festo hace casi 2000 años: “Ojala te pase a ti lo que me pasó a mí”.
¡Gloria a Dios!
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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