Rafael es un hermano de la comunidad que se integró a nosotros en la Plaza de Armas. Este es su testimonio: Quiero compartir contigo la alegría y el gozo de haber sentido y vivido la gracia y el amor de mi Padre Dios, de mi hermano Jesucristo y la fuerza y poder del Espíritu Santo. Quiero decirte que Dios está vivo y además contigo, él nunca nos deja siempre está a nuestro lado a pesar de ser tan pecadores y tan indignos. Jesús solo pide a cambio que se le reconozca como centro de nuestra vida.
Mi vida llena de problemas y pecado y mi cuerpo débil cayó en cama en noviembre de 1995. Me diagnosticaron problemas en el intestino, anemia aguda y severos problemas cardíacos por la mala circulación sanguínea. Con estos problemas de salud permanecí cuatro meses pero se me agravaron y se hicieron más severos y críticos. Me sentía angustiado y atormentado pues mi madre también padece una enfermedad cardiaca y los médicos le decían que no se angustiara porque estaba al borde de un infarto. Mis hermanas y mi familia estaban cada vez más tristes. Ya no me podía poner de pie porque me caía, mis piernas eran el puro hueso. Mi piel reseca despedía una especie como de polvo y eso me incomodaba porque no podía estar acostado.
A finales de enero de este año en el hospital del ISSSTE escuché cuando le dijeron a mis familiares que si querían llevarme a mi casa porque ya no tenía absorción intestinal, que mi cuerpo ya no aprovechaba nada, ni lo medicamentos eran retenidos. Las transfusiones sanguíneas la rechazaba tal cual entraban, no soportaba ningún alimento, en fin, yo no tenía escapatoria. En mis baraúndas solo recuerdo que decía: "Dios mío, no me quiero morir, tengo muchas cosas por hacer". No me resignaba a mi triste realidad. Sentía mucho coraje, todo me incomodaba, quizá Dios me escuchaba pero no sabía pedírselo.
Llegó el día que tenía que salir del hospital y retirarme a mí casa, recuerdo que amanecí muy mal y además triste porque yo sabía a lo que iba a mi casa, a "morir". En eso llegó una compañera de trabajo y me dijo que me llevaría un sacerdote para que me confesara y me diera la Comunión. Yo pedí que también me ungieran con los Santos Oleos. Esperé su llegada con mucha ansia ya que estaba todo listo para partir a casa, tenía un rumbo que tal vez no tenía retorno.
Cuando llegó el sacerdote le pedí perdón a Dios con fuerza, con fe lo proclamé el Señor de mi vida. Tomé la comunión, me pusieron el Santo Crisma, me quedé quieto en mi lecho y empecé a platicar con Dios y hoy recuerdo con alegría lo que le dije: "Señor, quiero conocerte, si mi vida sigue siendo de pecado, recógeme. Pero si me das buena vida quiero vivir para tu servicio".
Estuve callado, quieto, sintiendo la presencia de Jesús. Sentí paz y ya no me importaba nada porque me sentía reconciliado con Dios.
En eso entró la enfermera y me desconectó el suero, después entró mi hermano y me tomó en brazos y me llevó a casa, apenas pesaba 40 kilogramos. Solo un milagro, me salvaría. Cuando llegué a casa sentí sed. ¡Gloria a Dios! el agua se me quedó. En la noche tuve hambre, pedí un atole. Más noche desperté con más hambre, la cual tenía meses que no sentía, me dieron una fruta. Amaneció y yo contento haciéndome mi fe más fuerte pedí un jugo, comí pan, los medicamentos se empezaron a quedar dentro de mi. Solo me faltaba el aire, no podía caminar mucho porque me asfixiaba pero seguía comiendo y todo se me quedaba en mi organismo. Nunca dejé de hacer oración porque a partir de mi reconciliación con Dios fue que obtuve mi sanación.
Después de dos meses pedí que me llevaran a la Iglesia a dar gracias y cuando caminaba me encontré a un grupo de personas que estaban alabando a Dios en plena Plaza de Armas. Me quedé allí, alabé a Dios, le canté, lloré, moví mis adormecidos pies, me sentía reconfortado. Allí escuché de un retiro al cual asistí aunque todavía tenía ciertas dificultades físicas. Recibí el Bautismo en el Espíritu y hoy canto con alegría y júbilo en mi comunidad de El Carmen.
Escucho con atención la Palabra de Dios, en mi oración doy gracias a Dios a cada momento. Le pido a Dios que me prepare para llevar su Palabra a los que no lo conocen y decirles que Dios da vida y la da en abundancia.
Ya no tomo medicamentos, estoy feliz, subí de peso y me siento muy contento en mi nueva comunidad de El Carmen donde estoy tomando un curso de Biblia para conocer a mi Hermano Mayor que me sanó el mismo día que le pedí perdón.
Yo soy testigo del poder de Dios por el milagro que El ha hecho en mí. ¡Que grande es tu misericordia Señor! ¡Gloria a Dios!
¡Atrévete a sanar en el cuerpo, alma y espíritu! Jesús que está vivo te anda buscado, seas quien seas y seas como seas.
Mañana lunes estaremos orando por la salud de los enfermos en el templo de El Carmen a las 5 de la tarde. Ahí le pediremos a María, la Madre de Dios, nuestra Madre, Madre de todos y cada uno de los que leen este mensaje, que interceda a su amadísimo hijo Jesús por la salud de los más necesitados, por los que la ciencia nada puede hacer, por los que creen que verdaderamente Jesús es Dios, por los que están lastimados, heridos, enfermos y esperan el cumplimiento de la Palabra de Dios: ¡No nos sana hierba ni emplasto alguno sino la Palabra de Dios que TODO lo sana! Estaremos pidiendo por ti que estás leyendo este mensaje. Manda tu intención a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx y oraremos por ti en la Z radio y en la oración por los enfermos eneltemplo de El Carmen. Te informamos que cada 16 de mes a las 12 del día tenemos la Misa de Unción por los enfermos en honor de la Virgen de El Carmen, bendición de agua y escapularios. Además de confesiones para quieres quieran reconciliarse.
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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