miércoles, 16 de junio de 2010

Sanado cáncer

José Luis Hidalgo sanado de cáncer de 61 años de edad de profesión dentista nos da el siguiente testimonio: Diagnóstico: Neoplasma broncogénico en el pulmón derecho, de 2 x 4 milímetros, determinado por medio de tomografía computarizada. Este diagnóstico lo hizo el doctor Heriberto Pagán Sáez, Director del Departamento de Radiología y Superior de los Médicos Residentes en Radiología de la Escuela de Medicina de Puerto Rico, en abril de 1986.
A la semana siguiente nos unimos al grupo carismático de Dorado, y dos semanas después fuimos al retiro de sanación con el Padre Tardif en el Mets Pavillion. Ese día el Padre dijo, entre otras cosas, que un doctor estaba siendo curado de un cáncer en el pulmón. Yo estaba con mi esposa y mi hija. Mientras el Padre oraba por los enfermos, mi hija me puso la mano en la espalda donde tenía el tumor. En ese momento sentí un calor donde ella tenía la mano.
En mis oraciones le pedía al Espíritu Santo que me diera un indicio de que El me estaba curando. Cuando le llevé las radiografías y demás documentación al cirujano, éste me dijo: "No voy a aperarte, pues no estoy seguro del diagnóstico". Yo le dije a mi esposa: "Esta es la señal que le pedí a Dios".
Desde entonces seguimos pidiéndole al Espíritu Santo por mi sanación. Un mes después me tomaron una radiografía y el cirujano me dijo que el tumor estaba disminuyendo.
A los dos meses me fue tomada otra tomografía. Esta vez me inyectaron tinte pues el doctor no podía creer lo que veía: donde estaba el tumor había una cicatriz; cuando mi hijo se enteró, le dijo al médico: "Eso es un milagro del Espíritu Santo". Y el galeno le contestó: "Si los milagros existen, esto es lo más cercano que yo he visto de un milagro". El Espíritu Santo no sólo sanó mi cuerpo, sino que me llevó de nuevo a nuestra iglesia, a la que no he dejado de asistir desde entonces.
-Hace tres años que estoy enferma de los riñones y tenía varias piedras. Este año mi enfermedad fue empeorando más y estaba muy deprimida. Había oído hablar del Padre Tardif y fui al congreso, en el cual participé con profunda fe y fue un evento de gracia. El 5 de julio recibí el Sacramento de unción de los enfermos, y el día 6, durante la última Misa de sanación, después que el Padre Tardif anunció que había en la asamblea una persona que tenía problema con los riñones y también piedras, algo maravilloso pasó en mí. No sabía si esa persona que Jesús estaba sanando era yo. Una cosa cierta era que yo advertía en mi cuerpo una fuerza y me sentí sanada y llena de una gran serenidad, por su inmensa bondad. Gratuitamente Dios Padre, por medio de Jesús vivo en medio de nosotros, me sanó del cuerpo y del espíritu. No tengo palabras con qué expresarme, pero pienso que usted me comprende. Durante el viaje de regreso y en los días siguientes, en la comunidad y afuera siempre me sentí bien. El 11 de julio arrojé mi primera piedra naturalmente y sin dolor, trabajé y sigo trabajando sin ningún dolor. Todavía no he ido con el doctor para mi control; desde ese domingo 6 de julio hasta la fecha no he tomado ninguna medicina; como igual a las demás personas sanas, sin ninguna dieta. Estoy segura de que la persona sanada por Jesús soy yo, y por esto le doy las gracias. Pienso que si un día de estos me regresaran los dolores, mi alabanza nunca terminará: continuaré alabando y dando gracias a Dios mi Salvador; proclamaré su amor, porque mis ojos ya vieron y contemplaron sus maravillas. Sra. Silvana de Roma.
-Me llamo Elena Gaspoz, soy de Evolene, Suiza, tengo 43 años, casada desde hace 21 años y tengo 3 hijos de 16, 18 y 20 años. Sufría hasta la primavera pasada de un cáncer generalizado, que empezó en los huesos. Hace 10 años me hicieron un transplante óseo y 3 semanas mas tarde el médico nos anunció el resultado: tumor maligno de huesos. Apreciamos su sinceridad, pero me afectó moralmente. "No quiero morir", le dije, "tengo 3 hijos qué educar, uno de ellos con una grave enfermedad, y mi esposo se acaba de accidentar". Se puso pensativo y me contestó: "Mientras no llegue a la columna, se pueden cambiar las piezas".
Desafortunadamente, la enfermedad empeoraba y llegó a la columna. Se hablaba de hernia de disco, pero supe por otro médico que no quería operar por el desgaste de huesos y que la enfermedad progresaba.
Pasó el tiempo con alzas y baja, hasta que un día un intenso dolor de espalda fue seguido de parálisis de las dos piernas. Hospitalizada 3 días, me examinaron completamente, me dieron fuertes analgésicos y pasé meses enteros en la cama sin siguiera mover la cabeza. Mi marido fue maravilloso, nunca dejó de alentarme y de ayudarme a orar. Poco a poco, gracias a la oración y al amor de los míos, volví a caminar. Sin embargo, todo mi cuerpo estaba afectado, tenía 5 años con una llaga en la garganta que no sanaba y los médicos no me daban esperanza. Mi curación empezó el sábado 1º de junio, en la reunión con E. Tardif en Síon.
Cuando Dios le reveló mi caso, no me di cuenta inmediatamente de que se trataba de mí: no había yo pedido mi sanación, había venido a ese encuentro para orar y encargar al Señor a mi marido y a mis hijos, porque los sufrimientos insoportables que sentía constantemente me hacían pensar que mi vida llegaba a su fin. Ahora, sentía un intenso calor que invadía mi cuerpo; mis hijas me decían que estaba toda roja. Después de la reunión, noté que no me dolía la espalda ni tenía que buscar el equilibrio para caminar. Unos amigos acompañantes de mi hijo médico dijeron: "Qué caliente estás, Elena". Les contesté que era sin duda el calor del Señor...
Llegando a casa, le hice notar a mi esposo que podía girar la cabeza, y en la noche me pude voltear en la cama sin dificultad, lo que no había hecho desde hacía años. Era como un sueño. Varias veces prendí la luz para observarme y comprendí que el Espíritu Santo me había atravesado.
Por la mañana, al despertar, era una mujer nueva: todos mis dolores habían desaparecido y, contrariamente al día anterior, mi boca no estaba llena de sangre. Me levanté sin ayuda, sintiéndome pequeña y ligera como una pluma; corrí a despertar a toda la familia gritando "¡el Señor me sanó!" llorando y cantando a la vez. Imagínense mi alegría, pues estaba enferma desde hacía 10 años.
Las siguientes 3 semanas las viví en una alegría extraordinaria. Ahora puedo afirmar: esos largos años de prueba hicieron crecer la fe y el amor en nuestro hogar. Quisiera decir a los enfermos que si su familia, amigos o médicos los abandonan, el Señor se queda con ellos. ¡Gracias Señor, eres maravilloso! ya no se puede dudar de tu resurrección, cada día nos pruebas que tú estás vivo entre nosotros, ¡Aleluya!
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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