viernes, 6 de noviembre de 2009

Fin del pecado

Los mensajes que hoy relatamos son similares a los de la Salette y de Fátima, y a otros mensajes y advertencias contemporáneos. Los signos más significativos de la intervención de Dios pueden ser resumidos como sigue: El mundo pecador será purificado. La Iglesia será renovada. Habrá una era de paz y varias naciones se harán cristianas. Este tiempo será el tiempo de María y del Espíritu Santo. Tal vez la Iglesia proclame nuevos dogmas acerca de María.
Natalia nos dice que una vez, en una visión, el Señor le mostró cómo la mayor parte del mundo se convertiría en un montón de ruinas. Vio ciudades y aldeas, y todo parecía como un bosque después de un incendio. No había signo de vida en ninguna parte. De repente apareció el divino Salvador. Vio cómo caminaba entre las ennegrecidas ruinas. Levantó su mano derecha hacia el cielo, mientras su mano izquierda apuntaba al mundo y le preguntó: Jesús mío, ¿qué estás haciendo entre estas ruinas? Jesús contestó: Estoy buscando un lugar para sembrar las semillas de la promesa de mi Padre celestial, pero todo está quemado y en ruinas.
Ella entendió que su mano derecha, levantada hacia el cielo, significaba el inminente castigo, mientras que su mano izquierda, apuntando hacia el mundo, representaba su prolongada misericordia.
Conforme veía la visión, un escrito aparecía arriba de la diestra de Jesús: Esto no sucederá, si mi pueblo se convierte. Por medio de la reparación el Padre celestial tendrá misericordia del mundo.
Entonces se entiende uno de los secretos del Divino Corazón: muchos no podrían nacer, si viniera esta ruina total. Su divino Corazón, infinitamente bueno, tenía pena de aquellas almas que por esto no tendrían la oportunidad de ganar la gloria eterna.
Jesús dijo: Yo te digo otra vez: Ora, para que antes que lleguen la santa paz y la gran misericordia para el mundo, los pecadores se conviertan a Dios y acepten mi misericordia, enmendando sus vidas. De otro modo los que no se hayan convertido antes o durante este período de gracia, morirán eternamente. Ustedes, los justos, no deben tener miedo. Oren y confíen en el poder de la oración. Regocíjense porque han encontrado misericordia en mi Padre celestial. No tengan miedo, mejor regocíjense, porque mi Madre Inmaculada con su poder de Reina, llena de gracia, junto con las legiones celestiales de ángeles, aniquilará las fuerzas del infierno.
¿Por qué la paz viene tan lentamente? Así me preguntó un sacerdote y yo recibí la siguiente respuesta de la Santísima Virgen: El período de la paz del mundo no está retrasado. El Padre celestial sólo quiere dar tiempo a los pecadores para que se conviertan y encuentren refugio en Dios. Muchos se convertirán, aún de entre los que ahora niegan la existencia de Dios. El mundo ha recibido la gracia que se prolongue el tiempo antes del castigo, porque el Padre celestial ha recibido con agrado la reparación y los sacrificios de las almas víctimas de todo el mundo. Para los que se conviertan antes, las puertas del infierno estarán cerradas y no serán condenados. La reparación tiene poder porque Yo estoy orando contigo y consolando a Dios tan seriamente ofendido. Hija mía, hasta tu respiración debería ser una plegaria de expiación ante Dios.
La Santísima Virgen dijo que la victoria decisiva, que acabará con las mentiras del mundo y abrirá el camino a la paz prometida, vendrá cuando Satanás haya ganado poder en todas partes, cuando haya seducido a la mayoría de las almas, cuando, en su soberbia que no tiene límites, él sienta que puede arruinar toda la creación de Dios, incluyendo a las almas, cuando la verdad, la fe y la luz sólo vivan en unas pocas almas, porque todas las indecisas se habrán puesto a su lado. Entonces la victoria de mi Hijo vendrá de repente e inesperadamente.
Respecto al poder de María Inmaculada, Jesús dijo: Este mundo está obstinado en su maldad. Como esta maldad progresa, el mundo se está alejando más y más de mí. Pero Yo no puedo arrepentirme de mi amor. Yo extiendo mi mano hacia ellos; y es misericordia y castigo al mismo tiempo; misericordia y amor para aquellos que me aman, y castigo para los que me desprecian. Si Yo te hablo a ti, tú oyes la voz de Aquel que está arriba de todas las cosas en el universo. Si extiendo mi mano hacia ti, mi Madre Inmaculada se te aparecerá para que tú puedas ser salvada. Maldad engendra más maldad. El mundo ha alcanzado el punto donde la misma maldad pide tregua. El poder de mi Madre Inmaculada es capaz de devolver los ríos a sus cauces y de calmar el mar embravecido. Ella será tu ayuda.
Desde hace mucho tiempo, en estos días, el Corazón Inmaculado de María ha impedido la catástrofe del mundo. Un terrible destino espera a la humanidad si los hombres no se convierten. El Señor Jesús desea dar sus gracias a través de nuestra Madre Inmaculada. Es por esto que la Santísima Virgen es la que nos llama al arrepentimiento. El Señor Jesús desea darnos sus gracias a través de la intercesión de nuestra hermosa, bendita y victoriosa Madre, quien incesantemente ora por la humanidad.
