jueves, 24 de junio de 2010

Salvación de un naúfrago

En los primeros siglos de la Iglesia se permitía a los fieles cuando habían de emprender un peligroso viaje, llevar consigo la sagrada Eucaristía. En cierta ocasión, Sátiro, hermano del gran obispo Ambrosio, se embarcó en Italia con rumbo a las solitarias playas de África. La nave se deslizaba sobre la superficie del mar, cuando de pronto cedió la brisa, siguiéndose una calma precursora de gran tempestad. El cielo limpio y diáfano fue empañándose más y más, y un continuo relampaguear indicaba fraguarse la tormenta amenazadora.
Fue tomando cuerpo y cerrando los horizontes la nube plomiza de la tormenta que al pasar por el cenit rompió como si el fuego expansivo de un volcán se encerrase en sus entrañas.
El mismo mar, antes espejo transparente y fiel trasunto de la limpidez y serenidad del cielo, se mostraba turbio y embravecido ahora barriendo en sus oleadas de hirviente espuma, la cubierta del barco que amenazaba sepultar en los abismos.
En lucha tan gigantesca se deshace por momentos el bajel, y Sátiro al darse cuenta del inminente peligro no quiere morir privado del santo Misterio, por lo cual se dirige presuroso a los cristianos compañeros suyos de viaje rogándoles le concedan el poder llevar consigo la Prenda divina, objeto de su mayor consuelo: y aun cuando por ser catecúmeno no le era lícito ni siquiera ver la sagrada Eucaristía, sin embargo, debido a sus muchas instancias, logra al fin la gracia suspirada de llevarla encima del pecho envuelta en un blanco y finísimo lienzo.
Al verse en posesión del Tesoro de los cielos se tiene Sátiro por feliz y dichoso, y mucho más al sentir en su alma una confianza ilimitada en la virtud del Sacramento, de suerte que en el mismo instante del naufragio se arroja decidido al mar y sin ayuda de ninguno de los restos de la nave, a los que se asían fuertemente los demás tripulantes, experimenta el manifiesto milagro de andar por encima de las aguas como si estuviese en tierra firme, y llega primero a la hospitalaria playa de Cerdeña.
Persuadido Sátiro que el Santísimo Sacramento le había tan milagrosamente salvado, creyó que mayores favores recibiría cuando lo albergase en su pecho, y determinó cuanto antes recibir el Bautismo.
San Ambrosio refirió este prodigio en la oración que pronunció en Milán con motivo de las solemnes exequias de su difunto hermano San Sátiro. La Iglesia honra su memoria el día 17 de septiembre.
-San Juan Crisóstomo, esclarecida lumbrera de su siglo, llamado por los raudales de sagrada elocuencia que fluían por sus labios "boca de oro" y por lo contundente de su vigorosa argumentación "martillo de la herejía". Convirtió con su predicación a innumerables herejes macedonios, entre los cuales hubo uno a cuya mujer como se obstinara en seguir afiliada a los sectarios, suplicó al Señor le concediera un hecho maravilloso que determinó al fin su perfecta conversión.
Las verdades católicas expuestas por Crisóstomo se mostraban tan evidentes al marido, que le pareció no debía tolerar por más tiempo el que profesara su mujer los perniciosos errores de la herejía, y persuadíale que los renunciase y abrazara la fe ortodoxa, pero ningún fruto sacaba de sus amonestaciones ni de sus largas discusiones, porque era grande la tenacidad con que asentía al modo de opinar de los herejes, hasta que, agotados todos los medios de reducirla al buen camino, la amenazó con separarse de ella si cuanto antes no accedía a sus deseas siguiendo el buen ejemplo que le había dado.
La mujer, por cumplir con su marido en la apariencia, más perseverando en su obstinación, le dijo que haría lo que le mandaba y concertándose primero con una criada suya, acudió a un templo de herejes, y tomando el pan que falsamente consagraban y daban a sus adeptos, se lo dio a la criada para que lo guardara. Luego se fue a la iglesia de los católicos con su marido para comulgar y asegurarle que era católica, y recibiendo la Hostia consagrada, fingiendo que se inclinaba para orar, la dio a la criada que estaba a su lado y tomó de ella el pan recibido de los herejes, el cual se convirtió en piedra.
La desventurada mujer, atónita y fuera de si, dio parte a Juan Crisóstomo de lo que había sucedido y él la redujo a la fe católica y publicó el milagro, guardándose para completa memoria de él en Constantinopla, aquella piedra en que el pan de los herejes se había convertido.
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La misa que celebró hoy domingo Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro a las nueve de la mañana, se subió en vivo a la televisión mundial en nuestro canal y también la puedes seguir viendo en nuestros archivos de Youtube y Ustream. Escucha y ve en la televisión mundial en vivo, nuestro programa “La Palabra”. Cuarenta y cinco minutos en comunicación con Jesús que está vivo en la Z radio. La cita con el Doctor de doctores que todo lo sana es a las seis de la tarde por 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital. Mañana en el templo de El Carmen a las cinco de la tarde proclamación de la Palabra y oración por la salud de tus enfermos. Si deseas “ver” lo que sucede en el templo de El Carmen durante la proclamación de la Palabra, oración por la salud de los enfermos, testimonios de sanación y cantos, abre nuestra página web y haz click en el rostro de Jesús y en “vivo” gozarás de lo que Jesús tiene para ti desde todos los siglos. En unos cuantos días saldrá nuestro boletín electrónico número 1 y lo podrás recibir en tu buzón completamente gratis en cuanto nos mandes tu dirección electrónica a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

Simón Pedro

Los pies de Simón se habían llenado de polvo al recorrer los caminos del mundo. Para eso lo había llamado Jesús: Para ser mensajero, para ser apóstol, para ser predicador del evangelio. (Lc 6,12; Mt 10,1-2 Mc 3,13-19) Jesús había estado orando en un monte, y luego lo llamó a él con otros once y le repitió su sobrenombre de "Pedro" y le dio poder de sanar enfermedades y de vencer demonios. Pedro había caminado por todas partes: de Jerusalén había ido a Samaría; había caminado por toda Judea, había llegado hasta Antioquía, y ahora estaba en Roma, la capital del Imperio.
Para recorrer tantos caminos, había tenido que cambiar su miedo en audacia, su cobardía en valor. Esa había sido la obra del Espíritu Santo en su corazón. Ahora recordaba que fue desde Pentecostés. El estaba en el Aposento Alto, con María la Madre de Jesús, y con otros 120 testigos de la Resurrección del Señor. Estaban unánimes en oración y ruego.
De pronto sintieron un huracán, como un estruendo; y la casa se llenó de luz. Le pareció que el corazón se le quemaba, como si del cielo estuvieran lloviendo brasas encendidas y comenzó con sus compañeros la más bella alabanza a Dios que nunca hubieran pronunciado sus labios. Luego tuvo necesidad de salir a las calles a hablar de Jesús vivo. Ese día como tres mil judíos fueron bautizados. Al otro día lo llevaron a la cárcel por hablar de Jesús. Fue cuando curó al paralítico en nombre del Nazareno, y cuando exclamó que no existe bajo el cielo nadie en quien podamos ser salvos, sino Jesús. Entonces le ordenaron que no hablara más de Cristo, pero él era un apóstol y no podía callar. Le pusieron preso más tarde pero un ángel lo liberó, luego le volvieron a prender y le azotaron, pero él seguía predicando; entonces el Rey Herodes lo hizo capturar para matarlo, pero de nuevo milagrosamente quedó libre.
Así comenzó su peregrinar. Vio morir a Esteban, su ayudante en el servicio de repartir limosnas, y a Santiago con quien acompañaba a Jesús cuando este se transfiguró en el monte, y también cuando se abatió hasta sudar sangre en el Jardín de los Olivos.
Ahora le tocaba a Simón el turno de morir. Era en Roma. El nunca hubiera creído tener trato con los romanos. Solamente la presencia de éstos ofendía a los judíos. Era algo que los manchaba, era como alimentarse con carne de animales impuros. Pero Dios le manifestó que la muerte de Jesús era por todos los hombres y que la Iglesia cristiana había de formarse con todos los pueblos, y que no podía llamar inmundo lo que Dios había santificado.
Impulsado por el Espíritu Santo, Pedro había ido a casa del centurión Cornelio, y cuando todavía dudaba si dar o no a los gentiles la gracia del bautismo, el Espíritu Santo se derramó sobre ellos. Fue como en Pentecostés con gozo, profecía y oración en lenguas.
Qué oración misteriosa esa de las lenguas. La había aprendido el día de Pentecostés. Al orar así con los demás apóstoles despertó la atención del pueblo judío, y luego el pueblo gentil entraba en la Iglesia con una alabanza igual. Era como si orar en lenguas fuese una llave para la evangelización.
Simón era apóstol. Era el jefe de los apóstoles. Era "la boca de los apóstoles", "el iluminado supremo de la Iglesia". Había querido ser el primero, por eso estaba ahí sufriendo como el último. El nunca hubiera querido morir. Un día hasta se atrevió a decirle a Jesús que no se comprometiera en un camino de entrega y de sacrificio.
¡Entonces Jesús le llamó "Satanás! Cómo le había dolido esa palabra y esa humillación delante de los condiscípulos. Pedro no había tenido mala intención. El no quería que Cristo muriese. Eso era todo. Pero Jesús quería morir por Pedro y por los hombres. Jesús estaba decidido a dar la vida voluntariamente, y para ello apartaba de su camino cualquier obstáculo. Jesús era el Maestro y los discípulos no debían seducirlo ni tratar de indicarle otras rutas diferentes a las escogidas por Dios.
Ahora en medio del circo de Nerón, estaba Pedro muriendo por Jesús. El camino de su vida estaba culminando. Sus pies quebrados y atados no podían continuar la marcha. Pero ya estaba pisando las gradas de la gloria. Se estaba asfixiando, pero el aliento del Espíritu de Pentecostés le daba fuerzas para resistir hasta el fin.
Ya Pedro iba a morir. Su agonía estaba terminando. Agonía significa lucha. Pedro iba a ser coronado vencedor. Extraño triunfo el de los cristianos que vencen cuando los derrotan y viven cuando los matan, y poseen cuando los despojan, y suben cuando descienden. Por eso en el siglo II hablaban del sepulcro de Pedro, como de un trofeo.
Simón Pedro oía, entre los gritos de la muchedumbre, a Jesús que le decía: "Cuando seas viejo, te llevarán a donde no quieras ir, y tendrás que extender las manos... No importa si tu amigo Juan se queda vivo hasta que yo vuelva... Tú, sígueme". Era la cuarta vez que Jesús lo había llamado. Era la llamada al martirio. Ahora le parecía escucharla de nuevo. (Jn 21,15-19)
Por seguir a Jesús estaba allí, muriendo poco a poco, con la sangre en la cabeza, el cuerpo adolorido, los ojos brotados, y el corazón que se le partía. Estaba allí muriendo por amor a Jesucristo.
¿Cómo podía ser eso? ¿Se acordaría de su diálogo con la criada de Caifás? Esa noche estuvieron a punto de prenderlo, pero escapó del peligro y de la gloria. Le habían dicho que si conocía a Jesús, y él negó a quien amaba. Tuvo miedo de morir y renegó de quien le hacía vivir.
Jesús se lo había predicho. Como certero médico Jesús le había hecho un diagnóstico, le había anunciado que lo encontraba enfermo de cobardía e ingratitud. Simón no había creído. ¡Tan enfermo estaba! Por el contrario afirmó que estaba dispuesto a morir por Jesús si fuese necesario. Hasta espada llevaría por lo que pudiese suceder. Pero a pesar de los alardes del enfermo ocurrió como había anunciado el médico.
Entonces cantó un gallo. En los oídos de Pedro resonaba todavía la voz del animal. Pedro comenzó a llorar. Negando a Cristo había muerto, llorándolo resucitaba. Morir es negar la vida. Pedro negó la vida y murió. Pero los ojos de Cristo se posaron en sus despojos, y Pedro sintió la llamada a levantarse, a comenzar una vida nueva. Esa vida del cuerpo y del espíritu que ahora en la cruz estaba definitivamente ofreciendo a Dios.
Más le dolía a Simón la culpa de antaño que el dolor que ahora soportaba. Esa experiencia le había servido para ser humilde, para no confiar en sí mismo, sino para apoyarse en Dios, para comprender a sus hermanos que también podían caer. Más le aprovechó a Pedro llorar que presumir, más le sirvió pedir perdón que ufanarse de su fortaleza.
Un día le dijeron, ya perdonado su error, que había de pastorear ovejas y carneros. Pastorear con el cayado de la cruz, dando el alimento de la fe y entregando como testimonio su propio cuerpo.
Para desempeñar su nuevo oficio, Pedro necesitó llenarse del Espíritu de Jesús. Ese Espíritu plasma mártires. Jesús lo había dicho a los apóstoles: "que le serían testigos cuando hubiesen recibido la Promesa de lo alto, el don del Espíritu Santo". Pedro lo había deseado, lo había suplicado alzando hacia los cielos las manos y el corazón. Y lo había recibido. Desde la experiencia del aposento alto, su vida se había convertido en un incesante Pentecostés. El había sido de veras Simón Bar Jona, el hijo de la Paloma.
Por eso estaba Pedro allí, en la cruz, con la cabeza hacia abajo. Estaba escribiendo desde Roma, desde el circo de Nerón, hacia el año 67, con la roja sangre de sus venas, su última carta a la Iglesia: la del amor definitivo por su Señor Jesús. Pero Pedro no moriría nunca. Su espíritu permanecería pastoreando la Iglesia. Desde la sede eterna de Roma sigue proclamando a Jesucristo, pues cualquiera que sea el Papa que pastorée a los cristianos, es Pedro quien vive en él.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

