viernes, 2 de julio de 2010

La cruz siempre da miedo

En una de sus fábulas, Esopo muestra a Prometeo fabricando al hombre con barro y ablandando la arcilla con lágrimas. Muy significativo y poético. Las lágrimas como algo esencial de la naturaleza humana. Lo dramático del hombre es empecinarse en no aceptar esta realidad. Como el niño rebelde que patalea cuando le ordenan algo que le disgusta, así el ser humano recalcitra cuando reflexiona que su barro está humedecido con lágrimas: pero esas rabietas no arreglan nada. A pesar de esfuerzos sobrehumanos del individuo por alargar sus noches de placer, a despecho del ingenio que busca desesperadamente un refinado confort, cada día se abren nuevas clínicas de psiquiatras adonde seres atormentados acuden a vaciar la amargura que los sofoca.
El cine, la literatura de nuestra época, tal vez sean los testigos más fehacientes de esta tristeza profunda del ser humano. El desenfrenado uso de las drogas y el licor no es otra cosa que la titánica lucha del hombre por construirse un paraíso artificial adonde poder escaparse de su angustia.
Nuestro mundo parece que quisiera arribar al cielo en un jet. Sería muy placentero. Una simpática aeromoza que invita a los viajeros a apretarse el cinturón. Motores que ronronean durante unas cuantas horas, y se aterriza. Todo muy fácil. Basta disponer de unos dólares. La verdad es que en el cielo no hay aeropuertos. Al paraíso sólo se va por un camino empedrado en el que se ven las sangrientas huellas de alguien que va adelante: Jesús.
Cuando los líderes políticos hacen su campaña electoral, prometen mares y montes: facilidad de conseguir una casa, mejor posición en el trabajo, arreglo de calles, etc. Con estudiada demagogia no hacen sino atacar el lado flaco de los hombres: su afán de vivir confortablemente. Si les prometieran algo espiritual, se quedarían sin adeptos. Lo que admira en el Evangelio es la desnuda sinceridad. Allí todo está claro, sin paliativos, sin agua azucarada para engañar a los ingenuos. A Pedro el Señor le asegura que los que lo han dejado todo por seguirlo, recibirán cien veces más, pero con persecuciones. (Mc 10,28-30)
Nada de casas a bajo precio, ni de aumento de sueldo. Condición indispensable que Jesús pone a sus seguidores es tomar sobre los hombros la propia cruz. A los discípulos, como despedida, Cristo les dice: "Así como me persiguieron a mí, así los perseguirán a ustedes",
Jesús hubiera sido el pesimista más grande del mundo, si sus discursos no constaran de dos partes; en la primera se habla de renuncia; en la segunda, se menciona la recompensa: "Ustedes gemirán y llorarán mientras el mundo reirá, pero su tristeza se cambiará en alegría…". Jn 16,20
El pesimista hace que los demás huyan de él. Es que todos buscan a alguien que les enseñe el camino de la felicidad. En la literatura moderna se da el caso de autores pesimistas que están de moda; lo cierto es que muchos de sus admiradores, en determinado momento, ya no los resisten más y sienten la urgente necesidad de ver una película de Walt Disney.
Cristo no fue ningún pesimista. Las masas lo seguían aunque les exponía la verdad cruda acerca de la vida. El mensaje del Señor está impregnado de optimismo. Allí se habla de sufrimiento que tiene un valor trascendental, de dolor que beneficia al que sufre. En el texto del Sermón de la Montaña hay un doble plano: en el primero, Cristo habla de los pobres, de los que sufren, de los que lloran. En el segundo plano están los oyentes que intuyen que se trata de pobres que se vuelven millonarios, de llorosos cuyas lágrimas se terminan, y se ponen a gritar de júbilo. Todo el Evangelio es la buena nueva de la esperanza, de la alegría. Con razón Pablo recomendaba: "Estén alegres, se los repito, estén siempre alegres". (Fil 4,4)
El drama del hombre consiste en no saber sacar partido de su dolor. Robert Stevenson habla de dos prisioneros que se acercaron a los barrotes de la prisión. Uno fijó la mirada en el suelo y vio barro; el otro levantó la vista hacia el cielo y contempló centenares de estrellas. Así sucede con el dolor. A unos los convierte en amargados; a otros, en cambio, los santifica.
El prototipo del hombre que supo sacar partido de su dolor es Simón Cireneo. Lo tuvieron que “obligar” a llevar la cruz del Señor. Cireneo al principio se “resignó” y avanzaba a desgana; pero luego captó el significado de su misión y “aceptó” ser el ayudante del Mesías. En ese momento su tristeza se convirtió en felicidad.