Vi al Espíritu Santo de Dios inundar al mundo como un fuego devastador. Este fuego no traía paz ni misericordia, sólo castigo. Dondequiera que la llama del Espíritu Santo penetraba, los espíritus malignos caían al infierno por miles. Pero antes de que todo fuera destruido, vi a la Santísima Virgen de rodillas delante de Jesús, orando e implorando misericordia para el mundo. Jesús no la miró, pero observó al Padre celestial, quien en su justa ira no alejó su mano extendida sobre el mundo. Entonces la Santísima Virgen se quitó del hombro el manto de paz y cubrió al mundo con él. Todas aquellas partes del mundo que quedaron cubiertas con el manto de María, escaparon al castigo y brillaron con el color azul de la paz. Pero donde el manto no cubría la superficie, el color rojo de la ira se podía ver ardiente como un tizón. Entendí que nosotros podemos escapar del justo castigo de Dios solamente si buscamos refugio bajo el manto de nuestra Santísima Madre e imploramos misericordia a través de Ella.
¿Cómo apresurar la victoria? Un sacerdote me dijo que preguntara a la Santísima Virgen qué debemos hacer para apresurar su victoria. La Santísima Virgen respondió: Si quieren apresurar el gran milagro de la victoria de su Reina, con el que Yo salvaré al mundo, deben confiar en mí y en mi Hijo, como los niños confían en sus madres, haciendo reparación, ofreciendo sus vidas y orando. Hasta ahora su confianza no ha sido suficiente y, sin embargo, la eficacia de su oración depende de su confianza. Si oran con confianza plena, la victoria que están ansiosamente esperando traerá la alegría de la paz al mundo entero. Hijos míos, ¡confíen en mí! ¡Confíen en mí, siempre!
Vi una vez cómo Jesús oraba a su Padre celestial, y le pregunté: Jesús mío, ¿por quién o por qué estás tú orando ahora? Me contestó: Hija mía, Yo oro por los que tú deberías orar también. Imploren al Padre celestial para que la maldad de los hombres en la tierra cese pronto. Oren fervorosamente para que los corazones de los hombres puedan pronto ser llenos de una santa y celestial paz, la paz que Yo traje a la tierra, para que pueda extenderse a todas partes. Con mi oración obtuve de mi Padre que el plazo de sufrimiento terminara pronto para dar cabida a la venida del gozo celestial a ustedes. Pero antes que este tiempo llegue, deben pasar duras pruebas. Sin embargo, pueden mitigar el peso de esas pruebas con la oración y la constante reparación. Por eso oren fervorosamente y con gran confianza para que los ángeles y los santos del cielo también supliquen misericordia de mi Padre celestial, junto conmigo y mi Madre Inmaculada. Consuelen a Dios, profundamente ofendido, no sólo por sus pecados sino por los pecados de los demás. Solamente de este modo puede la gracia del gran milagro hacer efectiva en ustedes la paz prometida.
Jesús me mostró en una visión que después de la purificación, la humanidad vivirá una vida pura y angelical. Se acabarán los pecados contra el sexto mandamiento, el adulterio y también las mentiras. El Salvador me mostró que un amor incesante, la felicidad y el gozo divino serán el signo del mundo futuro. Vi la gracia de Dios derramarse abundantemente sobre toda la tierra, y Satanás y el pecado completamente derrotados. Después de la gran purificación, la vida de los religiosos y de los laicos estará llena de amor y pureza. El mundo purificado gozará de la paz del Señor a través de la Santísima Virgen María. Pero el Señor nunca me dijo cuándo se realizará todo esto.
El Señor Jesús me hizo saber qué gran confusión y terror reinarán en la Iglesia antes de la victoria que El traerá al mundo. La razón de esta confusión será que la impiedad penetrará hasta los santuarios de la Iglesia; la tradición será dañada y habrá un espíritu mundano en todas partes. Esta calamidad irá junto con el odio entre las naciones, que terminará con el estallido de muchas guerras. Muchos atacarán la Iglesia: su objetivo será alejar a los creyentes de la Iglesia, para quitarles la confianza en ella y hacerlos presas de Satanás.
El Salvador dijo: "La mano derecha de mi Padre castigará a los pecadores que, a pesar de las advertencias y el período de gracia y el incansable esfuerzo de la Iglesia, no se conviertan" (Mt 25,46).
Jesús me dijo también que la Iglesia, purificada y renovada por tan grandes sufrimientos, otra vez se revestirá de humildad y de sencillez y será pobre como en sus comienzos.
No habrá títulos, dados o comprados, ni rangos para distinguir el uno del otro. El espíritu de santidad penetrará todos los miembros de la Iglesia y todos vivirán según el espíritu del Sermón de la Montaña. Entre más nos acerquemos al fin del mundo, más se vivirá esta sencillez y esta pobreza.
Después del castigo, no tendrá ningún significado el construir grandes palacios y usar ropa lujosa. Cada quien sabrá sus deberes y los títulos no serán necesarios. El título del sacerdote será: hermano sacerdote, y aún el Papa será llamado Hermano Papa.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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