La Eucaristía es vida

Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Y la Eucaristía es el mismo Jesús de Nazareth, que viene a traemos vida y «vida en abundancia» (Jn 10,10). ¿Estás vacío, triste, angustiado, desesperado? Ahí está Jesús que te espera. No le tengas miedo. Acude a El con confianza. El es tu Dios y te dice: «No tengas miedo, solamente confía en Mí» (Mc 5,36). La Eucaristía es la fuente de la vida, de la verdadera vida, de la vida eterna. ¿Estás sediento de amor, de paz, de alegría, de comprensión? Ahí está Jesús que te saciará tu hambre y tu sed. El te dice: «Yo soy el pan de vida, el que viene a mí ya no tendrá más hambre, el que cree en mí, jamás tendrá sed» (Jn 6,35). «Yo soy el pan vivo bajado del cielo, si alguno come de este pan, vivirá para siempre y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo» (Jn 6,51).
«Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él... el que me come vivirá por mi, el que me come vivirá para siempre» (Jn 6,53-59). Jesús es fuente de vida y quiere, a través de nosotros, serlo también para los demás. Por eso, nos dice: «El que cree en mí, ríos de agua viva correrán de su seno» (Jn 7,38). Asistamos, pues a la celebración eucarística a colmarnos de vida divina para que podamos después compartirla con nuestros hermanos. Recordemos a todos, lo que dice Jesús: «El que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida» (Ap 22,17). «Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, le daré gratis de la fuente de agua de vida... y seré su Dios y él será mi hijo» (Ap 21,6-7). «Si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba» (In 7,37).
Sí, Jesús es la vida de nuestras almas, pero ¿cuántos creen en El? ¿Cuántos lo reciben con amor? y Cristo sigue gritando a los cuatro vientos: «Esto es mi Cuerpo, que es entregado por vosotros, haced esto en memoria mía... Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. (Lc 22, 19-20). Y Pablo insiste: «Sed vosotros jueces de lo que os digo: el cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso la comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos, ¿no es acaso la comunión con el Cuerpo de Cristo?» (1Cor 10,16).
«Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que fue entregado tomó pan y después de dar gracias lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros, haced esto en memoria mía. y asimismo después de cenar tomó el cáliz, diciendo: Éste es el cáliz de la nueva alianza en mi sangre, cuantas veces lo bebáis, haced esto en memoria mía... Así pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, cada uno a sí mismo y coma del pan y beba del cáliz, pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación» (1Cor 11,23-26).
La Eucaristía es «el manjar de los ángeles» (Sab 16,20), «el pan de los fuertes» (Sal 78,25), «el pan de los cielos» (Sal 1 05,40), «el pan vivo bajado del cielo» (In 6,51). Es por esto que el que comulga con frecuencia, sentirá en su alma una fortaleza extraordinaria para afrontar los problemas de la vida diaria y se conservará fuerte y joven espiritualmente, porque estará recibiendo vigor del Dios eternamente joven, que nunca envejece y que es fuerte sobre todas las cosa!
El año 1901 se cerraron en Francia todos los conventos y expulsaron a los religiosos, pero se permitió que continuasen en el hospital de Reims las religiosas enfermeras. Un día llegó allá la comisión inspectora del Concejo municipal y le invitó a la Superiora a enseñarles todas las salas. Abrió la primera sala: todos eran enfermos de cáncer, ellos pasaron de largo... Abrió la segunda, la tercera, la cuarta... todos eran enfermos de gravedad. Los miembros de la comisión no se detuvieron en ninguna sala. Uno de ellos, al despedirse, le preguntó a la Superiora:
-Usted ¿cuánto tiempo lleva aquí? -Cuarenta años. -y ¿de dónde sacó fuerzas para aguantar? -Comulgo todos los días. Si no estuviese conmigo Jesús sacramentado, no habría podido resistir.
Sí, allí en la Hostia santa, está el poder infinito de un Dios, no ha querido escoger el rayo para manifestar su poder, ni el diamante con todo su brillo cautivador. No escogió el rocío, tan dulce y agradable para acercarse a los hombres. Tampoco escogió la rosa tan hermosa. Quiso escoger, para esconderse y acercarse a nosotros, un pedazo de pan. Y nosotros ¿por qué estamos tan hambrientos y sedientos, cuando hay tanto alimento en la Eucaristía? ¿Por qué helamos de frío espiritual, cuando hay tanto fuego ante el altar? ¿Por qué perdemos en las tinieblas del pecado, cuando hay tanta luz y tanta vida en Jesús Eucaristía?
Que no te pase a ti como a aquellos pasajeros de un barco averiado en alta mar. Iban a la deriva y llegaron a las costas del Brasil, pero se estaban muriendo de sed... Cuando llegó el barco salvador, todos a una exclamaron: ¡Agua! ¡Agua! ¡Dadnos agua, que morimos de sed! y los del barco les dijeron: ¿por qué no beben el agua del mar? Están rodeados por todas partes de agua y esta agua es buena, porque es del río Amazonas, que hace potable el agua del mar varios kilómetros después de la desembocadura. ¡Bebed, bebed y quedaréis saciados! Se estaban muriendo de sed, como tantos católicos, que tienen la fuente de la vida a su disposición, y no saben o no quieren beber del agua de la verdadera vida, que es Cristo Jesús.
Te puede pasar también como a aquel hombre que tenía una finca, donde había un salto de agua muy grande. Durante muchos años, sus amigos le decían que pusiera una turbina para generar corriente eléctrica, y él no hacía caso. Cuando ya fue viejo, un día se le ocurrió seguir los consejos de sus amigos y se admiró del tesoro que había tenido tanto tiempo olvidado. Pudo obtener electricidad para todos los pueblos cercanos e, incluso, para varias fábricas que se establecieron en el lugar, y entonces pudo decir: ¡Cuánta energía perdida! Cuánta energía espiritual perdida por desidia, por ignorancia o por comodidad. Acude a la Eucaristía. La comunión te dará fuerza y alegría al alma. Te llenará de una nueva vida y te rejuvenecerá el espíritu.
¡Ven Jesús! Ven, a mi corazón. ¡Dame tu vida y lléname de amor! Tú eres fuente inagotable de aguas vivas. Tú eres la vida de mi vida. Tú eres mi Señor y mi Dios.
Juan Pablo II, El Grande, decía que «la Eucaristía es el más grande don que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a la Iglesia» (31-10-82). Es el «tesoro más precioso». En la celebración eucarística, «por la consagración del pan y del vino, se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la sustancia de vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transustanciación”. De ahí que, en la Eucaristía, bajo las apariencias de pan y vino se hace presente una nueva realidad: ¡Jesús, vivo y resucitado! «Esto quiere decir que, después de la consagración, no queda ya nada del pan y del vino, sino solas las especies, bajo las cuales está presente, todo e íntegro, Cristo en su realidad física, aun corporalmente presente, aunque no del mismo modo como están los cuerpos en un lugar».
«La Iglesia enseña y confiesa claramente y sin rodeos que en el venerable sacramento de la santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente nuestro Señor Jesucristo, bajo la apariencia de esas cosas sensibles». En este sacramento está «Cristo mismo, vivo y glorioso... con su Cuerpo, sangre, alma y divinidad» (Cat 1413). Esta presencia real de Cristo en la Eucaristía «se llama real, no por exclusión, como si las otras presencias no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es sustancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro». Y está presente «no de una manera transitoria, sino que permanece en las hostias, que se conservan después de la consagración, como pan bajado del cielo, absolutamente digno, bajo el velo del sacramento, de honores divinos y de adoración» (Pablo VI en Burdeos 12-4-66).
Por eso, el sagrario, donde está Jesús, «debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la Iglesia y debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento».
«La Eucaristía es la fuente y cima de toda la vida cristiana... La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir; Cristo mismo» (Cat 1324). Por eso, «para que la Iglesia pueda desarrollarse, es preciso poner de relieve el carácter central de la Eucaristía, en virtud de la cual y alrededor de la cual, la comunidad se forma, vive y llega a su madurez» (carta aprobada por Juan Pablo II. 1-10-89). Según el ritual de la Eucaristía fuera de la misa: «La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana y el manantial y la meta del culto que se brinda a Dios».
«La Eucaristía es el centro de la comunidad parroquial. Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento es a Cristo, total y realmente presente, a quien encontramos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocerlo bajo las especies de pan y de vino al Señor Jesús... Es importante conversar con Cristo. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual de la Iglesia. Por eso, exhorto a todos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en su presencia. La Eucaristía está en el centro de la vida cristiana... Recomiendo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, al igual que a los laicos, que prosigan e intensifiquen sus esfuerzos para enseñar a las generaciones jóvenes el sentido y el valor de la adoración y el amor a Cristo Eucaristía» (Juan Pablo II, El Grande. 28-5-96).
La Eucaristía debe ser también el centro, especialmente, de cada casa de religiosos. Dice el canon 608: «Cada casa ha de tener al menos un oratorio, en el que se celebre y esté reservada la Eucaristía y sea verdaderamente el centro de la Comunidad». « en la medida de lo posible, sus miembros participarán cada día en el sacrificio eucarístico, recibirán el Cuerpo Santísimo de Cristo y adorarán al Señor presente en este sacramento» (Canon 663). La Eucaristía es la perla preciosa, el tesoro escondido de que habla el Evangelio.
¿Qué más podemos decir, si tenemos entre nosotros tan cerquita al propio Dios en persona, al mismo Jesús de Nazareth? Por eso, en la plegaria N° 1 de la misa, pedimos que «cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, seamos colmados de gracia y bendición».
Hagamos de nuestra vida, una vida eucarística, es decir, agradecida, pues Eucaristía significa acción de gracias. Allí está Jesús, irradiando rayos luminosos de amor, que, aunque invisibles, no por ello son menos reales y eficaces.
La Eucaristía no es un trozo del árbol de la cruz, donde clavaron a Jesús, sino Cristo mismo. No son sus escritos personales, sino su misma persona, no es su fotografía o su imagen, sino El mismo, vivo y resucitado con su corazón palpitante. En la Eucaristía no tenemos sólo el recuerdo, las ropas o la corona de espinas, sino su propio Corazón traspasado, su propia cabeza, su propio cuerpo. Es Jesús, nuestro amigo y Salvador.
Por eso, la Eucaristía es el punto de apoyo que mueve el mundo, como diría Arquímedes. y nosotros necesitamos de este punto de apoyo para mover nuestras almas a la santidad. La Eucaristía es el centro de energía espiritual del catolicismo, es como una central eléctrica o atómica del espíritu. ¿Por qué no aprovechar tanta energía que tenemos a disposición? Decía un hermano separado: yo no creo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero, si creyera, me pasaría la vida de rodillas. Y tú ¿qué haces? ¿Qué importancia tiene la Eucaristía en tu vida? Se necesitaría toda una vida para prepararse a recibir la comunión y toda una vida para dar gracias. Y, sin embargo, comulgamos con tanta tranquilidad que parece indiferencia.
«La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico, Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración... No cese nunca nuestra adoración» (Cat 1380). ¡Oh Jesús, gracias por la misa de todos los días! ¡Gracias por el regalo inmerecido de ser católico y poder conocerte y amarte en este sacramento del amor!
Tenemos una muy buena noticia para el hombre y la mujer de hoy. Ya salió el libro digital: “Él me Sanó”. 77 testimonios de sanación que nos muestran que ¡Jesús está vivo! Además en el libro digital están las oraciones de sanación física y espiritual del P. Emiliano Tardif... Recuerda que mientras se sigan leyendo los testimonios de sanación... Jesús seguirá sanado a tus enfermos del cuerpo, del alma y del espíritu... ¡Gloria a Dios! Lo único que tienes que hacer es mandar $ 39. por libro digital o más según sea tu generosidad. Te recordamos que estos recursos son aplicados para seguir llevando el mensaje de la Buena Nueva de la salvación... ¡a todo el mundo! Acude a BANORTE y deposita en la cuenta 05 19 40 88 49 ó depósito interbancario CLABE 072 470 00519408849 4 a nombre de Aurelio Prado Flores y recibirás el libro digital en tu buzón electrónico. Mándanos la ficha de tu depósito a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx para tener tu dirección electrónica y poder enviarte el libro digital inmediatamente. Es muy importante este último paso porque allí están tus datos completos. Para más información abre nuestra página web: www.jesusestavivo.org.mx y ahí está esta BUENA NUEVA... En este libro digital hay sanaciónes de leucemia, cáncer, lesiones cerebrales, síndromes, parálisis, sida, resurrección de muertos y todo lo que se le parezca...
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Tú eres Pedro

Hacia el año 67 de nuestra era un espectáculo inusitado que divertía a la plebe de Roma. Muchos hombres morían en medio del escenario público. "Unos, cubiertos de pieles de animales, desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces, quemados al caer el día, a modo de luminarias nocturnas", narra el historiador Tácito. En esos días, precisamente, quebrantados los huesos, azotado, herido y crucificado con la cabeza hacia abajo, moría Simón Pedro, el jefe de los cristianos. Su mirada estaba turbia a causa de la posición del cuerpo, pero en su mente se atropellaba un desfile de imágenes.
Nítidamente recordaba Simón el día en que Jesús le cambió su nombre por el de Pedro. Fue cuando se encontraron los dos por primera vez. Jesús se había quedado mirándolo con mirar profundo y le había dicho que en adelante sería como una roca, para el servicio de Dios y de la Iglesia. (Jn 1,41-42) Una roca él, Simón, que se sentía pequeño como una arenita del mar, como un guijarro del camino.
Otro día Jesús le había vuelto a llamar "piedra". Fue en Cesárea, junto a las fuentes del Jordán. Jesús preguntó: "¿Vosotros quién decís que soy yo?", y Simón, sin saber por qué, se apresuró a responderle: "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo". Así lo vimos en la Eucaristía del pasado domingo.
Todos quedaron extrañados de esa respuesta. El también. No sabía por qué se había expresado así. Era como si su mente se hubiese iluminado de pronto, como si Dios le hubiese dado una palabra profética, una palabra de ciencia. El mismo Jesús lo llamó bienaventurado, y le dijo que ese mensaje no era de la carne ni de la sangre sino del Padre que vive en el cielo, y añadió que sobre Simón, como sobre una roca, se edificaría la casa de la Iglesia.
"Bienaventurado eres, Simón Bar Jona, Simón hijo de Jonás", le había dicho Jesús. La palabra aramea "Jona", que designaba al padre de Simón, significa "paloma". Cuando Simón habló con carisma de ciencia, para decir quién era Jesús, se hizo “realmente un bar Jona” un hijo de la Paloma, un nacido por la gracia del Espíritu Santo.
Pero ahora Simón Pedro estaba jadeando, crucificado. Ya casi ni podía respirar. Se sentía pesado como una piedra que se hunde en el fango, parecía una roca enorme que estuvieran colocando en el cimiento de una inmensa construcción. Sus ojos enrojecidos parecían advertir un espejismo: en esa colina vaticana, donde estaba muriendo, se levantaba un templo, en donde se veneraba su tumba y se honraba su recuerdo. Ese templo, el mayor del mundo, era como un signo de la Iglesia que deseaba construir Jesús.
Pero más bello, que el edificio de mármoles que creía ver, sería el templo vivo que Dios estaba construyendo. En la base de la construcción estaba Cristo, la piedra fundamental; luego Simón, la roca escogida por Jesús para afirmar la edificación de su Iglesia; en seguida venían los apóstoles y los profetas, convertidos en cimientos del nuevo edificio, y tras ellos, todos los hombres parecidos a Cristo, los cristianos, piedras vivas extraída de la cantera inagotable de la humanidad. (1Cor 3,1; Ef. 2,20; 1Ped 2,4-8)
Cada hombre, como "una piedra negra cabe en la Piedra blanca", diría Teresa de Ávila. Piedras grandes y bellas, piedras pequeñas y humildes, todas ocupaban su lugar preciso en la construcción eclesial, "labradas y pulida por el buen cincel del artista divino", como dice un himno litúrgico.
Para formar parte de esa Iglesia había que confesar Jesús como Hijo de Dios, había que creer en él. Pedro creía en Jesús. Toda su vida había creído en Jesús, aun en la noche triste en que había negado conocerle. Jesús también había creído en Pedro, y había orado para que no desfalleciera en la fe, y para que los demás discípulos se pudieran apoyar en su compañero, como si lo hicieran sobre una roca firme, y para que contra él se hicieran añicos quienes atacaran a Cristo y a la Iglesia.
Pedro creía que Jesús tenía palabras de Vida Eterna y que nunca ningún maestro podría superarlo. Pero él sólo creía en Jesús, lo amaba. Por eso un día le dijo frente te al lago, con total sinceridad, como entregando el corazón: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”.
Con esas palabras, tres veces repetidas, Simón vivió la dulzura del amor que borró la amargura de la traición. Por eso Pedro es piedra, cimiento de la Iglesia, porque la Iglesia es la congregación de todos aquellos, que, como él, creen en Jesús firmemente y le aman de corazón.
¡Cómo le dolían las manos a Simón Pedro! Los cordeles que le ataban a la cruz parecían cortarle los tendones, y se le hundían en la carne hasta llegarle a los huesos. Ese dolor era cruel como el de un puñal que le hendiera los músculos. Y además sentía los calambres más agudos que nunca había tenido. Ahora recordaba los calambres que sintió una noche cuando lanzaba la red al agua, repetida e inútilmente.
Fue cuando Jesús le dijo: Boga mar adentro. Lanza la red a tu derecha. Simón obedeció y las redes se llenaron con tantos peces que la barca colmada amenazaba hundirse.
Pedro recordaba que se había arrodillado y que había gritado: "Señor, apártate de mí que soy un pecador". ¿Por qué había dicho eso? Hubiera más bien debido decir: "Señor, acércate a mí y perdóname; ¡acércate y ayúdame!".
¡Qué bella era la vida en el lago! Levantarse antes de la aurora, y subir en la barca y remar, y lanzar las redes, y recoger los peces, y regresar a casa. Pero Jesús le dijo que debía trabajar pescando hombres, y que lo siguiera. Como le había cambiado el nombre, también ahora le cambiaba el oficio.
Esa fue otra llamada que le hizo Jesús. La llamada al discipulado. (Lc 5,11) Entonces Simón Pedro había dejado cuanto tenía: las redes, la barca, la casa. Se había hecho discípulo. Había seguido a Jesús por doquiera. Lo había servido en todo. Una vez por estar junto al Maestro hasta se había atrevido a caminar sobre el agua. Lo que nunca hubiera hecho ni soñando, se atrevió a realizarlo creyendo, cuando Jesús le dijo: ¡"Ven"!
Fue una inmensa audacia, porque Jesús es poderoso. Recordaba su miedo, y cómo estuvo a punto de ahogarse; se hundió al dudar pero se salvó al invocar. El brazo fuerte de Jesús fue su salvación. Ese fue su bautismo. Salvado del agua por Jesús, por invocar su nombre.
A tantos había salvado Jesús. A tantos había sanado ante los ojos entusiasmados de Simón: la hijita de Jairo el criado del centurión de Cafarnaúm, Lázaro el de Betania, Bartimeo el de Jericó, el muchacho de Naím, María Magdalena, el samaritano leproso... Bastaba invocar el nombre de Jesús y los hombres se sanaban, como se curó el cojo de Jerusalén, como en Jope, cuando resucitó la señora Tabita, o como en Lida donde Eneas, el paralítico recuperó el movimiento tras treinta y ocho años de invalidez.
Salvación y salud era lo que se obraba en el nombre del Señor Jesús. El nombre que está sobre todo nombre. El nombre ante el cual se deberá doblar toda rodilla, el único nombre dado a los hombres en el cual podemos ser salvos.
La vida toda de Jesús había sido salvar y sanar. Precisamente el nombre de Jesús significa salvación. Jesús había afirmado que sobre él reposaba el Espíritu de Dios, quien lo enviaba a predicar la Buena Nueva a los pobres, a sanar a los de corazón quebrantado, a liberar a los oprimidos y a dar luz a los ciegos.
Simón sabía que ser discípulo de Jesús no sólo era acompañar al Maestro, servirle en todo y ser su colaborador, sino continuar en el mundo la misión salvadora de Jesús con la asistencia carismática del Espíritu Santo.
Por eso Pedro había querido proclamar con la voz y con los hechos cuanto había oído de Jesús y cuanto le había visto obrar. Para ello había lanzado las redes de la Palabra tierra adentro, mundo adentro y se le habían llenado de hombres: los nuevos discípulos, los de todos los siglos.
La vida parecía como un mar agitado, y la Iglesia fundada sobre Pedro, parecía una barca, a veces llena de peces, a veces tan zarandeada por la tempestad que amenazaba hundirse. Pero ahí estaba Jesús, que no le permitiría zozobrar. El calmaría los huracanes como lo hizo en el lago, cuando se quedó dormido. Al hablar Jesús era tal la calma de las olas, que desde la barca, el Maestro podía evangelizar a los hombres agolpados en la orilla.
Pero ahora Pedro estaba hundiéndose en la muerte. Le parecía que la tempestad se había desencadenado, y que él estaba despojado de todo, con las manos vacías y atadas, navegando hacia el abismo. Sin embargo, Jesús estaba con él, y también ahora le habría de salvar.
La cabeza de Simón Pedro parecía estallar. Los pies estaban ya dislocados por el peso del cuerpo. Pronto vendrían los soldados a quebrarle los huesos si antes no moría por asfixia. Cómo le dolían esos pies. Los pies que un día había lavado Cristo.
Todavía se turbaba al recordar la escena. ¿Quién no se asombraría si viera al Hijo de Dios en actitud de lavarle los pies? Pedro había rehusado. Pero cuando Cristo manda no vale ninguna razón.
Tenemos una muy buena noticia para el hombre y la mujer de hoy. Ya salió el libro digital: “Él me Sanó”. 77 testimonios de sanación que nos muestran que ¡Jesús está vivo! Además en el libro digital están las oraciones de sanación física y espiritual del P. Emiliano Tardif... Recuerda que mientras se sigan leyendo los testimonios de sanación... Jesús seguirá sanado a tus enfermos del cuerpo, del alma y del espíritu... ¡Gloria a Dios! Lo único que tienes que hacer es mandar $ 39. por libro digital o más según sea tu generosidad. Te recordamos que estos recursos son aplicados para seguir llevando el mensaje de la Buena Nueva de la salvación... ¡a todo el mundo! Acude a BANORTE y deposita en la cuenta 05 19 40 88 49 ó depósito interbancario CLABE 072 470 00519408849 4 a nombre de Aurelio Prado Flores y recibirás el libro digital en tu buzón electrónico. Mándanos la ficha de tu depósito a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx para tener tu dirección electrónica y poder enviarte el libro digital inmediatamente. Es muy importante este último paso porque allí están tus datos completos. Para más información abre nuestra página web: www.jesusestavivo.org.mx y ahí está esta BUENA NUEVA... En este libro digital hay sanaciónes de leucemia, cáncer, lesiones cerebrales, síndromes, parálisis, sida, resurrección de muertos y todo lo que se le parezca...
La misa que celebró hoy domingo Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro a las nueve de la mañana, se subió en vivo a la televisión mundial en nuestro canal y también la puedes seguir viendo en nuestros archivos de Youtube y Ustream. Escucha y ve en la televisión mundial en vivo, nuestro programa “La Palabra”. Cuarenta y cinco minutos en comunicación con Jesús que está vivo en la Z radio. La cita con el Doctor de doctores que todo lo sana es a las seis de la tarde por 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital. Mañana en el templo de El Carmen a las cinco de la tarde, por la televisión mundial en vivo, proclamación de la Palabra y oración por la salud de tus enfermos. En unos cuantos días saldrá nuestro boletín electrónico número 1 y lo podrás recibir en tu buzón completamente gratis en cuanto nos mandes tu dirección electrónica a: lapalabra@jesusestavivo.org.mx
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

miércoles, 16 de junio de 2010

Sanado cáncer

José Luis Hidalgo sanado de cáncer de 61 años de edad de profesión dentista nos da el siguiente testimonio: Diagnóstico: Neoplasma broncogénico en el pulmón derecho, de 2 x 4 milímetros, determinado por medio de tomografía computarizada. Este diagnóstico lo hizo el doctor Heriberto Pagán Sáez, Director del Departamento de Radiología y Superior de los Médicos Residentes en Radiología de la Escuela de Medicina de Puerto Rico, en abril de 1986.
A la semana siguiente nos unimos al grupo carismático de Dorado, y dos semanas después fuimos al retiro de sanación con el Padre Tardif en el Mets Pavillion. Ese día el Padre dijo, entre otras cosas, que un doctor estaba siendo curado de un cáncer en el pulmón. Yo estaba con mi esposa y mi hija. Mientras el Padre oraba por los enfermos, mi hija me puso la mano en la espalda donde tenía el tumor. En ese momento sentí un calor donde ella tenía la mano.
En mis oraciones le pedía al Espíritu Santo que me diera un indicio de que El me estaba curando. Cuando le llevé las radiografías y demás documentación al cirujano, éste me dijo: "No voy a aperarte, pues no estoy seguro del diagnóstico". Yo le dije a mi esposa: "Esta es la señal que le pedí a Dios".
Desde entonces seguimos pidiéndole al Espíritu Santo por mi sanación. Un mes después me tomaron una radiografía y el cirujano me dijo que el tumor estaba disminuyendo.
A los dos meses me fue tomada otra tomografía. Esta vez me inyectaron tinte pues el doctor no podía creer lo que veía: donde estaba el tumor había una cicatriz; cuando mi hijo se enteró, le dijo al médico: "Eso es un milagro del Espíritu Santo". Y el galeno le contestó: "Si los milagros existen, esto es lo más cercano que yo he visto de un milagro". El Espíritu Santo no sólo sanó mi cuerpo, sino que me llevó de nuevo a nuestra iglesia, a la que no he dejado de asistir desde entonces.
-Hace tres años que estoy enferma de los riñones y tenía varias piedras. Este año mi enfermedad fue empeorando más y estaba muy deprimida. Había oído hablar del Padre Tardif y fui al congreso, en el cual participé con profunda fe y fue un evento de gracia. El 5 de julio recibí el Sacramento de unción de los enfermos, y el día 6, durante la última Misa de sanación, después que el Padre Tardif anunció que había en la asamblea una persona que tenía problema con los riñones y también piedras, algo maravilloso pasó en mí. No sabía si esa persona que Jesús estaba sanando era yo. Una cosa cierta era que yo advertía en mi cuerpo una fuerza y me sentí sanada y llena de una gran serenidad, por su inmensa bondad. Gratuitamente Dios Padre, por medio de Jesús vivo en medio de nosotros, me sanó del cuerpo y del espíritu. No tengo palabras con qué expresarme, pero pienso que usted me comprende. Durante el viaje de regreso y en los días siguientes, en la comunidad y afuera siempre me sentí bien. El 11 de julio arrojé mi primera piedra naturalmente y sin dolor, trabajé y sigo trabajando sin ningún dolor. Todavía no he ido con el doctor para mi control; desde ese domingo 6 de julio hasta la fecha no he tomado ninguna medicina; como igual a las demás personas sanas, sin ninguna dieta. Estoy segura de que la persona sanada por Jesús soy yo, y por esto le doy las gracias. Pienso que si un día de estos me regresaran los dolores, mi alabanza nunca terminará: continuaré alabando y dando gracias a Dios mi Salvador; proclamaré su amor, porque mis ojos ya vieron y contemplaron sus maravillas. Sra. Silvana de Roma.
-Me llamo Elena Gaspoz, soy de Evolene, Suiza, tengo 43 años, casada desde hace 21 años y tengo 3 hijos de 16, 18 y 20 años. Sufría hasta la primavera pasada de un cáncer generalizado, que empezó en los huesos. Hace 10 años me hicieron un transplante óseo y 3 semanas mas tarde el médico nos anunció el resultado: tumor maligno de huesos. Apreciamos su sinceridad, pero me afectó moralmente. "No quiero morir", le dije, "tengo 3 hijos qué educar, uno de ellos con una grave enfermedad, y mi esposo se acaba de accidentar". Se puso pensativo y me contestó: "Mientras no llegue a la columna, se pueden cambiar las piezas".
Desafortunadamente, la enfermedad empeoraba y llegó a la columna. Se hablaba de hernia de disco, pero supe por otro médico que no quería operar por el desgaste de huesos y que la enfermedad progresaba.
Pasó el tiempo con alzas y baja, hasta que un día un intenso dolor de espalda fue seguido de parálisis de las dos piernas. Hospitalizada 3 días, me examinaron completamente, me dieron fuertes analgésicos y pasé meses enteros en la cama sin siguiera mover la cabeza. Mi marido fue maravilloso, nunca dejó de alentarme y de ayudarme a orar. Poco a poco, gracias a la oración y al amor de los míos, volví a caminar. Sin embargo, todo mi cuerpo estaba afectado, tenía 5 años con una llaga en la garganta que no sanaba y los médicos no me daban esperanza. Mi curación empezó el sábado 1º de junio, en la reunión con E. Tardif en Síon.
Cuando Dios le reveló mi caso, no me di cuenta inmediatamente de que se trataba de mí: no había yo pedido mi sanación, había venido a ese encuentro para orar y encargar al Señor a mi marido y a mis hijos, porque los sufrimientos insoportables que sentía constantemente me hacían pensar que mi vida llegaba a su fin. Ahora, sentía un intenso calor que invadía mi cuerpo; mis hijas me decían que estaba toda roja. Después de la reunión, noté que no me dolía la espalda ni tenía que buscar el equilibrio para caminar. Unos amigos acompañantes de mi hijo médico dijeron: "Qué caliente estás, Elena". Les contesté que era sin duda el calor del Señor...
Llegando a casa, le hice notar a mi esposo que podía girar la cabeza, y en la noche me pude voltear en la cama sin dificultad, lo que no había hecho desde hacía años. Era como un sueño. Varias veces prendí la luz para observarme y comprendí que el Espíritu Santo me había atravesado.
Por la mañana, al despertar, era una mujer nueva: todos mis dolores habían desaparecido y, contrariamente al día anterior, mi boca no estaba llena de sangre. Me levanté sin ayuda, sintiéndome pequeña y ligera como una pluma; corrí a despertar a toda la familia gritando "¡el Señor me sanó!" llorando y cantando a la vez. Imagínense mi alegría, pues estaba enferma desde hacía 10 años.
Las siguientes 3 semanas las viví en una alegría extraordinaria. Ahora puedo afirmar: esos largos años de prueba hicieron crecer la fe y el amor en nuestro hogar. Quisiera decir a los enfermos que si su familia, amigos o médicos los abandonan, el Señor se queda con ellos. ¡Gracias Señor, eres maravilloso! ya no se puede dudar de tu resurrección, cada día nos pruebas que tú estás vivo entre nosotros, ¡Aleluya!
Estamos en la televisión mundial en vivo en nuestra página web: www.jesusestavivo.org.mx Si haces click en el rostro de Jesús aparecen más de 50 vídeos, más 280 en Youtube, que hemos producido en vivo y ahora forman parte de nuestro archivo y podrás ver las veces que quieras. Algunos vídeos son: la Hostia palpitando, Yo vi a la Virgen María, Te doy 15 días para que me lo sanes, por decir algunos. Escucha hoy domingo “La Palabra” en vivo a las 18 horas en 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital y en la televisión mundial también en vivo en nuestro canal. La Misa que celebró hoy a las 9 de la mañana Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro fue transmitida en vivo por la televisión a nivel mundial.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

Parkinson vencido

Esta semana se subieron varios vídeos a nuestro sitio web en la sección Youtube, además de dos oraciones en vivo que hicimos por Efraín en su oficina y Marisol que recibió la oración en Toluca, Estado de México, y que ahora están en nuestros archivos en la sección Ustream. Los primeros nueve vídeos son de la “Oración de Sanación de Recuerdos” que hicimos en el templo de El Carmen en días pasados; tres vídeos donde Jesús se pasea el Jueves de Corpus por las calles de Morelia y al final nos dan su bendición con el Santísimo Sacramento frente a Catedral; otros dos vídeos son de la manifestación de la presencia de la Virgen María a Marilú al final del programa radiofónico de los domingos en la Z radio. Otros seis son de la Eucaristía que se celebra los domingos en la Catedral de Morelia. Otros 9 son de la misa del domingo pasado cuando Jesús acepta que una gran pecadora le lave los pies y se los bese. Seis son de la oración por la salud de los enfermos con testimonios de sanación en el templo de El Carmen el pasado lunes. Los últimos son de la misa por las madres en San Pedro que celebró Monseñor Rafael Chávez Ponce de León y faltan los de la misa de hoy domingo, Día del Padre.
Espera una buena noticia que te daremos: Pondremos a tu alcance un boletín electónico que contendrá buenas noticias para el hombre y mujer de hoy. Cada ocho días te llegarán gratuitamente a tu correo mensajes de evangelización, libros, reflexiones sobre la Nueva Evangelización, testimonios de personas sanadas escritos y en vídeo. También tendremos vídeos con temas de evangelización y DVD's con oración por la salud de tus enfermos. Te recordamos que la oración grabada sigue sanando a los enfermos porque la oración no depende de quien la dice sino de Quien la recibe. Te enviaremos también Misas de Sanación. Si solicitas desde ahora a nuestra dirección: lapalabra@jesusestavivo.org.mx el boletín te lo empezaremos a mandar por ese medio. En fin, lo que buscamos es tener un diálogo diario contigo con los mensajes de la Sagrada Escritura que recibirás todos los días en tu boletín electrónico si tú lo deseas. Enviaremos en el boletín un mensaje tomado de las Sagradas Escrituras que está vigente en nuestras vidas. Pondremos un ejemplo, la Sagrada Escritura dice: (inserta tu nombre), quítate tu ropa de duelo y aflición, y vístete para siempre del esplendor de la gloria que viene de Dios. Baruc 5,1
En primer lugar hay un peréntesis donde pones tu nombre, ya que las Sagradas Escrituras son para el hermano o hermana que está recibiendo el mensaje. Vuelves a leer el mensaje y entonces te vas a dar cuenta que este mensaje es para ti que estás leyendo. Jesús ya se cansó de ver nuestra vestimenta de dolor, tristeza, aflicción y quiere que esa prenda de vestir que cubre nuestra vida desaparezca, que sea llevada a la basura. Quiere Jesús que no la volvamos a ver y mucho menos volvernos a poner esa ropa que está sucia y huele mal. Desea Jesús que desaparezca para siempre y quedemos en posición de estrenar algo completamente nuevo y limpio. Jesús tiene preparado para nosotros un vestido completamente nuevo, limpio, reluciente, agradable, blanco, que nos queda a la medida, que me haga que me sienta agradable a los ojos de Dios. ¿Quieres más? Ese vestido Jesús te lo tiene listo desde toda la eternidad y quiere que ya te lo pongas y que luzcas completamente diferente. Ahora vete en el espejo y vive la Palabra de Dios que ha sido derramada en tu corazón. Eres hombre nuevo, eres mujer nueva.
¿Viviste el mensaje? Recuerda, esta vestimenta nueva viene de Papá Dios, se la da a su Hijo amado que la pone en manos de su Santo Espíritu, ¡para que de la regale a ti! Esto es lo que decimos pero lo más importante es lo que estás viviendo ahora. Recuerda que la Palabra de Dios es viva y eficaz y cumple lo que contiene. Esto fue lo que dijo hoy, mañana te dirá otro mensaje completamente fresco, nuevo y diferente porque el Santo Espíritu de Dios te renueva cada día y te da hasta lo que no esperas. ¡Gloria a Dios!
Este es uno de los mensajes diferentes que te enviaremos diario si nos mandas tu dirección electrónica para lograr transmitirte la Palabra de Dios. Estamos trabajando en otras actividades que irás descubriendo cada vez que te comuniques con nosotros. Todo lo que sea nueva evangelización lo tendrás en este espacio que está siendo aumentado para ti.
Cuando terminemos las playeras las podrás conocer en nuestro sitio web. Además tendremos nueva portada en nuestro sitio web, más atractiva, más cómoda y más rápida de operar. Todo esto para que al recibir el mensaje de Jesús vivo lo vivas en plenitud. Te informamos que también nos puedes escribir y solicitar oración de sanación por tus enfermos a la dirección arriba citada.
A partir de hoy te estamos ofreciendo el libro digital: “Él me Sanó”. Son 77 testimonios de sanación que nos muestran que ¡Jesús está vivo! Manda tu depósito por $39. o más, por libro, según tu generosidad ya que estos recursos los aplicamos para seguir llevando la Palabra de Dios hasta los confines del mundo. Acude a BANORTE y deposita en la cuenta 0519408849 ó depósito interbancario CLABE 072 470 00519408849 4 a nombre de Aurelio Prado Flores y recibirás el libro digital inmediatamente en tu buzón electrónico. Si lo deseas también lo podemos mandar a las personas que nos indiques para que se den cuenta que lo que hizo Jesús con los que dan su testimonio en el libro digital, también lo puede hacer con los que lo lean de ahora en adelante. Vive la oración por los enfermos y date cuenta que las personas que lo lean también darán testimonios de sanación para un segundo libro.
¿Te tiemblan las manos y no puedes controlarlo? ¿Quieres poner en las manos de Jesús tu enfermedad? Nuestra hermana Enedina nos da el testimonio de su sanación de Mal de Parkinson: desde hace más de siete años empecé a notar algunas cosas en mí, no podía sostener las cosas y me di cuenta que mis manos empezaron a temblar. Cuando me pintaba las uñas, mis dedos también quedaban mal pintados. Participaba fuera del templo del Corazón de María en la venta de productos de pastelería y cuando me pedían que a una gelatina le pusiera rompope, no lo podía poner dentro del envase y se derramaba, y cuando tenía que dar el cambio no era fácil tomarlo para regresarlo. Mis manos casi siempre me temblaban. Lo que noté era que cuando más me preocupaba por mi situación personal, física y familiar, más mal me sentía. Los médicos me diagnosticaron Mal de Parkinson y me dieron un tratamiento para curarlo pero en mucho tiempo no se vieron resultados positivos.
Hace unas semanas mi hija Cecilia me invitó a participar en la oración de intercesión por las personas que llaman al programa “La Palabra” en la Z radio. Cuando estaba intercediendo en la oración por las personas que escuchan la Palabra de Dios solicitando sanación, sentí un colorcito muy agradable pero no le presté atención. Más tarde se me dijo que era el poder del Espíritu de Dios que me había quemado mi enfermedad. Desde ese día no he vuelto a temblar. Me siento una mujer nueva. Jesús tuvo compasión de mí y mi enfermedad es cosa del pasado. Cuando oré por los demás y no por mí me llegó lo que siempre había anelado tener: la sanación a mis males. Ahora sigo orando por los que tienen la necesidad de salud y llaman al programa en la Z radio los domingos por la tarde. ¡Gloria a Dios!
Un Jueves Santo después de la oración de sanación, El P. Emiliano recibió una Palabra de Ciencia que decía: "Aquí hay una pareja que tiene siete años de matrimonio y no puede tener hijos por una enfermedad de la esposa. En este momento el Señor la está sanando. Antes de un año, ellos bautizarán a su primer hijo".
Ahí estaba la pareja: ambos eran médicos y deseaban un hijo, pero la ciencia médica no les daba ninguna esperanza de tenerlo. Estando los dos presentes en la Misa, la señora sintió físicamente una profunda sanación en todo su organismo y se emocionó mucho. Al finalizar la Misa, ella se acercó a al para decirle: "Padre, yo soy la persona que tiene siete años de matrimonio y no podía tener hijos; yo sentí que el Señor me sanó".
Él le dijo: "Bueno, no lo dudo; pero vamos esperando un poco para dar testimonio". La señora quedó embarazada durante esa misma semana y a los nueve meses dio a luz un hijo varón, al que llamaron Emmanuel. Invitaron al padre a bautizar su niño en febrero en la Iglesia de la Santísima Trinidad, donde se celebró una misa de acción de gracias en la que estaban reunidos gran cantidad de amigos profesionales y mucha gente más.
Fue una gran bendición que conmovió a todos y nos recuerda la palabra del ángel a María: Para Dios nada es imposible. Así como a Isabel, que era estéril, Dios le dio un hijo, así el Señor sigue sanando esposas estériles y dándoles el gozo de tener un hijo.
-Este fue uno de los acontecimientos cómicos que hemos vivido durante el ministerio. Ocurrió en Santiago del Estero en Argentina, en un estadio repleto con 30,000 personas, en una jornada de evangelización que duró cinco noches. Una madre de familia había llevado a su hijo de unos cinco años de edad, que hace dos años sufría de parálisis.
Durante la Comunión, la madre lo dejó sentado en la silla y ella se fue a comulgar y se quedó un rato adelante, con la gente cantando y alabando al Señor. Al terminar la Misa, después de la bendición, ella regresó atrás con la multitud a reunirse con su niño; cuando llegó, la silla estaba vacía y se asustó pensando que alguien se lo había robado. Entonces fue llorando al micrófono, a preguntar quién se había llevado a su niño que estaba sentado en la silla.
Alguien se dio cuenta de que el "perdido" estaba atrás, jugando con otros niños. El Señor lo había curado durante la oración de sanación, y el niño se había bajado de la silla y se había ido a divertir con otros pequeños. Este fue un signo muy fuerte, y a la vez muy cómico, del poder sanador de la Eucaristía.
-En 1977, en el mes de marzo, se enfermó mi hija María Justina Delgado, de una enfermedad que nadie conocía. Eran unas llagas que cubrían todo su cuerpo. Aquí, en República Dominicana, no quedó un médico dermatólogo que no fuera a visitar. Después de andar tanto con ellos, decidieron los médicos hacerle análisis y una biopsia y enviarlos a fuera del país, pero no hubo éxito. Ya perdíamos la esperanza de verla sana. Pero un día, con la recomendación de nuestro Obispo, mi hijo la llevó a una Misa de sanación del Padre Emiliano, en la parroquia de Sánchez. Y ella, a partir de esa Misa, se sanó total y rápidamente de su enfermedad. Doy gracias a Dios por todo esto, porque mi hija estaba desahuciada de los médicos. ¡Alabado sea Dios!
En una campaña de evangelización en Bandaka, Zaire, una tarde se juntaron en el estadio de pelota unas 25,000 personas para la Misa de sanación. Un niño pagano que pasaba al lado del estadio, entró de curioso a ver qué pasaba allí. Era el momento de la Comunión. Luego vino la oración de sanación. Ese niño de 12 años de edad sufría de taquicardia desde que nació. El sintió de pronto que un calor muy fuerte le invadía, y como decía él en su testimonio, algo como una corriente eléctrica que le pasaba por el cuerpo. Era el Espíritu del Dios vivo que resucitó el cuerpo de Jesús en el sepulcro, que lo invadía y lo sanaba. Después de la Misa el niño quedó totalmente sanado de su taquicardia, y el médico pudo verificar que lo que le había pasado no era fantasía de su imaginación, sino una verdadera sanación de su corazón. En la clausura de la campaña de evangelización ese niño dio su testimonio con una audacia muy sorprendente en un chico de 12 años, y terminó dando gracias al Señor y diciendo: "Yo soy pagano, pero ahora quiero ser cristiano". ¡Qué fuerza de evangelización nos está regalando el Señor a través de esta Renovación Carismática! ¡Estamos entrando en un período de evangelización de un poder extraordinario, si aceptamos evangelizar con el poder del Espíritu Santo!
El mes de enero del 1987 predicábamos un retiro carismático de tres días en la ciudad de La Vega, República Dominicana. Fue un retiro muy concurrido que terminó el último día en la cancha de pelota, por la multitud de participantes que ya no cabían en el centro deportivo donde se había comenzado la predicación. El domingo, por la tarde, se celebró la Misa de clausura con oración de sanación. Una señora de un campo vecino quería participar en la Misa y pedir a Dios la sanación de su cáncer de los senos. En el camino, ella debía cruzar un río sin puente, y durante la noche anterior una lluvia torrencial había hecho que se desbordara. Cuando ella llegó al río, era imposible cruzarlo. Y ella quería participar en la oración por los enfermos. . . En fe, ella dijo al Señor: "Tú estás presente en todas partes, Tú puedes sanarme aquí".
Y se quedó a la orilla del río durante todo el tiempo de la Misa, unida en espíritu a la oración de la multitud que asistía a la Misa a las tres de la tarde, a unos ocho kilómetros de allí. La señora oró, entregó su enfermedad al Señor y regresó a su casa. Al otro día, al despertar, ¡oh sorpresa! Ella no sentía más dolor. Pasaron los días. Los nódulos cancerosos que tenía en los dos senos desaparecieron totalmente, y al mes iba dando su testimonio y contando a todo el mundo cómo el Señor en su bondad la había sanado del cáncer durante la Misa, mientras se unía desde lejos a la oración de sus hermanos. ¡También allí, a la vera del río, Jesús estaba presente!
Estamos en la televisión mundial en vivo en nuestra página web: www.jesusestavivo.org.mx Si haces click en el rostro de Jesús aparecen más de 50 vídeos, más 280 en Youtube, que hemos producido en vivo y ahora forman parte de nuestro archivo y podrás ver las veces que quieras. Algunos vídeos son: la Hostia palpitando, Yo vi a la Virgen María, Te doy 15 días para que me lo sanes, por decir algunos. Escucha hoy domingo “La Palabra” en vivo a las 18 horas en 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital y en la televisión mundial también en vivo en nuestro canal. La Misa que celebró hoy a las 9 de la mañana Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro fue transmitida en vivo por la televisión a nivel mundial.
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miércoles, 9 de junio de 2010

Milagros y curaciones

No todas las sanaciones son milagros del Señor. Hay sanaciones que se consiguen en la oración y que no se deben catalogar como milagros. Hablamos de milagro cuando se trata de una sanación que ninguna ciencia médica podría conseguir, y que Dios la realiza. En los casos que el Señor acelera el proceso de la curación que se hubiera podido conseguir de otra manera, sea a través de la medicina, sea a través de una operación o del reposo, decimos simplemente "curación". Por eso no toda curación recibida en la oración puede ser llamada milagrosa.
En Lourdes, entre tantas curaciones que se han conseguido en un siglo, muy pocas han sido catalogadas como milagrosas, como lo muestra la siguiente estadística: "Desde Catalina Latapie, sanada en marzo de 1858 hasta Sergio Perrín sanado en 1978, se han confirmado 64 sanaciones milagrosas, oficialmente reconocidas como tales por la Iglesia. Sin embargo, no se debe olvidar que en el año 1972, se encuentran anotados en los archivos 5,432 casos de sanaciones".
Una curación milagrosa fue la de Anita Siu de Sheffer. Aquí el Señor hizo lo que la ciencia médica no podía realizar. Ella tuvo un accidente automovilístico diez años antes en Santiago de Chile. Una lesión cerebral le hizo perder por completo los sentidos del gusto y del olfato. Siendo de posición acomodada fue a los mejores hospitales de Estados Unidos con la esperanza de recuperar su salud. Después de exámenes y terapias, los médicos le informaron que las fibras transmisoras de esas funciones eran más delgadas que un cabello y era imposible hacer operación alguna para volverlas a unir. Textualmente le habían dicho que "sólo un milagro" podría hacerla recuperar esos sentidos. Ella perdió la esperanza de volver a gustar los sabores y oler los perfumes de las flores.
En la misa de sanación por los enfermos, el Señor nos dio varias palabras de conocimiento de lo que estaba haciendo en la asamblea. Una de ellas decía así: "Aquí hay una señora que padece una enfermedad muy seria. Ella va a ser curada en el transcurso de la noche y mañana mismo nos dará testimonio de su curación total."
Al día siguiente, Anita se dio cuenta de que había recuperado el sentido del olfato. Se despertó con el suave olor del rosal que estaba junto a su ventana y el aroma del café en la cocina. Se levantó de un salto y contó a su esposo la maravilla. Con lágrimas en los ojos desayunó y allí mismo se dio cuenta de que podía saborear los alimentos por primera vez desde su accidente. ¡Lo que no podía hacer ningún médico de este mundo lo había hecho el Señor Jesús, amo de lo imposible!
Luego, llorando de alegría, dijo a toda la asamblea: Tengo dos niños pero nunca había podido olerlos. Ustedes las mamás saben lo que es apreciar el olor de sus hijos. Pues bien, esta mañana yo me acerqué a ellos, los abracé y comencé a olerlos suavemente.
Un testimonio muy bello de curación milagrosa es el siguiente que fue escrito por una persona en su carta al P. Emiliano Tardif: Yo sufría de artritis reumatoide que comenzó en octubre pasado con unos fuertes dolores en los tobillos las rodillas y las muñecas; además de un cansancio general. Esta es una enfermedad que no debe confundirse con la artritis o reumatismo que son enfermedades propias de personas de cierta edad, sin consecuencias graves.
La artritis reumatoide no se sabe de qué proviene ni cómo se cura. Ataca las articulaciones, produciendo un terrible dolor y el organismo va rechazando las articulaciones, la persona se va endureciendo, se deforma y, por lo general, termina en silla de ruedas.
Pensando que no era nada grave, recurrí al médico quien me ordenó hacer unos análisis, los cuales dieron como resultado "artritis positivo" artristest, que era lo que determinaba mi enfermedad. La profesional química que realizó estos trabajos de laboratorio, me recomendó que fuera a los Estados Unidos en busca de mi recuperación. En el centro artrítico donde fui atendida me impresionó ver a las personas en las distintas fases de la enfermedad. El doctor especialista, confirmó el diagnóstico y me dijo que esta enfermedad no se curaba.
Lo único que se podía hacer era estacionarla, recetándome sales de oro. Este remedio tiene sus aspectos negativos que no tardaron en aparecer: me salían erupciones por el cuerpo, se me caía el cabello y las uñas de los pies. Me disminuyeron las plaquetas y los glóbulos blancos. En ese momento, cuando ya el medicamento me estaba haciendo daño, vino el padre Emiliano Tardif. La primera vez que lo escuché fue en la iglesia de san Alfonso. En el momento de la sanación sentí que el corazón me iba a explotar, latía tan fuertemente que escuchaba sus palpitaciones. La segunda vez fue en la iglesia de Coronel Oviedo. De nuevo en el momento de la plegaria por los enfermos sentí un temblor en todo el cuerpo. El padre dijo que en ese momento se estaban curando dos señoras que tenían artritis y que se arrodillaran. La verdad es que no me animé porque no me convencí de que fuera yo la curada ni creía en ese tipo de curaciones quizás por falta de fe.
Escuché una tercera misa. Para entonces mis dolores ya habían desaparecido y ya no tomaba los medicamentos. Mi madre averiguó el día de la partida del padre Emiliano, y de nuevo en el aeropuerto, el padre Emiliano con el padre Andrés Car me hicieron una oración de sanación. Al terminar me dijo el primero: "No digas más 'tengo artritis', di que tenías, porque estás curada".
Me han desaparecido los dolores; dejé de tomar los remedios. Llegué a tomar hasta 12 ascriptin al día, aparte de las sales de oro que me inyectaban semanalmente. Me hice los análisis de laboratorio y realmente estoy curada. El doctor Nicolás Breuer, hombre muy creyente que es el médico que me atiende en Asunción me dijo: "Hay que admitir que más allá de la ciencia hay Alguien superior para quien nada es imposible"
Según me han explicado los médicos, la persona que padece esta enfermedad y que hipotéticamente se pudiera curar, jamás le desaparece el artristest, en razón de que es una marca que le queda para toda la vida. Es como aquel enfermo que ha tenido un infarto: le queda la cicatriz en el corazón. Sin embargo, en la comparación de los análisis que me han hecho puede verse que me he curado y que han desaparecido las cruces del artristest. La única explicación que puedo definir todo esto es un milagro de Dios. Ma. Teresa Galeano de Báez.
Escucha hoy domingo por la Zeta radio, 96.3 FM estéreoy 1340 AM digital, “La Palabra”, programa de evangelización católica a las seis de la tarde. Tenemos la proclamación de la Palabra y oración por la salud de los enfermos. Cuarenta y cinco minutos de bendiciones derramadas en los que viven el mensaje de salvación-sanación.Visita nuestro sitio web: www.jesusestavivo.org.mx donde podrás consultar y bajar libros de Conchita Cabrera de Armida, Milagros del Padre Pío, La Virgen María, P. Ricardo Zimbrón Levi M.Sp.S., Angeles y Demonios, Nueva Evangelización, Testimonios de Sanación, Milagros Eucarísticos y ¡todo lo que se le parezca! Mañana lunes a las cinco de la tarde estaremos en la oración por los enfermos en el templo de El Carmen donde Jesús Eucaristía sigue haciendo prodigios igual que los hacía hace dos mil años. Lleva a tus enfermos y dense cuenta que la gracia de Dios ha sido derramada en todos nosotros por su Santo Espíritu que se nos ha dado, ¡que ya tenemos! Señor Jesús, ¡sana a tu pueblo!
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