Con los santos se ha repetido la misma historia. Pedro quiso disuadir a Cristo de ir a Jerusalén para cumplir su trágica misión. Mientras Jesús hablaba de sufrimientos y renuncias; los discípulos discutían quién sería el primero en el reino; pero las cosas cambiaron. En los "Hechos de los Apóstoles", se lee que después que los discípulos habían sido maltratados y flagelados salían de los tribunales felices porque habían sido dignos de sufrir por Cristo. Los santos son los auténticos Cireneos que han sabido desentrañar el mensaje cifrado del dolor. Su vida es un fino tejido de sufrimientos y contradicciones. Hay muchas lágrimas; pero al mismo tiempo una sonrisa siempre fresca a flor de labios. Al aceptar la cruz, han detectado el verdadero significado del sufrimiento. Sólo así se explica la actitud casi humorística de San Lorenzo que, mientras es quemado vivo en una parrilla, le dice a su verdugo: "Voltéame, pues de este lado ya estoy asado".
A la par de Cristo fueron crucificados dos malhechores. Los dos eran ladrones; los dos sufrían igualmente. Para el de la izquierda el dolor sólo sirvió para hacerlo más malo y blasfemo. El de la derecha, en la frontera misma de la eternidad, llegó a intuir lo que valía sufrir a la par de Cristo. Y Jesús lo salvó. En la vida, queramos o no, todos tenemos que llevar una cruz; será de oro, de madera o de marfil; pero siempre será una cruz que pesa y que está fabricada a nuestra medida. Lo que interesa no es llevar "con resignación" la cruz, pues entonces hay un doble sufrimiento: el peso de la cruz que gravita sobre el hombro y la amargura del que sufre. El secreto de la vida está en saber "aceptar" la propia cruz. Entonces sólo se siente el peso externo de la misma, pues en el alma hay un gozo espiritual, la alegría del Cireneo que sabe que va a la par de Cristo que siempre conduce por un camino seguro hacia la felicidad.
Cuando los hombres nos ponemos a construir imágenes de Dios, nos salen muy mal. Algunos idearon a Dios en un sillón y nubes; quisieron hablarnos de su poder, pero resulta que les salió un dios lejano, distante. Otros delinearon un ojo en medio de un triángulo para hablarnos de que Dios está presente en todas partes; pero a muchos ese ojo les mira como con aire detectivesco, le tienen miedo. Jesús, que conocía muy bien el corazón del hombre nos dio una imagen inigualable de Dios; lo presentó, como Buen Pastor.
En tiempos de Jesús, en Palestina, se dedicaban más al pastoreo que a la agricultura. Todos tenían muy bien visualizada la imagen de un pastor; sabían que era una "vocación", algo “de sangre”, Por eso cuando Jesús se presentó como un Buen Pastor lo entendieron plenamente y no le tuvieron miedo.
En dos oportunidades, Jesús quiso servirse de la imagen del pastor para hablar de Dios. Cuando quiso referirse a la misericordia de Dios, lo insinuó como un pastor que en medio noche deja a las demás ovejas y va en busca de la oveja perdida. En otra oportunidad, Jesús dijo que El era un buen pastor que conocía a todas las ovejas, y las llamaba por su nombre.
Vivimos en una sociedad tecnificada. Nosotros hemos pasado a ser "cosas", "números". Lo que importa de nosotros no es nuestro nombre, nuestra personalidad, sino nuestra capacidad de producir. No es raro encontrarse con patrones que después de tener durante varios años a un empleado, le dicen: "Eh, usted, venga para acá", No conocen su nombre; sólo les interesa su aptitud de servicio. Ese es el peligro de nuestra sociedad; que nosotros pacemos a ser "piezas de un inmenso ajedrez", que una mano despiadada quiere mover a su antojo.
Para un pastor esto es inconcebible. Un pastor le ha puesto a sus ovejas nombres muy significativos. A una la llama “la que nació junto al río”, a otra la nombra “la de la patita quebrada”. Cada una tiene un nombre característico. Jesús, el buen pastor, llama a la gente por su nombre, Un día se encontró con un pescador y le dijo: "Tú te llamas Simón, pero en el futuro te llamarán Cefas".
Al curioso hombrecillo subido en un árbol, le dijo: "Zaqueo hoy quiero cenar en tu casa". Al emberrinchado apóstol, que quería meter su mano en el costado de Cristo, le dijo: "Tomás, no seas incrédulo". A todos se les acercaba y los llamaba por su nombre, porque para él son individuos, hijos de Dios. Uno de nuestros cantos religiosos, dirigiéndose a Jesús, le dice: "Me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre". Cuando se ha tenido un verdadero encuentro con Jesús, se experimenta que para él no somos números o cosas, sino que cada uno de nosotros tenemos un nombre que él repite con cariño.
El pastor tiene una costumbre muy cariñosa. Al volver al redil, cruza su vara sobre la puerta del redil para que cada oveja tenga que pasar debajo de la vara. Así se da cuenta si alguna oveja tiene algún rasguño; a cada una le va diciendo una palabrita alentadora.
Dios no debe ser algo abstracto, sino algo personal y concreto para cada uno. Así lo sintieron y expresaron los grandes santos de la Biblia. Jeremías (1,5) manifestó que Dios lo conocía ya antes de que se formara en el seno materno. San Pablo escribió: "Me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó a su servicio".
