A medida que pasaba el tiempo, Jesús se veía más y más acosado por sus enemigos, que continuamente le tendían lazos para hacerlo caer y luego tener de qué acusarlo. La figura del predicador de Galilea era tan imponente, que desafiaba las instituciones y a los profesionales de la fe. Por eso, muchas veces sus adversarios le enviaban mercenarios, para enfrentarlo, ya que ellos temían presentársele cara a cara.
Cuenta Lucas que un día se le acercó un legista, sabio y especialista en la ley, para hacerle una pregunta capciosa y así ponerlo a prueba. Escondiendo sus arrugadas manos bajo la túnica larga de doradas filacterias, le dijo: "Maestro, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?".
Jesús, adivinando la doble intención que se escondía tras la aparente e ingenua cuestión, y no queriéndose meter en grandes discusiones, le respondió con otra pregunta: "¿Qué está escrito en la ley?". El legista, con su mano derecha en la blanca barba, respondió al pie de la letra lo que había aprendido a los pies de sus antiguos maestros. Este tipo de situaciones era cada vez más frecuente, por lo cual, Jesús debía estar siempre alerta, para no ser sorprendido por sus enemigos, que buscaban de mil maneras la forma de acusarle y condenarle.
Narran los tres evangelistas sinópticos, que otro día, en circunstancias casi idénticas, un joven, adornado con ricos anillos de oro y marfil, con túnica de seda importada de Damasco, y hasta con cara de buena gente, se le acercó corriendo y se puso de rodillas, para plantearle exactamente la misma pregunta del sabio legista: "Maestro, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?".
Como el joven se había postrado en tierra, Jesús no podía verle los ojos, para descubrir su autenticidad o su hipocresía. Por eso, para no meterse en problemas, el Maestro se limitó a hacerle la misma pregunta que en otras circunstancias parecidas le había sacado de apuros: "Conoces los mandamientos, ¿no?".
El Maestro no quería ir más allá de lo que materialmente se le estaba preguntando. Por eso su respuesta era poco comprometedora y bastante conservadora. El no estaba dispuesto a dar la perla preciosa a cualquiera. Simplemente se puso al mismo nivel que su interlocutor, el cual le preguntó: "qué hacer" para "tener". Jesús le contestó: "Si quieres 'tener', 'haz' lo que está escrito y ya...".
Mateo nos cuenta que el joven estaba inquieto en su interior, y para continuar el diálogo, contestó con otra pregunta, de la que él bien sabía la respuesta: "¿Cuáles mandamientos?".
Jesús no se inmutó. Continuó en el mismo nivel, y simplemente enumeró la tradicional lista de lo prescrito en el Antiguo Testamento: "No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y madre...". y Marcos añade lo que los otros callan: "no defraudes...".
El joven le interrumpió impetuosamente y con admirable seguridad replicó: "Pero, Maestro, es que todo eso ya lo he guardado desde mi juventud...". Luego, fijando directamente su vista en los ojos de Jesús, le explicó cuál era el objetivo profundo de su visita: "a pesar de todo, hay algo que todavía me está haciendo falta, ¿qué es?".
Los dos estaban frente a frente, mirándose hasta el fondo del corazón. Jesús traspasó los finos brocados de seda y oro, los adornos de marfil y las apariencias de poder y gloria humana. Marcos, que es el más detallista y profundo en este relato, nos cuenta que Jesús, percibiendo la autenticidad del joven, que andaba en busca de algo más profundo que la ley de Moisés, "le amó". Entonces el Maestro le mostró el verdadero tesoro que ni los ladrones roban, ni la polilla corroe: "Si quieres ser perfecto... hay un paso más allá de lo que has hecho".
Primeramente el joven le había preguntado "qué hacer para tener", pero cuando muestra que en verdad busca algo más, Jesús le responde: "Si quieres ser". Jesús rompe la concha que guarda la Perla Preciosa y muestra el corazón de la Buena Nueva, que sobrepasa con mucho la ley prescrita por Moisés, la cual estaba grabada en tablas de piedra. Cuando Jesús asegura que para ser perfecto no basta la ley, implícitamente le está afirmando que aunque se cumplieran todos los preceptos y mandamientos de la santa ley del Sinaí, eso es insuficiente para ser perfecto. La ley de Dios es luz que ilumina los pasos, pero sólo Dios mismo convierte al hombre en luz del mundo.
