jueves, 24 de junio de 2010

La Eucaristía es vida

Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Y la Eucaristía es el mismo Jesús de Nazareth, que viene a traemos vida y «vida en abundancia» (Jn 10,10). ¿Estás vacío, triste, angustiado, desesperado? Ahí está Jesús que te espera. No le tengas miedo. Acude a El con confianza. El es tu Dios y te dice: «No tengas miedo, solamente confía en Mí» (Mc 5,36). La Eucaristía es la fuente de la vida, de la verdadera vida, de la vida eterna. ¿Estás sediento de amor, de paz, de alegría, de comprensión? Ahí está Jesús que te saciará tu hambre y tu sed. El te dice: «Yo soy el pan de vida, el que viene a mí ya no tendrá más hambre, el que cree en mí, jamás tendrá sed» (Jn 6,35). «Yo soy el pan vivo bajado del cielo, si alguno come de este pan, vivirá para siempre y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo» (Jn 6,51).
«Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él... el que me come vivirá por mi, el que me come vivirá para siempre» (Jn 6,53-59). Jesús es fuente de vida y quiere, a través de nosotros, serlo también para los demás. Por eso, nos dice: «El que cree en mí, ríos de agua viva correrán de su seno» (Jn 7,38). Asistamos, pues a la celebración eucarística a colmarnos de vida divina para que podamos después compartirla con nuestros hermanos. Recordemos a todos, lo que dice Jesús: «El que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida» (Ap 22,17). «Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, le daré gratis de la fuente de agua de vida... y seré su Dios y él será mi hijo» (Ap 21,6-7). «Si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba» (In 7,37).
Sí, Jesús es la vida de nuestras almas, pero ¿cuántos creen en El? ¿Cuántos lo reciben con amor? y Cristo sigue gritando a los cuatro vientos: «Esto es mi Cuerpo, que es entregado por vosotros, haced esto en memoria mía... Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. (Lc 22, 19-20). Y Pablo insiste: «Sed vosotros jueces de lo que os digo: el cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso la comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos, ¿no es acaso la comunión con el Cuerpo de Cristo?» (1Cor 10,16).
«Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que fue entregado tomó pan y después de dar gracias lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros, haced esto en memoria mía. y asimismo después de cenar tomó el cáliz, diciendo: Éste es el cáliz de la nueva alianza en mi sangre, cuantas veces lo bebáis, haced esto en memoria mía... Así pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, cada uno a sí mismo y coma del pan y beba del cáliz, pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación» (1Cor 11,23-26).
La Eucaristía es «el manjar de los ángeles» (Sab 16,20), «el pan de los fuertes» (Sal 78,25), «el pan de los cielos» (Sal 1 05,40), «el pan vivo bajado del cielo» (In 6,51). Es por esto que el que comulga con frecuencia, sentirá en su alma una fortaleza extraordinaria para afrontar los problemas de la vida diaria y se conservará fuerte y joven espiritualmente, porque estará recibiendo vigor del Dios eternamente joven, que nunca envejece y que es fuerte sobre todas las cosa!
El año 1901 se cerraron en Francia todos los conventos y expulsaron a los religiosos, pero se permitió que continuasen en el hospital de Reims las religiosas enfermeras. Un día llegó allá la comisión inspectora del Concejo municipal y le invitó a la Superiora a enseñarles todas las salas. Abrió la primera sala: todos eran enfermos de cáncer, ellos pasaron de largo... Abrió la segunda, la tercera, la cuarta... todos eran enfermos de gravedad. Los miembros de la comisión no se detuvieron en ninguna sala. Uno de ellos, al despedirse, le preguntó a la Superiora:
-Usted ¿cuánto tiempo lleva aquí? -Cuarenta años. -y ¿de dónde sacó fuerzas para aguantar? -Comulgo todos los días. Si no estuviese conmigo Jesús sacramentado, no habría podido resistir.
