viernes, 19 de marzo de 2010

Conviene que me quede en tu casa

Jesús se autoinvitó a la casa de Zaqueo, él y toda su familia lo recibió junto con sus discípulos, pues Jesús nunca va solo. Zaqueo no se sentó en el brocal del pozo, pues le colgarían los pies; prefirió desamarrar las correas de sus sandalias y acomodarse en el suelo, recargándose en el brocal del pozo de piedra. La elegante señora se sentó en un banco de cedro de Líbano, junto a una de las estatuas griegas que había en el jardín. También allí estaban los dos pequeños, llamados Zaqueito y Zaqueita.
Mateo se sentó junto a Zaqueo y le dijo brevemente y en voz baja: "Yo era igual que tú; pero una mañana que estaba sentado en el despacho de impuestos, entró este carpintero. Yo pensé que venía a pagar impuestos, pero se quedó mirándome y simplemente me dijo: 'Sígueme'. Esa tarde comió en mi casa y allí entendí que él no había venido por los justos, sino por nosotros, los pecadores. No son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos...".
También allí estaban los colegas de Zaqueo y otros más de la mafia y la política que, por extrañas coincidencias de "aquellos tiempos", solían trabajar juntos en algunos negocios. Todo estaba fríamente calculado por Jesús. Su plan no era convertir a Zaqueo cuando se encontraba encaramado en el sicómoro de la esquina de la calle. Prefirió llevarlo a la sombra de aquel árbol de mostaza, donde cantaban alegremente las aves del cielo.
Cuando ya todo mundo estaba en silencio y atención expectante, Jesús comenzó a decir con claridad y autoridad: "La vida de ninguno está asegurada por las riquezas que posea. Por eso, no conviene amontonar tesoros para esta vida, donde la polilla los corroe y los ladrones los roban. ¿No se dan cuenta que donde está su tesoro, allí está su corazón?". Las riquezas son injustas y producen cardioesclerosis: el corazón se endurece y se hace insensible frente a las necesidades de los demás. No se puede servir a Dios y al dinero, por lo que hay que tomar la determinación de a quien se prefiere. Más bien, bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Mientras colocaban delante un exótico platillo oriental, con hierbas amargas y miel silvestre con dátiles, Jesús continuó: "No se preocupen por lo que van a comer. Miren los pajaritos que están cantando arriba de este árbol. Ellos no siembran, ni cosechan, y mi Padre celestial todos los días los alimenta. Tampoco se preocupen por los bordados damasquinos, las sedas y los encajes de Tarsis. Miren aquellos lirios del campo más allá de la cerca; no hilan, ni tejen, y ni el riquísimo rey Salomón se vistió como uno de ellos...".
Tanto Zaqueo como doña Zaquea, estaban profundamente conmovidos por las palabras del carpintero de Galilea, que no hablaba como los escribas ni como el jefe de la sinagoga. En seguida, Jesús, poniendo su mano derecha sobre la cabeza de Zaqueo, dijo: "Nadie, por más que quiera, puede añadir unos centímetros a su estatura...". Zaqueo asintió con su cabeza, dándole toda la razón a Jesús, el cual continuó: "Entonces ¿por qué se angustian? Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura".
"Zaqueo, ten cuidado, de toda codicia.. Es mejor atesorar en las eternas moradas. De esta manera obtendrás un tesoro en el cielo". Zaqueo volteó a ver a su mujer, la cual estaba igualmente en un rápido proceso de conversión. Jesús le había tocado también el corazón y comenzaba a desprenderse de sus anillos y collares.
El rico de Jericó tomó en esos precisos momentos otra inmediata decisión que no podía esperar más. Se levantó del suelo donde estaba sentado. Sin siquiera sacudirse la túnica, se subió de un brinco al brocal del pozo, desde donde pudiera ser visto y oído por todos, y dirigiéndose a Jesús, dijo en voz alta: "Señor, ahora mismo doy la mitad de mis bienes a los pobres. Y de la otra mitad que me queda, si es que en algo defraudé a alguien, le daré cuatro veces más de lo que le quité".
Jesús había logrado su cometido: que el peor de todos lo pecadores de Jericó se abriera al amor misericordioso y providente de Dios. Por su parte, doña Zaquea ya se había quitado sus brazaletes, que eran como grillos que la encadenaban, experimentando así la libertad de no depender de las cosas de este mundo. Cuando la vio su esposo, le dijo: "Nunca me había dado cuenta que tú eras más hermosa que los collares de oro y marfil que llevabas. El resplandor de tus joyas no me dajaba descubrir la luminosidad de tu mirada".