Así, pues, Jesús le proclama con autoridad: Si quieres "ser" luz y no sólo "tener" luz, hay algo más: deja de pensar con mentalidad pragmática de "hacer" y con mentalidad capitalista de "tener"; se trata de "ser".
Debemos notar claramente que Jesús no le obliga: le propone: "Si quieres", porque la perfección no se logra coaccionado por un mandamiento o norma exterior. La perfección sólo se da si nace de dentro de la persona: El tesoro escondido del Nuevo Testamento no es algo exterior como todos los mandamientos. Se trata de una fuerza interior que brota al experimentar mi amor.
La diferencia fundamental entre Antiguo y Nuevo Testamento, es que en el primero la ley estaba escrita en tablas de piedra, mientras que la Nueva Alianza es el Espíritu Santo quien nos da el querer y el querer - obrar de acuerdo a la voluntad de Dios. Fluye desde dentro, porque está en nuestro corazón y no se cumple por obligación, sino por el dinamismo del Espíritu Santo en y a través de nosotros.
El joven ya se había puesto de pie. Jesús, mirándolo con ternura, le dijo con toda claridad: "Ve, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos; y ven, y sígueme...".
Las piernas del joven se tambalearon y su corazón palpitó precipitadamente. Jesús le había sacudido la columna que sostenía toda su vida. Se le estaba presentando la gran decisión. Un Maestro superior al mismo Moisés le señalaba el camino de perfección que la ley jamás podía proporcionar: la perfección no consistía en "tener ni hacer" sino en querer-hacer y hacer la voluntad divina.
No había sino dos caminos: tomar o dejar, frío o caliente: o vender todo para seguir a Jesús o quedarse con todo y despedirse para siempre del Maestro y su costosa perfección. La exigencia era total, sin términos medios. No era cuestión de regateos, subastas o condiciones. No se podía discutir: todo o nada. El joven tampoco pidió una "rebajita", crédito o descuento, ya que Jesús no estaba en oferta o barata. No se podía servir a dos señores. Era imposible. No había concesiones. El joven estaba en un callejón sin salida. Atrapado por el remolino que él mismo había provocado. No respondió. No hacía falta. Se dio la media vuelta y se alejó perdiéndose entre la multitud. Como un boxeador que da la espalda en el combate, reconoció su derrota. Lucas da la explicación de fondo: "era muy rico... Abatido por la palabra de Jesús, se fue entristecido" (Mc 10,22).
Todos los que habían admirado su justicia y envidiado su riqueza, le vieron marcharse con la cara triste y apenada, la cual refleja sólo pálidamente la profunda amargura de su corazón. Muchos de los allí presentes pensaban que la alegría y la felicidad estaban en la posesión de bienes, abundancia de dinero y variedad de signos de poder mundano. Creían que con las riquezas se conseguía automáticamente la felicidad. Sin embargo, la soledad y tristeza de este joven, que se batía en retirada, les demostraba todo lo contrario. Si al joven cumplidor de la ley le faltaba algo, al joven rico también le faltaba otra cosa: la alegría. Llegó imperfecto y regresó imperfecto y triste.
La exigencia de Jesús era total. Afortunadamente no dio paso atrás. Sólo había un precio para comprar la Perla Preciosa: vender todo, deshacerse de las demás perlas. Las palabras de Jesús realmente querían decir lo que significaban.
El joven escogió el camino antiguo. Prefirió la débil seguridad de su dinero y la ley. No quiso arriesgarse. Prefirió seguir igual, aunque insatisfecho; eligió la riqueza aunque toda su vida le fuera a faltar algo. Se decidió por "tener", más que por "ser". Había entendido perfectamente los alcances y las exigencias del Evangelio; pero desgraciadamente se fijaba más en lo que Jesús le pedía, y se olvidaba de lo que Jesús le ofrecía.
Por eso, cuando el muchacho se retiró, cuenta Marcos con realismo impresionante, hubo gran silencio de estupefacción entre la gente. Nadie se atrevía a pronunciar palabra alguna. No hay cosa más impresionante que una muchedumbre muda de asombro. En ese denso silencio, el hijo del carpintero pronunció lentamente unas palabras trágicas que todavía hoy sacuden a los poderosos de este mundo: "En verdad os digo: qué difícil es que un rico entre en el Reino de los Cielos. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico se salve".
En la actualidad los intérpretes de la Escritura no se han puesto de acuerdo en lo referente a de cuál camello o qué aguja habla Jesús, dejando cierta tranquilidad de conciencia y dando algún respiro, a los que les afecta directamente el texto. Pero, por si las palabras quisieran decir lo que significan, dos grupos de multimillonarios están trabajando en un doble programa que persigue el mismo objetivo: que un camello pase por el ojo de una aguja.