Sí, allí en la Hostia santa, está el poder infinito de un Dios, no ha querido escoger el rayo para manifestar su poder, ni el diamante con todo su brillo cautivador. No escogió el rocío, tan dulce y agradable para acercarse a los hombres. Tampoco escogió la rosa tan hermosa. Quiso escoger, para esconderse y acercarse a nosotros, un pedazo de pan. Y nosotros ¿por qué estamos tan hambrientos y sedientos, cuando hay tanto alimento en la Eucaristía? ¿Por qué helamos de frío espiritual, cuando hay tanto fuego ante el altar? ¿Por qué perdemos en las tinieblas del pecado, cuando hay tanta luz y tanta vida en Jesús Eucaristía?
Que no te pase a ti como a aquellos pasajeros de un barco averiado en alta mar. Iban a la deriva y llegaron a las costas del Brasil, pero se estaban muriendo de sed... Cuando llegó el barco salvador, todos a una exclamaron: ¡Agua! ¡Agua! ¡Dadnos agua, que morimos de sed! y los del barco les dijeron: ¿por qué no beben el agua del mar? Están rodeados por todas partes de agua y esta agua es buena, porque es del río Amazonas, que hace potable el agua del mar varios kilómetros después de la desembocadura. ¡Bebed, bebed y quedaréis saciados! Se estaban muriendo de sed, como tantos católicos, que tienen la fuente de la vida a su disposición, y no saben o no quieren beber del agua de la verdadera vida, que es Cristo Jesús.
Te puede pasar también como a aquel hombre que tenía una finca, donde había un salto de agua muy grande. Durante muchos años, sus amigos le decían que pusiera una turbina para generar corriente eléctrica, y él no hacía caso. Cuando ya fue viejo, un día se le ocurrió seguir los consejos de sus amigos y se admiró del tesoro que había tenido tanto tiempo olvidado. Pudo obtener electricidad para todos los pueblos cercanos e, incluso, para varias fábricas que se establecieron en el lugar, y entonces pudo decir: ¡Cuánta energía perdida! Cuánta energía espiritual perdida por desidia, por ignorancia o por comodidad. Acude a la Eucaristía. La comunión te dará fuerza y alegría al alma. Te llenará de una nueva vida y te rejuvenecerá el espíritu.
¡Ven Jesús! Ven, a mi corazón. ¡Dame tu vida y lléname de amor! Tú eres fuente inagotable de aguas vivas. Tú eres la vida de mi vida. Tú eres mi Señor y mi Dios.
Juan Pablo II, El Grande, decía que «la Eucaristía es el más grande don que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a la Iglesia» (31-10-82). Es el «tesoro más precioso». En la celebración eucarística, «por la consagración del pan y del vino, se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la sustancia de vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transustanciación”. De ahí que, en la Eucaristía, bajo las apariencias de pan y vino se hace presente una nueva realidad: ¡Jesús, vivo y resucitado! «Esto quiere decir que, después de la consagración, no queda ya nada del pan y del vino, sino solas las especies, bajo las cuales está presente, todo e íntegro, Cristo en su realidad física, aun corporalmente presente, aunque no del mismo modo como están los cuerpos en un lugar».
«La Iglesia enseña y confiesa claramente y sin rodeos que en el venerable sacramento de la santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente nuestro Señor Jesucristo, bajo la apariencia de esas cosas sensibles». En este sacramento está «Cristo mismo, vivo y glorioso... con su Cuerpo, sangre, alma y divinidad» (Cat 1413). Esta presencia real de Cristo en la Eucaristía «se llama real, no por exclusión, como si las otras presencias no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es sustancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro». Y está presente «no de una manera transitoria, sino que permanece en las hostias, que se conservan después de la consagración, como pan bajado del cielo, absolutamente digno, bajo el velo del sacramento, de honores divinos y de adoración» (Pablo VI en Burdeos 12-4-66).
Por eso, el sagrario, donde está Jesús, «debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la Iglesia y debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento».
«La Eucaristía es la fuente y cima de toda la vida cristiana... La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir; Cristo mismo» (Cat 1324). Por eso, «para que la Iglesia pueda desarrollarse, es preciso poner de relieve el carácter central de la Eucaristía, en virtud de la cual y alrededor de la cual, la comunidad se forma, vive y llega a su madurez» (carta aprobada por Juan Pablo II. 1-10-89). Según el ritual de la Eucaristía fuera de la misa: «La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana y el manantial y la meta del culto que se brinda a Dios».