Cuando Jesús escuchó la confesión sincera y decidida de Zaqueo, le dijo: "Hoy, este día, al entrar yo en tu casa, entraba la salvación a tu hogar. Quien me recibe a mí y a los míos, encuentra la salvación".
Jesús no rechazó ni a Zaqueo ni a su riqueza. Se fue con él y entró a su casa. Se sentó en los cojines importados y comió la exquisita comida, frente a los tapices persas y las estatuas griegas. Jesús amó tanto al rico Zaqueo, que éste renunció libremente a sus riquezas. ¿De qué hubiera servido que Jesús rechazara sus injustas riquezas, si el rico continuaba apegado y dependiendo de ellas? Cuando el recolector de impuestos se sintió aceptado incondicionalmente por Jesús, prefirió la perla preciosa, más que a sus riquezas. Cuando Zaqueo percibió que no era posible servir a dos señores, escogió sin titubear al Señor de las cosas, renunciado voluntariamente a ellas.
Ese día, como casi todos, no hubo ningún convertido en la sinagoga, mientras que en la casa del rico de Jericó, se convertía no sólo un hombre, sino una comunidad familiar. Jesús no convirtió a Zaqueo cuando estaba encaramado en las ramas del sicómoro, columpiando sus pies en el aire. Quiso llevarle hasta su casa, al lado de su esposa y junto a sus hijos. El plan de Jesús no era sólo transformar a un individuo, sino a una comunidad, ya que si la hermosa señora seguía con las mismas exigencias de la vida de antes, Zaqueo hubiera tenido que volver a robar y hacer trampas en las cuentas, para satisfacer todas las superfluas necesidades de la belleza femenina. Por eso Jesús actuó de la forma más inteligente: no convirtió a un hombre aislado, sino a toda la familia.
Si Zaqueo no era considerado miembro del pueblo de Israel, Jesús le dice que ciertamente es un hijo de Abraham, porque ha tenido fe en él y creído en su palabra de vida eterna. O sea, que aunque no se pertenezca al pueblo de Israel, se puede pertenecer a la familia de Abraham, constituyéndose así un pueblo nuevo, una nueva familia.
Según el implacable juicio de la ley, al asociarse Zaqueo con el poder del invasor pagano, se había convertido automáticamente en enemigo del pueblo de Dios, desheredado de la Promesa. Sin embargo, Jesús lo lleva hasta su raíz, hasta el padre de la fe: Abraham. Al nuevo pueblo de Israel no se pertenece por la sangre ni por la carne, tampoco por una credencial azul y blanca con una estrella de seis picos. Todo el que cree en Jesús forma parte de la descendencia de Abraham.
La familia de Abraham no está compuesta por los cumplidores de la ley, sino por los pecadores que han sido buscados y encontrados por Jesús, y le responden con un valiente y decidido acto de fe.
Jesús permaneció todo el día y la noche en la casa del neoconvertido, participando de la paz y alegría que brota de la justicia. Si Jesús había entrado a una cueva de ladrones, al día siguiente salió del templo de una familia convertida. Jesús no fue a la sinagoga, pero sí estuvo en un templo no fabricado por mano humana, donde en Espíritu y en Verdad se le reconoció como Señor.
Te invitamos a la oración por la salud de los enfermos ante el Santísimo expuesto mañana y todos los lunes en el templo de El Carmen a las cinco de la tarde. Jesús que está vivo repite lo que hizo hace dos mil años: sanar a los enfermos. Si estás enfermo o conoces alguno es tiempo de que reciban lo que tiene Jesús para ti y los tuyos: “El amor de Dios derramado en tu corazón por el Santo Espíritu que les ha sido dado”. Si deseas las seis columnas semanales diferentes que se publican los domingos en los tres principales diarios de Morelia, localízalas en Blogger: jesusestavivoenmorelia.blogspot.com y en Twitter: twitter.com/jesusestavivo Si quieres recibirlas cada ocho días en tu correo, haz click en el cuadro naranja y automáticamente las tendrás. Hoy y todos los domingos en la Z radio, 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital, “La Palabra” cuarenta y cinco minutos en comunicación con Jesús vivo que sigue sanando a los más necesitados que creen que él tiene todo el poder en los cielos y en la tierra. Visita nuestra página web: www.jesusestavivo.org.mx y vive los 220 videos de misas, evangelización y testimonios de sanación de lo que Jesús hace en su Morelia. Manda tu petición de oración por tus enfermos a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx y te mandaremos un libro de más de 200 testimonios de sanación, además el libro del P. Emiliano Tardif.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
aurelio@jesusestavivo.org.mx

No hay comentarios: