viernes, 6 de noviembre de 2009

Trescientas enfermedades juntas

Hace tiempo nos pidieron oración por una hermana que padecía una enfermedad terminal por necesidad. Las primeras veces que asistimos a su casa nos dimos cuenta de la dimensión del problema y dijimos a Jesús que él es experto en casos difíciles, es más, es el único que la podía sanar. Para Jesús vivo no existe ningún problema, todo es completamente fácil.
Nuestra hermana nos comenta el testimonio de su sanación: mi nombre es Delia, siempre fui una persona con mucho trabajo, no estaba tranquila ni un momento y se me juntó mucha tensión. Y me vino mi enfermedad: cáncer. Yo estaba desesperada, quería morirme, no quería vivir porque esa enfermedad es como si dijera uno: muerte.
Los médicos que me atendieron fuera del país me dijeron que mi cáncer eran “trescientas enfermedades juntas”. Y no me dieron ninguna posibilidad de sanación. En eso vinieron a casa unos hermanos con una buena noticia: “Dios me ama”, me dijeron. Yo sabía que Dios ama a todos pero desde ese día me di cuenta que Dios me ama a mí, esa es la diferencia. Experimenté que causaba interés a los ojos de Dios. Un día cuando estaba más deprimida, cuando quería yo morirme, cuando no encontraba la salida, sentí una llovizna que me cayó en la cabeza, era el mismo Espíritu de Dios el que llegaba a mí y me sanó, en ese momento viví mí sanación. Hay que recordar que Jesucristo relacionó el Espíritu Santo con el agua, veamos el pasaje de “La Samaritana” o cuando Jesús dijo: ríos de “Agua Viva” correrán por los que crean en mí. Allí recobré todos los movimientos que antes tenía. Me sentí completamente sana. Gracias Señor. ¡Bendito seas Señor!
De esto hace aproximadamente tres meses y mi mejoría va en aumento, estoy sana, porque el Señor así lo quiso. Está es la verdad, este es mi testimonio, a mí me sucedió, yo soy testigo del poder de Jesús. Cada día me siento más sana y le pido a Dios que esté conmigo hasta que complete su obra ya que mi enfermedad era muy pesada, era cáncer. Yo me siento física e interiormente curada porque el Señor me tocó. Me han sucedido otras cosas aparte de mi enfermedad y en todas el Señor me ha ayudado, se que tengo que seguir hasta terminar completamente con la enfermedad. ¡Bendito sea mí Señor Jesús que me sanó!
En una reunión de oración con los hermanos que ahora hacen oración en la radio, pedí perdón al Señor por mis faltas, que él me liberara de mis culpas, sentí la presencia del Señor. Y todavía es increíble pero desde que me sanó, siento la presencia de él, como que se quedó conmigo, así lo vivo, cada vez que le pido algo se que me está escuchando, he tenido problemas con mis oídos, con mis ojos, y le he confiado todo, absolutamente todo.
Cuando me traían a Jesucristo para comulgar con él, no veía nada, ahora veo, no al 100% pero me estoy recuperando y cada día veo mejor, y me estoy integrando a mis actividades normales.
En su testimonio Delia añadió: dos médicos me atendían en la ciudad de México, uno de ellos me puso la radioterapia y el otro la quimioterapia. En mi última visita se quedaron sorprendidos, no daban crédito a lo que veían. Dijeron que esto no era obra de ellos, que no era obra humana. Nosotros no tenemos nada que ver con su recuperación, volvieron a asentar, porque yo no debía de estar así como estaba, me dijeron que yo debía estar muerta. Me empezaron a preguntar que si no sentía mal el estómago. No, fue mi respuesta, me dijeron que el pelo no me iba a volver a salir, ya tengo pelo, y me esta saliendo más. Además dijeron que no creían en Dios pero que ahora lo estaban viendo en mí y que eso hacía que creyeran en Dios, que Dios existe, ¡que está vivo!
¡Gloria a Dios!