«La Eucaristía es el centro de la comunidad parroquial. Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento es a Cristo, total y realmente presente, a quien encontramos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocerlo bajo las especies de pan y de vino al Señor Jesús... Es importante conversar con Cristo. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual de la Iglesia. Por eso, exhorto a todos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en su presencia. La Eucaristía está en el centro de la vida cristiana... Recomiendo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, al igual que a los laicos, que prosigan e intensifiquen sus esfuerzos para enseñar a las generaciones jóvenes el sentido y el valor de la adoración y el amor a Cristo Eucaristía» (Juan Pablo II, El Grande. 28-5-96).
La Eucaristía debe ser también el centro, especialmente, de cada casa de religiosos. Dice el canon 608: «Cada casa ha de tener al menos un oratorio, en el que se celebre y esté reservada la Eucaristía y sea verdaderamente el centro de la Comunidad». « en la medida de lo posible, sus miembros participarán cada día en el sacrificio eucarístico, recibirán el Cuerpo Santísimo de Cristo y adorarán al Señor presente en este sacramento» (Canon 663). La Eucaristía es la perla preciosa, el tesoro escondido de que habla el Evangelio.
¿Qué más podemos decir, si tenemos entre nosotros tan cerquita al propio Dios en persona, al mismo Jesús de Nazareth? Por eso, en la plegaria N° 1 de la misa, pedimos que «cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, seamos colmados de gracia y bendición».
Hagamos de nuestra vida, una vida eucarística, es decir, agradecida, pues Eucaristía significa acción de gracias. Allí está Jesús, irradiando rayos luminosos de amor, que, aunque invisibles, no por ello son menos reales y eficaces.
La Eucaristía no es un trozo del árbol de la cruz, donde clavaron a Jesús, sino Cristo mismo. No son sus escritos personales, sino su misma persona, no es su fotografía o su imagen, sino El mismo, vivo y resucitado con su corazón palpitante. En la Eucaristía no tenemos sólo el recuerdo, las ropas o la corona de espinas, sino su propio Corazón traspasado, su propia cabeza, su propio cuerpo. Es Jesús, nuestro amigo y Salvador.
Por eso, la Eucaristía es el punto de apoyo que mueve el mundo, como diría Arquímedes. y nosotros necesitamos de este punto de apoyo para mover nuestras almas a la santidad. La Eucaristía es el centro de energía espiritual del catolicismo, es como una central eléctrica o atómica del espíritu. ¿Por qué no aprovechar tanta energía que tenemos a disposición? Decía un hermano separado: yo no creo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero, si creyera, me pasaría la vida de rodillas. Y tú ¿qué haces? ¿Qué importancia tiene la Eucaristía en tu vida? Se necesitaría toda una vida para prepararse a recibir la comunión y toda una vida para dar gracias. Y, sin embargo, comulgamos con tanta tranquilidad que parece indiferencia.
«La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico, Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración... No cese nunca nuestra adoración» (Cat 1380). ¡Oh Jesús, gracias por la misa de todos los días! ¡Gracias por el regalo inmerecido de ser católico y poder conocerte y amarte en este sacramento del amor!
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La misa que celebró hoy domingo Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro a las nueve de la mañana, se subió en vivo a la televisión mundial en nuestro canal y también la puedes seguir viendo en nuestros archivos de Youtube y Ustream. Escucha y ve en la televisión mundial en vivo, nuestro programa “La Palabra”. Cuarenta y cinco minutos en comunicación con Jesús que está vivo en la Z radio. La cita con el Doctor de doctores que todo lo sana es a las seis de la tarde por 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital. Mañana en el templo de El Carmen a las cinco de la tarde proclamación de la Palabra y oración por la salud de tus enfermos. En unos cuantos días saldrá nuestro boletín electrónico número 1 y lo podrás recibir en tu buzón completamente gratis en cuanto nos mandes tu dirección electrónica a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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