Natanael se dio cuenta de que cuando se acercó a Jesús, El ya lo conocía, y le preguntó que cómo era eso. Jesús le contestó: "Cuando estabas debajo de la higuera, te vi", David, en el salmo 139, nos expone magistralmente cómo se sentía él, conocido a profundidad por Dios. Algunos versos de este salmo lo expresan maravillosamente: "Aun de lejos te das cuenta de mis pensamientos". "No tengo la palabra en la lengua y tú ya la conoces". "Me has rodeado por todos lados". "Si subo a los cielos, allí estás tú; si bajo al abismo, allí te encuentro", "Tus ojos vieron mi cuerpo en formación".
David experimentó a Dios rodeándolo, pero no persiguiéndolo como un verdugo. Intuía que Dios sondeaba sus pensamientos y que antes que sus palabras asomaran a sus labios, ya el Señor las conocía. David también, como Jeremías y Pablo, llegó a captar, que antes de nacer, Dios ya tenía no "un destino" -concepción pagana-, sino un "plan de amor" para su vida.
Cuando se experimenta a Dios así no se puede hablar de "lejanía de Dios", ni de "muerte de Dios", al estilo de pensadores modernos. Es que el Dios de algunos filósofos, muchas veces, es un Dios extraído de sus retorcidos pensamientos y no arrancado de las páginas de la Biblia, que es el único libro que nos puede decir cómo es Dios.
El pastor emplea una manera peculiar de comunicarse con sus ovejas. Ellas han aprendido a adivinar la voz de su pastor: será un silbido delicado, será una voz de mando o de aquietamiento, un grito para poner alerta contra el peligro.
Algo constante en los personajes bíblicos es que aprendieron a distinguir la voz de Dios en todo. Tal vez algunos se imaginan que Dios se les presentaba en forma humana y platicaba con ellos. A la luz de la Biblia no es así. Moisés escuchó la voz de Dios en el arder de una zarza. Más tarde, cuando Moisés había ido adquiriendo más y más confianza con Dios, le pidió "ver su rostro". Dios, metafóricamente le contestó que sólo le permitiría verlo de espaldas". En la Biblia se acentúa que nadie puede ver a Dios y seguir viviendo. Y así es. Porque en el momento que alguien haya visto a Dios, es señal de que ya está en un "mundo nuevo". Moisés tuvo la experiencia de sentir a Dios de una manera más experiencial. Estamos en un mundo lleno de voces e ideas. Como las ondas sonoras se arremolinan para entrar en nuestro radio receptor, así las voces humanas se entrelazan con la voz de Dios y quieren llegar hasta nosotros. Hay que aprender a sintonizar la voz de Dios en la frecuencia correspondiente.
Cuando las ovejas aprenden a distinguir la voz de su pastor de entre las voces de otras personas, llegan a gozar de paz, de seguridad. Saben que su pastor las pondrá al tanto de cualquier peligro, que les indicará lo que les convenga para su bien. Cuando aprendemos a distinguir y escuchar la voz de Dios en nuestra vida.
La oveja, tranquila, se dedica a producir lana; sabe que su pastor cuidará que ella tenga buenos pastos y agua pura. Entregar su lana al pastor es un acto de quietud por medio del cual la oveja le demuestra al pastor su agradecimiento. Así lo han experimentado los que aprendieron a confiarse en Jesús, el Buen Pastor.
Pablo, que había tenido que vivir en muchos lugares tan distintos y enfrentarse a sin número de penalidades, escribió: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que les falta conforme a las riquezas que tiene en Cristo Jesús. (Fil 4,19) Pedro, que en otro tiempo había sido muy impetuoso y desconfiado, también cambió de manera de pensar: "Echen en él sus ansiedades, escribió, porque Jesús cuida de ustedes". (1Pe 5,6)
Jesús nos puso alerta contra la ansiedad. Estar ansioso para Jesús equivalía a olvidar que se tiene un Padre que cuida de aves y lirios y que con mucha mayor razón tiene que cuidar a sus hijos. Jesús por eso afirmó: "Vengan a mí todos los que están atribulados y cansados que yo los haré descansar". Sabía Jesús que el peso de la tribulación nunca falta. Pero quiso que supiéramos que él seguía siendo nuestro buen Pastor para saber ayudamos a llevar esas cargas hasta el punto de que ya no les tuviéramos miedo, y sintiéramos paz junto a él.
“Yahvéh es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan. Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahvéh a lo largo de los días”. Salmo 23
La Misa que celebró Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro a las 9 de la mañana se transmitió por la televisión mundial en vivo por internet y ya está en nuestro archivo. Puedes verla las veces que quieras. En vivo, ya pasó o en repetición en nuestro sitio web: www.jesusestavivo.org.mx Haz clic en el rostro de Jesús en la imagen de la televisión y aparece todo nuestro archivo. La transmisión en vivo en la televisión mundial por internet del programa “La Palabra” es a las seis de la tarde. Escucha y “ve” 45 minutos en comunicación con Jesús que está vivo por la Z radio 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital. Proclamación de la Palabra de Dios y oración por la salud de los enfermos con testimonios de sanación en el templo de El Carmen mañana lunes de 17 a 20 horas y también por internet en televisión en vivo a todo el mundo.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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