Para gloria de Dios estamos en oración por la salud de los enfermos en “la Z radio”, 96.3 FM y 1340 AM los domingos a las seis de la tarde. Quiera Dios Padre, quiera Dios Hijo y quiera Dios Espíritu Santo que en estas oraciones recobren la salud los que pongan su fe y confianza en Dios que es Trino y Uno.
En nuestras oraciónes estaremos en primer lugar en adoración, reconoceremos que Jesús es Dios y no solo eso, le diremos que es ‘nuestro’ Dios y también nuestro ‘único’ Dios. Parte esencial es creer en Dios, esperar en El y decirle que lo amamos. La presencia del Espíritu Santo es nuestra fuerza. Recordemos que fue precisamente el Espíritu Santo quien resucitó a Jesús y está vivo para nunca más morir, esa fue la decisión de Papá Bueno.
Parte esencial de la oración es nuestro reconocimiento pecador, pediremos la gracia de ser perdonados, de esta manera nos sentiremos ‘pecadores perdonados’. Invocaremos también la presencia de Mamá María y que así como formó a Jesús y lo hizo un gran Hombre, nos ayude a todos y cada uno como lo hizo con su amado Hijo, hermano nuestro. La alabanza será el cable de alta tensión que nos comunicará con Papá Bueno, Jesús junto con nosotros, lo aremos en espíritu y en verdad. En la acción de gracias mostraremos nuestra gratitud por los beneficios recibidos y que ha veces ni nos damos cuenta que ya los tenemos.
En la lectura de la Palabra de Dios vivimos como se repiten hoy los milagros de hace dos mil años y confirmamos que Jesús es el mismo de ayer, de hoy, de siempre. Además creemos que en la Hostia consagrada está carne su carne y sangre. Los testimonios se dan después de haber puesto en la oración toda nuestra confianza en Aquel que es la resurrección y la vida.
El mismo Jesús que resucitó a Lázaro, que calmaba las tempestades, que limpiaba a los leprosos y multiplicaba panes, estará contigo en la oración. Pediremos al Padre Bueno en el nombre de su amadísimo hijo Jesús por la salud integral de los más necesitados. Papá Dios no le niega nada a su Hijo, y la voluntad de Cristo Jesús es que tú y toda tu familia estén sanos en el cuerpo, sanos en el alma y sanos en el espíritu.
Jesús quiere sanarte y que tú testimonio de sanación salga en esta columna, desea hacer sus milagros igual que en el Evangelio. Atrévete a sanar.
-El días pasados fuimos invitados a Villa Madero para hablar sobre la misericordia de Jesús, este es un tema que nadie puede hablar lo suficiente. Por mucho que se diga humanamente, sería como una gota ante el océano infinito de la misericordia de Dios. El salón donde estaba la comunidad estaba abarrotado, eran más de quinientas personas y lo más importante era que el Santísimo Sacramento estaba expuesto.
Si se pudieran colocar uno sobre otro, todos los pecados de todos los hombres de todos los tiempos, la montaña sería mucho pero mucho muy alta, pero más alta es la misericordia de Jesús que cubre y lava con su Sangre todos nuestros pecados. ¡Gloria a Dios!
El tiempo que daban a cada exponente para transmitir su mensaje era de cincuenta minutos, a nosotros nos dieron hora y media. Pero al Espíritu Santo y a nosotros nos pareció bien que fueran tres horas y media. Y lo mejor, ¡nadie se quería salir! No hubo uno solo que se nos durmiera, que estuviera distraído o indiferente. Esto fue lo que sucedió: a las más de quinientas personas que asistieron al retiro se les pidió que se amarraran las manos con un pedazo de rafia que había sido cortado para tal efecto. Se les dijo que el que no creyera mejor se limitara a ser espectador de lo que estaba por venir. Poco más de trescientas personas aceptaron amarrarse, simbolizando este acto las cadenas a las que estamos atados por el pecado.
Días antes del retiro el Señor Jesús me pedía que llevara unas ‘esposas’ que tengo desde hace algunos años. Cuando lo recordaba tenía mucha paz, cuando trataba de ignorar esa petición me sentía muy inquieto. Fueron cinco días de lucha: ¡me las llevo o no me las llevo! El día del retiro lo primero que hice fue tomar las ‘esposas’ y llevármelas.