Sanación completa

El Espíritu Santo sana el corazón de los hombres y de las mujeres. Pero hay algo aún mejor: El también sana la institución que hace que el hombre y la mujer sean una sola carne: el matrimonio, la vida en pareja. Y tenemos que afirmar que sanar a una persona, hombre o mujer, sin sanar a la familia o a la pareja, sería como sanar a un miembro del cuerpo dejando el resto de la persona enferma. Ese miembro sano sufriría y no estaría bien.
¿Cuáles son las enfermedades de la pareja? Existe el divorcio legal y el divorcio del corazón. El divorcio del corazón llega cuando el marido y la esposa permanecen juntos, bajo el mismo techo, pero ya no se aman, no se hablan, se convierten en extraños uno para el otro.
Incluso se convierten en enemigos. Una capa de hielo cae sobre la vida de la pareja. Muchas familias se convierten en un infierno y los sacerdotes, pueden hablar de esto porque a sus oídos llegan las confidencias de dramas y penas extremadamente dolorosos.
En la Renovación Carismática el Señor ha hecho tantas veces el milagro de sanar una familia entera, de levantar matrimonios apagados, sin vida, donde ya no había alegría. ¿Por qué no podría hacerlo ahora? Recuerden ustedes la visión que tuvo Ezequiel de los huesos secos. En nuestra época en que la familia está en crisis, esas osamentas secas son las parejas donde ya no hay entusiasmo, ni amor, ni comprensión, ni apertura ni diálogo. Son, precisamente, parejas secas.
Pero, ¿qué dijo el Señor a Ezequiel?: "¡Hijo de hombre, profetiza sobre estos huesos secos!": Ez 37,4. Ese hijo de hombre, ese hombre de nada, en este momento soy yo, y por eso me atrevo a hacer mía la palabra del profeta y grito: "Huesos secos, escuchad la palabra de Yahvéh. Así dice el Señor Yahvéh a estos huesos: ¡He aquí que yo voy hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis!": Ez 37,4-5.
Ezequiel dice al Espíritu: "Ven de los cuatro vientos" (37,9), es decir de los cuatro puntos cardinales. Nosotros ya no hablamos así porque sabemos de dónde viene el Espíritu y decimos: Ven Espíritu Santo, del costado de Cristo en la cruz y sopla sobre estos muertos. No solamente sobre las parejas secas que está leyendo este mensaje sino sobre las del mundo entero, para que renazca en ellos el amor. Sólo tú puedes hacerlo.
Un sacerdote nos comenta: La pareja que me hospedaba, me invitó a cenar fuera la primera noche. Mientras esperábamos que sirvieran la cena, el esposo me dijo: "Padre, hoy usted me ve tomado de la mano de mi esposa, pero no siempre ha sido así. Estábamos a punto de separarnos; habíamos visto ya tres veces a un abogado y cada vez que entrábamos a su despacho, discutíamos, de modo que el abogado ya estaba molesto. No podíamos soportarnos más. Habíamos decidido separarnos.
Pero un día alguien me llevó a un encuentro carismático y allí, no sé cómo, sentí fuego en mi corazón. ¡Mi corazón de piedra se estaba quebrando! Al regresar a mi casa, desperté a mi esposa, la abracé y le dije: ¿Sabes una cosa? Te amo, te amo. Ella me miró desconcertada y me dijo: ¿Te has vuelto loco?"
En otra ocasión fue él quien llevó a su esposa a un encuentro de oración carismática y actualmente ambos animan la Renovación en su Diócesis. Este hombre agregó: "Hoy tiemblo tan sólo de pensar que estuve a punto de perder a mi esposa, a mis hijos y nietos que son mi alegría. ¡Pude haberme privado de ellos toda mi vida y el Señor me regresó todos a, todos!"
¿Quién realiza esos milagros hoy en día? ¿La Renovación Carismática? No, no son los santos los que ahora nos prometen milagros. Lo que vuelve diferentes los encuentros carismáticos no son los hombres sino el Espíritu Santo. En un canto espiritual, se repite esta pequeña frase: "Hay un bálsamo en Galaad que sana las almas enfermas". Galaad es una localidad mencionada en el Antiguo Testamento y que es conocida por sus perfumes. (cf. Gen 37,25)
Imagino a un comerciante ambulante que pasara gritando el nombre y precio de sus mercancías. Pero, ¿cuál es el perfume que necesitamos ahora? Ya no es el de Galaad, sino es el mismo Espíritu Santo. Yo grito: "Hay un bálsamo en la Iglesia que sana las almas agotadas, los corazones heridos y funde los corazones de piedra.
Vengan y compren vino y leche, sin dinero. Tomen el aceite de la Palabra, de los sacramentos y de la oración. Tomen este bálsamo los enfermos del corazón y del espíritu; ¡tomemos este bálsamo en dosis abundantes! El mundo de hoy necesita dosis masivas de Espíritu Santo. Juntos, podemos decirle: " ¡Sana lo que está enfermo! ¡Abrasa lo que está frío! ¡Endereza lo que está torcido! ¡Ven, Santo Espíritu de Dios!"
Todavía nos falta exponer al sol del Espíritu a nuestro "hermano cuerpo". ¿Qué pedimos para él en el "Ven Espíritu Creador?" ¡La sanación! La sanación de nuestras enfermedades puramente físicas: parálisis, enfermedades de los ojos, de los huesos, del oído...
Estas no son un castigo de Dios. Pienso que nadie dice cuando está enfermo: ¿Qué he hecho yo para que Dios me castigue así? Sino que hay enfermedades en que nosotros tenemos nuestra parte de responsabilidad, que están a mitad del camino entre una enfermedad del cuerpo y una enfermedad del alma. Esas enfermedades son consecuencia del abuso, ya sea en el comer o en el beber, en la sexualidad o en las drogas. Pidamos al Señor que nos sane de esas enfermedades, a sabiendas que El necesita de nuestra colaboración.
Antes de sanar al paralítico en la piscina de Betesda, Jesús le hace una pregunta extraña: "¿Quieres curarte?": Jn 5,6. Por supuesto que quiere sanar, pero Jesús quiere escuchar que él lo diga.
¿Por qué? El quiere saber si queremos sanar, si realmente lo deseamos y si estamos dispuestos a vivir aquello que nos cuesta tanto. El también sana las enfermedades físicas mediante su Palabra.
Yo recuerdo el testimonio de un hombre que participaba conmigo en una emisión televisiva. "Yo era alcohólico en último grado -decía- no podía estar más de dos horas sin beber. Si tomaba el tren, primero veía si tenía un carro-bar. Había vuelto imposible la vida de mi esposa y de mis tres hijos. Un día me llevaron a un encuentro donde se leía la Biblia. Leyeron un pasaje. Al escuchar la Palabra de Dios, me sentí como atravesado por una descarga eléctrica y me supe sano. Luego, cada vez que tenía deseos de beber alcohol, corría a abrir la Biblia en ese versículo. El hecho de volver a leer esa Palabra, me da fuerza inclusive ahora en que estoy totalmente sanado". Cuando intentó decirnos cuál era esa Palabra, su garganta se cerró de emoción. Se trataba de un versículo del Cantar de los Cantares, que dice: "Celebraremos tus caricias más que el vino": Ct 1,4. En la Palabra está todo. Este es el poder sanador de la Palabra de Dios, escuchada en una atmósfera de fe y oración.
El Espíritu Santo no acaba con las sorpresas. Muchos han venido a acompañar a sus enfermos. ¡Se consideraban simples acompañantes y descubren que ellos son los verdaderos enfermos! Mejor dicho, somos ¡porque yo también me incluyo!
¿Y qué vamos a pensar de aquellos que después de este encuentro no sean sanados? ¿Que no tienen suficiente fe? ¿O que no la tienen aquellos que han orado por ellos? Desgraciadamente, se piensa esto en contextos pentecostales o ultra carismáticos, pero es completamente falso. De esta manera sólo se agrega un nuevo sufrimiento a otro.
Recuerdo haber encontrado en África a una mujer laica consagrada. Cojeaba y habían orado mucho por su sanación, pero no había sanado. Finalmente le dijeron que seguramente le faltaba fe. Vivió entonces muchos años con su enfermedad y un fuerte sentimiento de culpa hasta el día en que cambió su oración: "Señor, está bien, acepto cojear toda mi vida, pero me vas a prometer que al llegar al Paraíso, allí me harás bailar, ¡porque yo nací para bailar!"
Si el no sanar significara no tener fe, entonces muchos santos habrían tenido menos fe que nosotros, porque algunos estuvieron enfermos toda su vida. Cuando san Francisco murió tenía unas diez enfermedades graves, según estimación de médicos actuales. Los santos lograron que los demás sanaran, pero ellos vivieron con su propia enfermedad.
Cuando Pablo pidió tres veces al Señor que le quitara una espina en la carne, él le respondió: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza": 2Cor 12,9.
La explicación va más allá: Dios tiene dos maneras de socorrer y mostrar su poder: quitando el mal o dando fuerza para soportarlo de una manera nueva, libre y, finalmente gozosa, uniéndonos a Cristo "completando lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo que es la Iglesia": Col 1,24.
Unidos en comunión con nuestros hermanos enfermos de su cuerpo, los presentamos a Jesús, como aquellos que hicieron bajar al paralítico por el techo de la casa, compadecidos de él. "La compasión, -dice san Gregorio de Niza-, es el órgano a través del cual se ejerce el ministerio de sanación".
Cuando se trata del prójimo, tenemos que ser intrépidos con Dios. A este respecto leemos que un monje, santo, compadecido ante la enfermedad de uno de sus hermanos, se dirigió a Dios diciéndole: "Oh, Dios mío, quieras o no quieras, ¡sana a este hermano!"
¡Alabado sea Jesucristo!
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No temer las malas noticias

