viernes, 6 de noviembre de 2009

Sanando cáncer en la sangre

El ministerio de sanación es el que más claro aparece ejercido en la vida pública del Señor Jesús. El siempre curó. Nunca se lee en el Evangelio que Jesús haya despedido a un enfermo sin sanarlo. Jesús siempre sanó... y porque él sanó, nos manda también a nosotros, sus discípulos, a sanar igualmente, impulsados por el amor y la compasión que el Señor ha puesto en nuestros corazones.
El fundamento bíblico del carisma de sanación lo tenemos en Marcos 16,16. Es doctrina católica considerar la enfermedad como una consecuencia del pecado: por el pecado entró en el mundo la muerte.
Jesús, en casi todas las curaciones que realizó durante su ministerio público, unió el perdón de los pecados a la sanación física, como si ambos fueran una misma e idéntica realidad.
Y, de hecho, la experiencia nos enseña en el ejercicio de este ministerio de sanación en la Renovación Carismática, que en el fondo de toda enfermedad psíquica o física, se encuentra una situación de pecado.
En esta lucha contra el pecado y "todas sus consecuencias" -la enfermedad, entre ellas- juega un papel importantísimo la oración por sanación en todos sus niveles y a través de la cual se comunica la salvación y la gracia, porque allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.
Este -y no otro- es el significado que tienen las palabras del Maestro: impondrán las manos sobre los enfermos y sanarán: Mc 16,18.
El mensaje de Jesús -respecto a sanación- es muy claro y así aparece en el envío misionero al mandar a sus discípulos a predicar la Buena Noticia del Reino: sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Mt 10,8
Todos estos son signos que acompañarán a la predicación cristiana y son parte de la única misión encomendada por Cristo a su Iglesia: y estas señales acompañarán a los que crean en mi nombre: echarán los espíritus malos, hablarán en nuevas lenguas, tomarán con sus manos las serpientes, y si beben algún veneno no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y sanarán: Mc 16,17.
Para muchos, sanación es símbolo de curanderismo y superstición; para otros, sobre todo, para los que la hemos experimentado de algún modo en nuestras propias vidas en cualquiera de sus niveles, es el gran mensaje de Jesús al mundo.
Alguien que puede dar su veredicto acerca de la sanación es aquel que ha sido curado. Nuestra hermana Paulina estaba en tratamiento en el ISSSTE hace 4 o 5 meses. Los médicos le dijeron a sus papás que se la llevaran a su casa porque en ese lugar ya le habían hecho todo lo médicamente posible.
Paulina tenía "lupus". Yo no entiendo mucho de enfermedades pero me informaron que era una especie de cáncer en la sangre. Estaba siendo desahuciada por los médicos. Sus papás estaban completamente derrotados. No había nada que la ciencia no hubiera hecho por salvarle la vida. Por eso los médicos sugirieron que se la llevaran a su casa para que muriera en paz.
Una hermana pidió oración para Paulina. El Señor nos dio la gracia de ir a orar por ella en el último día que estaría en ese lugar. Confiados en la misericordia del Señor y sabiendo que él es el amo de lo imposible, que le gusta hacer cosas que para los hombres son imposibles, nos acercamos a ella que estaba en esos momentos en compañía de sus papás.
Como Paulina no había hecho su primera comunión no pudo comulgar pero el Señor en su infinita misericordia le dio un pasaje de sanación que fue cuando un padre llevó a su hijo que padecía ataques epilépticos a la presencia de Jesús para que fuera sanado.
Entendiendo el mensaje que el primer enfermo no era el hijo sino el padre que no tenía fe, les dijimos a los papás de Paulina que los verdaderos enfermos eran ellos y que gracias a la bendita enfermedad de su hija, podrían recibir la sanación primero ellos que ella.
Los papás aceptaron su falta de fe en el Señor, comprendieron que ellos no habían llevado a su hija para que fuera sanada, sino su hija los había llevado a Jesús para que obtuvieran su sanación. Sucedió lo mismo que en el pasaje que Jesús nos estaba dando en la oración por la salud de Paulina.
Hace dos semanas nos invitaron a la "Primera Comunión" de Paulina. No se murió, está viva porque creyó en Jesús. Sus papás están felices de tenerla a su lado. En nuestra comunidad podemos decir que efectivamente, Jesús vino hasta nosotros: para sanarnos y liberarnos del pecado mediante una salvación copiosa, para, mediante esa sanación y liberación, darnos una nueva vida, una nueva relación de amor y de unión con el Padre, consigo mismo por su Espíritu Santo.
Esto es cierto. Nadie puede dudarlo, so pena de negar el fin mismo de la encarnación. Sí, ¡este es el gran mensaje de Jesús y el asombroso mensaje de la Iglesia...! continuadora de la obra de Jesús hoy día a través de los creyentes, discípulos del mismo Jesús.
Lo que sucede con el mensaje de sanación y liberación del hombre y este es el gran peligro y riesgo que se corre es que se quede en sólo una gran teoría archivada en nuestras mentes y no pase a ser una realidad viva y práctica en la vida concreta de ese hombre a quien Cristo vino a sanar y liberar.
La sanación en Jesús y por Jesús no es otra cosa que la aplicación práctica de ese mensaje central y medula del cristianismo: el amor del Padre derramado en la creación entera. Lo que les pasó a Paulina y sus papás te puede suceder a ti que está leyendo estas líneas.
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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