Después de que se amarraron los más de trescientos hermanos, tomé las ‘esposas’, se las mostré y dije: aquí están estas ‘esposas’, si hay algún creyente que espere que Jesús lo libere, se las voy a poner. Les quiero decir que: ¡no traigo llaves para abrirlas! El que las va a abrir es Jesús, el que está encerrado en esta custodia y que dejó de ser pan para transformarse en Carne y Sangre de Jesús de Nazareth. No terminé de decir lo anterior cuando una señora pidió ser ella la que fuera encadenada, como ya estaba amarrada le dije que diera oportunidad a otra persona para ser esposada. Otra señora lo pidió y fue a ella que le puse las ‘esposas’ que no había llave para abrirlas.
El ministerio de canto inició con alabanzas a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Desde los primeros minutos, a más de setenta hermanos se les cayeron las ataduras que minutos antes se les había puesto con nudo ciego. Pasó el tiempo y las ‘esposas’ no se abrían. Seguía la alabanza, todos pusimos toda nuestra confianza en Aquel que después de tres días de muerto venció a la muerte y al pecado, se salió de la tumba y está vivo para nunca más morir.
A escaso metro de distancia del Santísimo Sacramento estaba Graciela con sus manos esposadas alabando a Dios Padre, alabando a Dios Hijo, alabando a Dios Espíritu Santo. Después de ‘noventa’ minutos de alabanza, nuestra hermana oraba así: “Señor Jesús no me quites las esposas que tengo puestas, cámbiame primero mi corazón que está podrido”. Después de escuchar su petición sentí en lo más profundo de mi ser la intención de orar de esta manera: en el Nombre de Jesús a ti te digo ‘esposas’: “ábranse”. Enseguida llegó la mamá de Graciela y abrazadas se pusieron a llorar breves segundos, también un sobrino hizo lo mismo. Graciela estaba con sus manos esposadas y las tenía juntas sobre su pecho, en ese mismo momento se le corrieron las esposas, se “resbalaron” de su mano derecha y me las mostró. A continuación tomé su mano izquierda y recorrí las esposas. ¡Así, quedó completamente libre!
Antes de levantar las esposas ante la comunidad y que nuestra hermana levantara sus manos libres de cadenas, se las mostré a nuestra hermana Nina, que hizo la oración de sanación de recuerdos, que con una cara de admiración, gozo, alegría y todo lo que se le parezca alabó a Dios por lo que estaba haciendo con la comunidad de Villa Madero.
En su testimonio nuestra hermana dijo: soy muy tímida, no me explico por qué pedí ser encadenada, pero esta es la experiencia más grande de toda mi vida, Además padecía fuertemente de mi riñón, y desde ese día el dolor ya no lo tengo. Además de romper mis cadenas y cambiarme el corazón, Jesús me sanó del riñón.
Quiero agregar que las esposas cuando empiezan a cerrarse tienen una cremallera que se va cerrando diente por diente, hasta quedar justas a las manos y permanecen apretadas. A nuestra hermana no se le abrieron, sus manos como que se le “adelgazaron” y por eso fue que quedó libre. Quiera Dios que en la oración por los enfermos de “La Z radio” 96.3 FM y 1340 AM de las seis de la tarde de hoy domingo, se te adelgace el pecado para que pueda pasar Jesús que está vivo y te sane también a ti de tus enfermedades, debilidades, vicios y todo lo que se le parezca.
Si nuestro Papá Dios en su infinita misericordia nos mandó a su amadísimo hijo Jesús, ¿existe algo que no nos pueda o quiera mandar? Todo lo que hizo Papá Dios desde toda la eternidad, quiere que ya lo estemos disfrutando, llámese salud, carismas, dones, regalos, vida en abundancia, alegría, buen humor... y todo lo que se le parezca. Si un Hombre se salió de la tumba, si un Hombre resucitó, ¡todo puede suceder! La dirección electrónica para pedir el libro “Jesús está vivo” del P. Emiliano Tardif es: abbaap@hotmail.com El teléfono completo para pedir oración por los enfermos: 0444431 112583
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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