Un jefe de la sinagoga, y por lo tanto rígido cumplidor de la Ley, de nombre Jairo, fue a buscar a Jesús para que atendiera a su hija única de apenas doce años, que agonizaba. Como no había tiempo que perder. el Maestro se encaminó a toda prisa a la casa del funcionario. Pero en el camino una mujer que sufría flujos de sangre, interrumpió su paso no sólo para ser curada, sino invirtiendo el precioso tiempo, contando toda su historia clínica y cómo había sido curada al tocar el manto de Jesús.
Así se perdió el valiosísimo tiempo que era necesario para llegar a tiempo a la casa de Jairo. Entonces, llegan los siervos de la casa de jefe de la sinagoga para comunicarle la “mala noticia” de que su hija ya había muerto y que, por lo tanto, no había nada qué hacer. Lo desaniman diciéndole que ya era inútil cualquier esfuerzo, pues habían desaparecido los signos vitales de la niña. Jesús por el otro lado, le asegura que simplemente crea y tenga fe. El funcionario, con el corazón apachurrado, volteaba a uno y otro lado, sin saber a quién creer: Si a los siervos que le daban una mala noticia o a Jesús que le aseguraba que la niña no había muerto, sino que simplemente estaba dormida. (Mt 9,18-26)
Nuestros periódicos y noticieros están llenos de notas rojas y amarillas que alarman y quitan la paz. De mil formas somos asaltados por acontecimientos alarmantes de terrorismo, injusticia, robos; e infelizmente, también nosotros nos convertimos en profetas de desventuras que propagamos los reportes negativos de accidentes, enfermedades y corrupción. Por otro lado, tenemos la Palabra y Promesa de Jesús, que asegura: No temas, simplemente ten fe: Mc 5,36.
Nosotros, y solamente nosotros, decidimos a quién escuchar y a quién creer. Para no caer en el pesimismo y la desconfianza que desaniman y quitan fuerzas, el Salmista nos invita a no acoger las malas noticias: No tienen que temer noticias malas, firme es su corazón, en YHWH confiado: Sal 112,7
El 31 de diciembre se reunían los sapos y las ranas del pantano para su competencia anual. El objetivo era llegar a lo alto de una montaña antes de las doce de la noche. Al atardecer, comenzó la contienda con los brincos de los competidores, que no dejaban de sonreír, con la esperanza de obtener el premio de la carrera.
La multitud de curiosos no creía que pudieran alcanzar la cumbre y miraban con desconfianza el desfile de sapos y ranas. Entonces, comenzaron a decir en voz alta: Esos sapos no lo van a conseguir. Es imposible. Qué pena. La montaña es muy alta. No van a poder.
Los sapos más viejos desistían, desanimados por los comentarios de los demás: Es verdad, no podemos; no vale la pena seguir adelante, aseguró convencido el primero. La montaña es demasiado alta, dijo otro, mientras que uno más aseguro: Además, ya no hay tiempo.
Ante los permanentes y crecientes comentarios negativos de los circunstantes, otros sapos también fueron claudicando; convencidos de que se trataba de una misión imposible. Sólo un pequeño batracio no dejaba de saltar, con una sonrisa de oreja a oreja.
Entonces, todas las palabras y comentarios de desánimo se centraron en el sapito. A veces en coro, a veces diferentes animales, le decían con la mejor de las voluntades: Ni te esfuerces, no vale la pena; eres demasiado pequeño; si otros no han podido, tú menos. ¿Para qué te cansas? Es inútil, no vas a llegar. Ya no hay tiempo.
Pero el sapito seguía saltando, sin que le influyeran los presagios negativos, mientras las campanas comenzaban a indicar que estaba terminado el tiempo. Pero, antes de la última campanada de las doce de la noche, el sapito cruzó la meta, ante el aplauso y la admiración de todos los animales del pantano.
Las cámaras y los reflectores lo rodearon. Los periodistas le preguntaron cuál había sido su secreto para alcanzar la meta y vencer las predicciones y opiniones negativas.
El sapito no contestaba. Le insistieron para que revelara su secreto. El sapito sacó un papel donde estaba escrito: "Soy sordo".
La sordera ante las posturas de derrota, es la vacuna para no contaminamos de tristeza o desánimo. Las palabras que se albergan en nuestra mente tienen un efecto inmediato; para bien o para mal. Por eso, hay que cerrar la puerta al pesimismo.
No puedes evitar los amargos frutos de la frustración de los demás, pero sí eres capaz de inmunizarte contra sus estragos. No permitas que personas con mente negativa derrumben las mejores y más ricas esperanzas de tu corazón. No consientas que los vientos de las críticas apaguen la llama de la esperanza.
Sé sordo al negativismo y pesimismo, así como a quienes desconfían de ti, asegurándote que no puedes realizar tus sueños. Si atiendes y das crédito a quienes te hacen temblar con noticias alarmantes y negativas, vas a vivir en el temor y la zozobra.
Somos receptores tanto de buenas como de malas noticias, pero nosotros tenemos la capacidad de abrimos a las primeras y cerrarnos a las segundas. Por eso, el Salmista nos invita a no recibir las malas noticias.
Sin embargo, las voces más peligrosas, no vienen de afuera, sino de dentro de nosotros mismos. Por eso, sé sordo a tus gemidos lastimeros que te convierten en víctima y te conducen a la auto compasión. No te creas cuando del fondo de tu corazón brota una voz que repite: "No puedo, no vale la pena, es imposible".
En nuestro interior también generamos fantasmas que nos asustan, como aquella noche de tormenta en el Lago de Tiberíades, el miedo hizo que los discípulos confundieron a Jesús con un fantasma revestido de noche.
No cures, Señor, mi sordera. Hazme sordo para las malas noticias. Que no escuche ni se alberguen en mi corazón los pensamientos negativos que crean actitudes pesimistas y destructivas. Hazme sordo cuando me dicen que no puedo, que es imposible y que no vale la pena. Hazme sordo, Señor, para no escuchar a los profetas de desventuras, pero al mismo tiempo, transfórmame en alegre mensajero de buenas noticias que no apagan la mecha que humea, sino que creen en milagros y esperan contra toda esperanza (Mt 12,20; Rom 4,18), porque mi fe está cimentada en que un muerto ha resucitado al tercer día.
De manera especial hazme sordo a mis voces internas que aparecen como fantasmas para desanimarme y desalentarme. Que no me deje influir, ni siquiera por mí mismo, cuando el cielo se tiña de gris o el mar amenace con tormentas. Y cuando vengan a decirme que ya no hay nada que hacer, Señor, háblame más fuerte y repíteme: Ve, tu fe te ha salvado. No tengas miedo. Así sea.
No acojas palabras que te dañen, ni pongas fertilizante a las noticias negativas
-Existe una virtud a la que no se le ha dado su debida importancia hasta el día de hoy: La esperanza. Se le llama, la hermana menor entre las virtudes teologales. Sin embargo, Pablo la valora de forma especial: La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado: Rom 5,5.
La prueba que el Apóstol da, es irrefutable: Dios ya derramó su Espíritu. Espíritu que renueva la faz de la tierra en nuestros corazones y nos hace vivir nuestra salvación en la esperanza. (2Cor 1,22; Rom 8,24)
La virtud de Abraham no fue simplemente la fe, sino su fe expectante. El anciano patriarca de Ur de la Caldea, supo "esperar contra toda esperanza". (Rom 4,18) Cuando el cumplimiento de las promesas parecía ilógico y hasta contradictorio, él siguió esperando: (Abraham) esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo constructor es Dios: Heb 11,10.
En una amplia sala, cuatro velas compartían su luz en una tarde de verano. Cuando el crepúsculo diluyó los colores y se alargaron las sombras, un triste diálogo surgió entre ellas: La primera vela, dijo con sollozos: Yo soy la paz ... Yo no sé qué hago encendida en este mundo. Los hombres anteponen la guerra, la violencia y el terrorismo. Yo, mejor, me apago... Y se fue muriendo...
La segunda vela, afirmó con decepción: Yo soy la verdad... Ya no sirvo para nada en este universo. Las personas prefieren vivir en la mentira y el engaño. Me han rechazado y se mienten los unos a los otros. Yo no tengo ya nada qué hacer en este planeta. Mejor, voy a desaparecer de este mundo...
La tercera vela se levantó con tristeza: Yo soy el amor... Yo ya no tengo fuerza para mantenerme viva. La gente ya no cree en el amor: Los matrimonios se divorcian y las familias se dividen. Reina el egoísmo por doquier. Prefiero extinguirme... Y se fue apagando...
David, un niño de nueve años, entró lentamente a la sala que era iluminada tenuemente por la última vela. Le dio miedo y comenzó a llorar. Tengo miedo. Ha desaparecido la paz, la verdad y el amor. El mundo, mi mundo, está en tinieblas. No quiero vivir en este caos tan oscuro.
La última vela, la única que continuaba encendida, iluminó las lágrimas de sus ojos y le dijo: David, no llores, no tengas miedo. Mientras yo permanezca encendida, yo puedo volver a prender todas las velas que estén apagadas. Yo soy capaz de comunicar luz otra vez a la paz, la fe y el amor.
El niño preguntó: ¿Tú eres capaz de encender otra vez la luz de la paz, de la fe, y del amor? ¿Quién eres tú? ". La vela respondió: David, yo soy la esperanza. Mientras yo permanezca encendida, no todo está perdido. El niño repitió: Tú eres la esperanza. ¿Mientras tú permanezcas encendida, no todo está perdido? Con mi luz se pueden volver a encender la paz, la verdad y el amor.
El niño tomó la vela de la esperanza y encendió las otras tres, mientras proclamaba: "Con la esperanza logramos encender todas las velas apagadas". Las otras velas repitieron a coro: "Con la esperanza se encienden todas las velas apagadas". La esperanza hace posible lo que esperamos y podemos encender todas las velas apagadas.
Así como Abraham vio el día del Señor que esperaba, nosotros podemos ya vivir nuestra salvación en la esperanza. (Jn 8,56; Rom 8,24)
Así como el suicidio es la puerta falsa para quienes perdieron la esperanza, la fuerza interna que permitió la sobre vivencia en los campos de concentración, o con la cual David venció a Goliat, fue también la esperanza. A nosotros nos corresponde ser profetas de esperanza, que podemos anunciar que el valle de huesos secos, vuelve a la vida, gracias al Espíritu de Dios que es capaz de renovar todas, sí, todas las cosas. (Ez 37,1-14)
Puedo perder todo, menos la esperanza que me ayuda a recuperar lo que ya antes había extraviado para vislumbrar lo que todavía no recibo, y sobrevivir en la oscuridad de la vida, y aún más, encender otras velas que hoy se han extinguido.
Quiero ser misionero de la esperanza en ese matrimonio roto, en esa enfermedad incurable, en esa depresión desgastante o en ese laberinto que parece que no tiene salida. Sólo necesito una nueva efusión de Espíritu Santo, que me haga esperar contra toda esperanza; que si el Espíritu de Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, también puede resucitar cuanto está apagado en mi cuerpo, mi alma y mis relaciones con los demás.
Necesito la esperanza que el valle de huesos secos, especialmente el mío, puede volver a la vida y que son posibles los prodigios, milagros y curaciones el día de hoy.
Mientras permanezca encendida la luz de la esperanza, todo es posible
Te invitamos a ver nuestros videos. Abre nuestra página www.jesusestavivo.org.mx y en You Tube podrás ver más de 280 vídeos de misas, evangelización y testimonios de sanación. Lo que hizo Jesús hace dos mil años lo repite hoy porque él tiene el mismo poder de antes: TODO. Cuando un leproso le dijo: “si tú quieres, quedo sano”. Jesús contestó: “Quiero, queda limpio”. Le impuso sus manos y el leproso quedó sano y limpio. Hoy le decimos a Jesús: “Señor, los que están viendo los videos están enfermos, quieras o no quieras sánalos”. ¿Cuál va a ser la respuesta de Jesús? La misma: “quiero, queden sanos”. Jesús es Dios de una sola palabra, porque su Palabra es la misma de ayer, la misma de hoy y la misma por siempre. ¡Gloria a a Dios!
El Buen Pastor cuida a sus ovejas y además las junta en un solo rebaño con un solo Pastor. Después de reunirlas las alimenta en prados de fresca hierba y por si fuera poco se da de comer él mismo en la Eucaristía. Si tu comes a Jesús en la Eucaristía tu enfermedad tiene los minutos contados. Te diremos que el Buen Pastor SANA a sus ovejas que identifica por su nombre. Este mensaje de salvación-sanación es para cada uno de los que vean este video. Todos los videos que realizamos tienen como centro la Palabra de Dios y después y siempre después la oración por la salud de los enfermos. No nos sana hierba ni emplasto alguno sino tu Palabra Señor Jesús, ¡que todo lo sana! Hoy en la Zeta radio, 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital, a las seis de la tarde, cuarenta y cinco minutos de bendiciones con “La Palabra” que brilla en tus tinieblas, en tus enfermedades. Escucha, participa y vive lo que Jesús tiene para ti desde toda la eternidad. ¡Gloria a Dios!
¡Alabado sea Jesucristo!
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Señor, muéstrame tus caminos