-Los primeros están empeñados en evolucionar un camellito, tan chiquito que, con todo y jorobita, sea más pequeñito que una hormiguita enana del tercer mundo. De esa manera podrá pasar fácilmente por el ojo de una aguja.
-Los otros han preferido el camino inverso. Con avanzada tecnología, están fabricando una aguja gigantesca y enorme, la cual parece un cohete espacial, para que un camello normal pueda pasar por su ojo.
Ninguno de los dos ha terminado su trabajo con resultados positivos, aunque los primeros anunciaron que lo lograrán precisamente el día siguiente que en América Latina termine la represión y se deje de oprimir al pobre. Los segundos han dicho que será cuando exista una justicia entre los pueblos y naciones.
Sin duda que un día un camello pasará por el ojo de una aguja, librándose así los ricos de frase tan terrible del humilde carpintero de Nazaret, que se atrevió a retar a los poderosos de este mundo. Lo que se ha olvidado es que aunque camellito o agujota entraran en juego, es aún difícil, y muy difícil que un rico se salve.
Todo mundo habla mal de este joven. En especial los que se sienten mejores que él, o los que quisieron llegar un día a ser ricos, pero que no lo lograron, y están frustrados o resentidos.
Sin embargo, estamos obligados a reconocerle un gran mérito: su autenticidad. Eligió de manera clara y definitiva. No quiso hacer el inconcebible amasiato Dios-dinero. No trató de revolver el agua con el aceite, ni aceptó la mediocridad del que quiere tener las dos cosas al mismo tiempo. Como él no podía servir a dos señores, eligió el suyo. Como no podía ser caliente, prefirió ser frío que tibio. Seguramente jamás fue feliz, pero sin duda que fue menos infeliz que los que tratan de seguir a Jesús, pero dejan su corazón anclado en las seguridades de este mundo. El joven del Evangelio prefirió tener un solo dios, aunque éste no fuera el verdadero, porque jamás aceptó tener dos mitades de dioses.
Que un joven sea rico es algo extraño, ya que generalmente los ricos son personas mayores y muy respetables que han trabajado toda su vida; o mejor dicho, que han hecho trabajar a otros. ¿Existe alguna riqueza que no esté amasada con el sudor del pobre? Donde abunda la riqueza ¿no sobreabundan la miseria y la injusticia alrededor? Pero como este joven se declara justo, debemos pensar más bien que había heredado su fortuna o posiblemente se sacó la lotería. Lo que sabemos con certeza, es que definitivamente nunca fue rico, ya que siempre le faltó algo. Sólo tenía las cosas que se compran con dinero. Aparentemente él tenía todo lo de este mundo para ser feliz, pero se le había olvidado que solamente lo barato se compra con el dinero. Lo realmente valioso no tiene precio.
El fondo del problema no eran todos los bienes que el joven tenía, sino que sus riquezas lo poseían a él. Sus bienes no dependían de él; al contrario, él dependía tanto de ellos, que era capaz de sacrificar la perfección de su ser.
La perfección no radica en tener o hacer, ni siquiera proviene del cumplimiento de todos los mandamientos. Tampoco se compra con las riquezas o el oro de este mundo. La perfección evangélica no es tener o hacer, sino "ser", con la libertad interior de no depender de atadura alguna.
Mañana lunes estaremos orando por la salud de los enfermos en el templo de El Carmen a las 5 de la tarde. Ahí le pediremos a María, la Madre de Dios, nuestra Madre, Madre de todos y cada uno de los que leen este mensaje, que interceda a su amadísimo hijo Jesús por la salud de los más necesitados, por los que la ciencia nada puede hacer, por los que creen que verdaderamente Jesús es Dios, por los que están lastimados, heridos, enfermos y esperan el cumplimiento de la Palabra de Dios: ¡No nos sana hierba ni emplasto alguno sino la Palabra de Dios que TODO lo sana! Estaremos pidiendo por ti que estás leyendo este mensaje. Manda tu intención a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx y oraremos por ti en la Z radio y en la oración por los enfermos en el templo de El Carmen. Te informamos que cada 16 de mes a las 12 del día tenemos la Misa de Unción por los enfermos en honor de la Virgen de El Carmen, bendición de agua y escapularios. Además de confesiones para quieres quieran reconciliarse.
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¡Alabado sea Jesucristo!
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