viernes, 13 de noviembre de 2009

A quienes buscó primero Jesús resucitado

Cuando Pedro o Pablo predicaban no podían ser escuchados por mucha gente; sin embargo cuando lo hacían, se convertían 5000 con una sola predicación y nosotros con todo y micrófono, con todo y radio y televisión, prensa escrita, tenemos menos poder espiritual que ellos. Entonces la conversión de multitudes no depende de la fuerza que tenga la voz sino el poder que hay en el espíritu, de la fuerza del poder de Dios, y por eso, aunque bajara el volumen de mi voz pero si Dios aumentara la fuerza espiritual yo podría trasmitir con la fuerza suya el poder de su Palabra.
Al celebrar el misterio más grande para los cristianos, la Resurrección del Señor, proclamamos que nosotros no tenemos el cadáver de Jesucristo, porque lo tenemos vivo, resucitado, glorioso y está hoy aquí celebrando la gran fiesta con su pueblo. El pueblo alaba a un Dios que está vivo. ¡Gloria al Señor!
La noticia de la Resurrección del Señor llegó a muchos de boca en boca, pero es muy probable que el mismo Jesús quisiera que el anuncio de que había vencido a la muerte llegara a algunas personas a las que El deseaba manifestarse primero.
Jesús se reservó a unas apariciones muy especiales, se les apareció primero a ciertas personas que seguramente eran las que más lo necesitaban ver vivo, resucitado.
Podríamos pensar que los primeros que deberían haber visto a Jesús tendrían que ser María, su madre y Juan, el discípulo amado, pero no fue así y no porque ellos no lo merecieran.
Jesús resucitó en la madrigada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás, pero tampoco creyeron a éstos. (Mc 16, 9-13)
Este pasaje nos sugiere que hubo dos grupos que lo vieron primero; uno encabezado por una mujer, María Magdalena y otro formado por dos discípulos que iban de camino a una aldea.
¿Por qué Jesús se apareció primero a ellos? ¿Quiénes eran? ¿Cuál era la urgencia de que ellos lo vieran?
María Magdalena no necesita de mucha presentación, aunque Marcos dice, por si alguien lo ha olvidado, quién era esa mujer. Fue aquélla de la que Jesús sacó siete demonios. ¿Qué quiere decir eso de siete demonios? Además del símbolo de los pecados capitales, el número siete, en la Biblia, significa: “siempre”. ¿Te acuerdas cuántas veces hay que perdonar? Siete veces. Jesús dijo: “Setenta veces siete”, o sea que el número siete significa “plenitud”. Al decir que esta mujer tenía siete demonios quiere decir que había estado siempre bajo las ataduras de Satanás, y cuando Jesús murió, esta mujer vio muerta su esperanza así como la posibilidad de su liberación. Por eso Jesús se le apareció y se le apareció vivo, resucitado, a ella, para darle a entender que El había vencido a Satanás, a la muerte y el pecado y que si El había resucitado, también ella podría ahora vivir una vida nueva.
Esta mujer representa a aquéllos que hoy estamos recibiendo el anuncio de la Resurrección, pero nos encontramos atados, esclavizados, amarrados. ¡Cuántos estamos muertos, tal vez, en un vicio, en un adulterio, en una mentira, en un robo!...
Jesús resucitó y rompió las ataduras de la muerte. Hay un precioso símbolo que nos presenta el Evangelio de Juan.
Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. (Jn 20, 5-7)
Cuando Juan y Pedro entraron al sepulcro encontraron las vendas enrolladas sobre sus propios pliegues; o sea que Jesús se había salido de las vendas; no rompió el vendaje con que lo habían envuelto, simplemente se salió de él. Esto muestra que Jesús traspasó el lienzo. Jesús se le apareció a Magdalena para darle a entender que ella podía traspasar, ir más allá de las ataduras que la estaban sujetando.
¿Tú sientes en el grupo de la Magdalena? Si estás atado, date cuenta de que Cristo está vivo y no te sientas muerto. Recuerda que es posible vencer el pecado y la muerte.
Hay otro grupo muy interesante, muy profundo que nos afecta quizá más de cerca, y al que Cristo se aparece recién resucitado.
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; p[ero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El les dijo: “De qué discuten entre ustedes mientras van andando? Ellos se pararon con aire entristecido.
Uno de los llamado Cleofás le respondió: “¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado?” El les dijo: ¿Qué cosas?” Ellos le dijeron: “Lo de Jesús el Nazareo que fue un profeta poderosos en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; como nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. (Lc 24, 13-21)
Releamos la Palabra del Señor y analicemos la actitud de los discípulos. Van de regreso a Emaús, su aldea; están tristes, seguramente van desalentados, llorando, angustiados. Se les une un desconocido que les pregunta de qué hablan y ellos se extrañan de que él no sepa lo que ha pasado en Jerusalén. Le hablan de Jesús, un hombre poderoso, probado, con el poder del Espíritu Santo, de quien creían que habría de llegar la liberación para Israel y ahora tristemente lamentan que ya hace tres días que está en el sepulcro.
A Jesús le urgía aparecerse a estos discípulos que van camino a Emaús porque son los que ya están decepcionados de la fe, decepcionados de Jesús.
¿Alguna vez tú has sentido que vas de regreso a tu aldea? Acaso has dicho: Yo creía que con haber empezado a seguir al Señor todo iba a cambiar, y no fue así. ¿Te has decepcionado de Dios? ¿Has pedido la ilusión que tenías antes?
¡Cuántas habrá que están en ese grupo que ya va de regreso!...
Quizá antes estuviste feliz: cuando hiciste un retiro, cuando escuchaste la palabra de dios dirigida especialmente para ti por primera vez, o cuando oíste el testimonio de alguien que decía: “Hoy, hermano, yo estoy gozoso, y tu compartías su alegría y su triunfo. Ese testimonio lo pudimos dar todo el día que encontramos al Señor... y ¡Cómo estábamos de gozosos!
Hoy, ¿Te sientes igual? o ¿Ya vas de regreso?... ¿Estuviste feliz por haber asistido a una charla? por oír un casette? ¿por ver un programa? por participar en un encuentro? Y vas muy de la mano con tu pareja diciendo: “Ya encontramos a Cristo, ahora nuestra vida ya no es como era antes, hoy todo es amor; desde que oraron por nosotros, desde que oímos el mensaje”... Pero unos días más tarde, él y tú, tú y ella, piensan que se engañaron, que se equivocaron el uno con el otro, que aquello que parecía un recomenzar, un mejorar, un preludio de la felicidad ahora se convierte en un retroceso, en un volver a lo mismo de antes.
¿Has sentido como padre o como madre la inmensa alegría de saber que tu hijo o tu hija que era tibio o que se había desviado, ya es otro? y dices: “Ya ni lo conozco, ¡vieran cómo ha cambiado! Pero después de te contradices: “Era pura ilusión, yo creía que se había transformado”... y te decepcionas y piensas que esa fe que habías puesto, lo que habías visto, era pura ilusión.
Los discípulos de Emaús anduvieron con Jesús tres años y bastaron tres días para que se decepcionaran. Vieron a Jesús hacer milagros durante tres años, lo oyeron predicar tres años y ahora iban de regreso porque tenían tres días en el sepulcro.
¡Cuán fácilmente nos desanimamos, nos desalentamos! Por eso, Jesús que lo sabía dijo: “El que persevere hasta el fin, ése se salvará”.
Hay días en que ves el cielo abierto y te sientes feliz. ¿Sigues así ahora? ¿o estás cansado, aburrido y vas de regreso para tu aldea, a dónde vivías antes, a vivir como lo hacías antes?
Hay algunos con los que yo he compartido la lucha del fracaso espiritual cuando la fe se derrumba y dicen: “Pero, si yo he servido tanto al Señor, Yo he esperado tanto de El y no he recibido lo que esperaba.
Conozco hermanos que incluso se han retirado de la Iglesia, que se van de los grupos diciendo: “Esto ya no es como antes...
Los que ya van de regreso, van decepcionados. Esperaban más, esperaban algo diferente de Jesús. Dicen: “Nosotros creíamos, nosotros esperábamos, nosotros pensando que él iba a ser, pero resulta que se nos muere.
A ésos, a los que ya van decepcionados, a los que están alejándose de Jerusalén hacia su propia aldea, a los que están abandonando el lugar donde está Dios para irse a donde ellos quieren habitar solos, a ellos Jesús se dirige cuanto antes. Y sale corriendo para detener a los que ya se iban, aunque seguramente ardía en deseo de saludar a su Madre.
Tú puedes ser uno de los discípulos que ya van lejos, pues para ti, Jesús hace una carrera muy especial. Todos tuvieron que correr al sepulcro para buscar a Jesús, pero Jesús corrió primero pata detener a los que ya estaban a punto de perder su fe. Si tú estás a punto de regresarte, te has ganado una gran manifestación del amor de Cristo: Va corriendo para ponerse en tu camino y decirte: “¿A dónde vas tan triste y desalentado?” Tú le dices: “Voy de regreso a mi aldea” Y él replica: “Insensato, tardo, torpe, duro de cabeza y de corazón, el Mesías tenía que padecer, pero hele aquí, ¡Está vivo!”
Espero que al releer el anuncio de la Resurrección de Cristo eso te haga correr de regreso a la Ciudad de Dios, a la Jerusalén donde Jesús vive, reina y está actuando con poder. ¡No te vayas lejos a tu propia ciudad!
Jesús no quiere que su sangre se haya vertido en vano, no quiere que nosotros perdamos la gloria de la salvación por un momento de decepción que tengamos ahora.
Si las cosas no han ocurrido como Tú pensabas o creías, si no han continuado como antes eran, tienes que saber que todo ha acontecido según la voluntad de Dios como cuando Jesús les dijo a los discípulos de Emaús: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrar así en su gloria!”. Lc 24, 25-26 ¡Vuélvete otra vez al encuentro, ese encuentro de amor, ese encuentro personal con Jesucristo!
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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