Empezamos nuestra lectura reflexionando sobre algo que seguramente ya pasó en nuestras vidas. A veces pedimos algo a Dios y el nos lo da, pero otras veces pedimos otras cosas a Dios y el cambia nuestro pedido por otro, con otras ocasiones, pedimos y pedimos alguna cosa a Dios y el no la concede ¿Por qué?
Ustedes ya tuvieron esta experiencia de un Dios que responde nuestro pedido, de un Dios que muchas veces responde de manera diferente nuestros pedidos y de un Dios que no nos da lo que pedimos, parece que ya pasamos esas experiencias y esta día preguntamos: ¿por qué?, ¿dónde está el secreto?, ¿dónde esta la esencia, la respuesta del porque a veces Dios dice si y a veces responde diferentemente y a veces dice no? Leamos la Palabra, porque la Palabra es vida, es luz y aquí encontramos la respuesta a esta pregunta que a veces nos deja inquietos y a veces nos desconcierta.
Consideremos a Moisés un hombre maravilloso, amigo de Dios que constantemente iba al Señor para pedirle algo, que llevaba pedidos del Faraón y que llevaba los pedidos de Aarón su hermano, de su hermana María enferma, y también los suyos propios.
Analicemos rápidamente estos cinco pedidos de Moisés, los encontramos todos ellos en el libro del Éxodo, capítulo 32 y 33, la Palabra de Dios dice así: Moisés dijo al Señor: “Señor si en verdad encontré gracia frente a ti, muéstrame tu camino”. ¿Que pide Moisés? “Señor, muéstrame tus caminos” ¿No conocía él, bien los caminos del desierto? ¿No tenía 40 años viviendo ahí? había pastoreado ovejas conocía el oasis, había transitado las rutas de caravanas.
Moisés conocía el desierto desde hace 40 años que vivía en él, pero ahora es diferente. Antes Moisés cuidaba ovejas, antes llevaba un rebaño, antes pastoreaba animales, ahora se trataba de conducir un pueblo, de llevar personas libres, dignas y Moisés pensó: llevar un rebaño, llevar animales, no es lo mismo que llevar un pueblo, no es lo mismo que conducir hombres y mujeres, no es lo mismo, ellos tienen dignidad, merecen respeto son libres, no puedo manipularlos. A las ovejas las metía al redil y las soltaba cuando quería, las trasquilaba cuando quería, pero un pueblo no es lo mismo merece respeto. Moisés está dando un paso nuevo en la vida y por esto dice: “Señor, muéstrame tus caminos, muéstrame tus criterios, muéstrame tus valores, Señor muéstrame como conduces a tu pueblo, muéstrame porque yo no sé”.
Y Dios le enseñó a Moisés como conducir a su pueblo, como guiarlo a la tierra prometida, Dios respondió al pedido de Moisés y gracias a esto el fue el guía que llevó al pueblo hasta las puertas de la tierra prometida.
¿Cuál fue el primer pedido? “Señor, muéstrame tus caminos” ¿Tú pedirías esto a Dios esta día? debes conocer los caminos de Dios, ¿o ya los conoces?
Levantemos los brazos y pidamos al Señor, pues sabemos que este pedido es escuchado, muéstrame tus caminos, para dirigir a mi familia, guiar la parroquia… Señor muéstrame tus caminos para guiar a mi familia, mi vida, para el futuro de mi existencia, ahora no se que debo hacer, digamos muy fuerte al Señor “Señor, muéstrame tus caminos”.
Dios había perdonado al pueblo gracias a la intercesión de Moisés, quien expuso su propia vida, su vida eterna con tal de que Dios perdonará a su pueblo. “Perdónanos Señor si no me arriesgo, te pido el libro de la vida que tu escribisteis”.
Y Dios perdonó a su pueblo gracias a la valiosa intercesión de Moisés, Dios dijo a Moisés: “Moisés levántate sal de aquí y ve al país que te mostré, al país que prometí a Abraham, Isaac y Jacob, levántate sube y camina rumbo a la tierra prometida”
Y Moisés se quedó pensando y dijo: ¿Que suba con este pueblo de necios, que vaya con ellos? No Señor eso no, ven con nosotros o no me muevo de aquí. Que bella, que hermosa reacción la de Moisés. Dios le dijo: “Sube, camina”, pero Moisés respondió “No, solo no, ven con nosotros o no salgo de aquí”. Se sentó en una piedra y Dios dijo: Bien, enviaré un ángel delante de ustedes, él ira con ustedes. No, no eso no fue lo que me dijiste en la zarza, cuando te me revelaste en el Monte Horeb en medio de aquella Zarza, que ardía y no se consumía, yo dije que no quería ir y me dijiste “Estaré contigo”. Por esto Señor ven conmigo, no me mandes un ángel. Y Dios explica: “Ve Moisés, ustedes son tan necios, tan pecadores que si nuevamente me ofenden, mi ira se encenderá, mis siervos me enfurecerán y yo los destruiré, es mejor que vaya este ángel, que es muy bueno, con él no correrán riesgo ni peligro, además de esto Moisés, él tiene poder suficiente para hacerlos vencer todas las batallas, para conquistar la tierra prometida, anda Moisés ve con mi ángel.
Y Moisés. No, no Señor, no me basta tu ángel, te quiero a ti en persona y si no vienes personalmente, de aquí no nos movemos, aquí nos quedamos a la sombra de este momento, tu monte Santo, el monte de alianza, al monte Horeb de aquí no salimos, queremos que tu vengas Señor. Vean que lindo es el diálogo de Dios con Moisés, un amigo que habla con su amigo, entonces Dios cede y dice: “Está bien, ¡iré contigo”!
¿Qué debía haber hecho Moisés? levantarse, tomar su cayado levantar el campamento y emprender el camino rumbo a la tierra prometida, pero saben lo que respondió cuando Dios dijo: “Iré contigo”. -No, No Señor no quiero que vengas conmigo sino con nosotros. Esta es la oración de Moisés, no basta para Moisés, no le es suficiente que Dios vaya con él, no quiere un Dios personal, sólo para sí, quiere un Dios para todo el pueblo y cuando Dios dijo: “voy contigo” responde “No basta Señor o vienes con todo el pueblo o no voy”.
¿Saben lo que hizo Dios? Se manifestó como columna de fuego durante la noche y una nube durante el día acompañó permanentemente al pueblo, 24 horas al día por 40 años en su travesía por el desierto, Moisés no quería un Dios para sí, quería un Dios para todo el pueblo no quería que Dios fuera con él sino con todo su pueblo.
¡Ah! si fuéramos capaces de pedir esto, “ven con nosotros Señor”, a veces sólo pedimos para nosotros mismos, Señor ven conmigo, Señor ven acompáñame, Señor cuídame, cúrame. En el día en que ampliamos nuestro horizonte, el día en que tomamos conciencia de que somos una familia, un pueblo, diremos: “Señor ven con nosotros, Señor acompáñanos, cuídanos este día, el Señor responderá a nuestro pedido, porque a esta petición el Señor siempre responde”.
Pidamos a Dios en este momento que venga con nosotros, no conmigo solamente sino con toda la familia, que venga con tu esposo, con tus hijos, con la suegra, que venga con los que tienen un problema en su familia, con aquel con quien tu no le hablas, con aquel que tu no perdonas, dile: Señor ven con nosotros, no quiero que vengas sólo conmigo, Señor no me basta con que estés en mi corazón, ven con nosotros, con toda mi familia, con toda la parroquia, con toda la comunidad, ven Señor con toda la Renovación, con toda la Iglesia, Señor, Señor ven con todo el pueblo, ven con nosotros, no quiero caminar contigo solo, quiero que camines con nosotros que vengas con nosotros Señor. Este fue el tercer pedido de Moisés.
Un día Dios estuvo a punto de destruir al pueblo de Israel, ¿Por qué? Porque hicieron un becerro de oro, habló con Moisés que estaba en la cumbre del monte, diciendo: “Desciende porque tu pueblo que sacaste de Egipto pecó”.
¿De quién era el pueblo, a quién pertenecía? A Dios, quien llamó a Abraham, Isaac y Jacob, ¿Quién fue? Dios. ¿Quien había hecho una alianza con este pueblo? Quién dijo: “Yo seré tu Dios y tu serás mi pueblo”. Dios. ¿De quien era el pueblo? de Dios pero? ¿Qué dijo Dios? desciende porque tu pueblo pecó, aquel pueblo que sacaste de Egipto, tu lo sacaste Señor con mano fuerte. Pero Dios ya no quiero nada con Israel, Dios dijo, ya no es mi pueblo, Moisés es tu pueblo. Yo voy a acabar con él, voy a destruirlo. Pero Moisés intercedió y le dijo: Señor no es mi pueblo, es tuyo y no puedes destruirlo, no puedes acabar con lo que te pertenece, Señor.
Gracias a esta intervención, Dios perdonó a su pueblo y este fue salvo, por esto la petición de Moisés es muy inteligente, “Señor considera que este pueblo es tuyo, no vuelvas a repetir Señor que este pueblo es mío, no vuelvas a rechazar a tu pueblo como si fuera mío. ¿Qué pide Moisés? pide a Dios algo muy simple “Señor no te olvides que este pueblo es tuyo y no mío, yo no lo compré, yo no lo llamé, no lo liberé, no hice una alianza con él, fuiste tú Señor quien hizo todo esto.
¿Será entonces que Moisés no amaba al pueblo de Israel? Sí lo amaba y era tanto, que no se apropiaba de él. Pero decía: Este pueblo sólo tiene un dueño, un sólo Señor y este es el Señor Yavhé de Israel. Es libre, nada me debes, no me pertenece, no es mío, Israel sólo pertenecerá al Señor tu Dios y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y solo a él servirás porque él es tu dueño, no soy yo, a mi no me debes nada, porque nada hice por ti, el Señor hizo todo, fue él quien te llamó, fue el quien te sacó de Egipto, quien hizo una alianza contigo. Israel es el pueblo de Dios no es el pueblo que pertenezca a ningún hombre.
Dios escuchó a Moisés y jamás volvió a hablar, no, Dios dirá siempre: “Tu Israel eres mi pueblo, no me arrepiento de mis dones, tu serás mi pueblo eternamente”.
Este es Moisés, aquel que sabe desprenderse de lo que ama, porque en las manos de Dios esta mejor que en las suyas propias. Veamos donde estaría mejor tu familia, en las manos de Dios o en las tuyas propias, dónde estará mejor tu propia vida en las manos de Dios o en las tuyas propias. Padre, donde estará mejor tu parroquia en tus manos o en manos de Dios.
Donde estará mejor la Iglesia en manos humanas o en las manos de aquel que dio su sangre para convertirla en novia engalanada preciosa, sin mancha y sin arruga. Dónde estará mejor nuestra sociedad en las manos de un partido o de tal o cual sistema o en las manos de Dios.
Digámosle: Señor este pueblo es tuyo, esta familia es tuya, no es mía, Señor la Renovación es tuya, Señor no es mía, la Iglesia es tuya completamente, diste la vida por ella, tú la compraste al precio de tu sangre, Señor esta es tu iglesia, no es mía, este pueblo, esta sociedad no son míos Señor, sino tuyos, ten misericordia de la obra de tus manos.
Escucha hoy domingo por la Zeta radio, 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital, “La Palabra”, a las 18:00 horas. En este programa de evangelización católica tenemos la proclamación de la Palabra de Dios y oración por la salud de los enfermos. Cuarenta y cinco minutos de bendiciones derramadas en los que viven el mensaje de salvación-sanación.Visita nuestro sitio web: www.jesusestavivo.org.mx donde podrás consultar y bajar libros de Conchita Cabrera de Armida, Milagros del Padre Pío, La Virgen María, P. Ricardo Zimbrón Levi M.Sp.S., Angeles y Demonios, Nueva Evangelización, Testimonios de Sanación, Milagros Eucarísticos y ¡todo lo que se le parezca! Mañana lunes a las cinco de la tarde estaremos en la oración por los enfermos en el templo de El Carmen donde Jesús Eucaristía sigue haciendo prodigios igual que los hacía hace dos mil años. Lleva a tus enfermos y dense cuenta que la gracia de Dios ha sido derramada en todos nosotros por su Santo Espíritu que se nos ha dado, ¡que ya tenemos! Señor Jesús, ¡sana a tu pueblo que es obra de tus manos!
La misa de hoy domingo que celebra Monseñor Rafael Chávez Ponce de León en el templo de San Pedro a las 9 de la mañana, se transmitió en la televisión en vivo en nuestro canal: www.jesusestavivo.org.mx El programa “La Palabra” que se transmite en la Z radio 96.3 FM estéreo y 1340 AM digital lo transmitimos también en vivo en la televisión a nivel mundial a las 18:00 horas. La oración por la salud de los enfermos que tendremos mañana en el templo de El Carmen a las 17:00 horas también será llevaba a la televisión en vivo a nivel mundial, lo mismo que la Eucaristía con la que terminamos nuestra oración. Todas estas actividades quedan grabadas en nuestros archivos y las podrás ver las veces que quieras
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización