miércoles, 5 de mayo de 2010

Feliz tú porque has creído

Algunos días después de la Anunciación, María se fue a visitar a su prima Isabel; ciento cincuenta kilómetros de caminos polvorientos para llegar a la actual Ain-Karim, en la región montañosa de Judá. Una Virgen que se levanta y va; una Madre que se encamina a las montañas de Judea llevando a su Hijo. Es muy probable que el viaje fuese a pie. Los pies de María, con su caminar suave, rítmico e incesante, haciendo santa de norte a sur la tierra de Israel.
Tiene prisa María, prisa de llegar hasta Isabel, su prima anciana, que, milagrosamente, va a tener un hijo según le había anunciado el ángel: "Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella a quien llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios", "ni siquiera el que una virgen, sin dejar de serlo, sea madre; ni siquiera el que Dios sea al mismo tiempo, Padre, Hijo, Esposo".
Tiene prisa María. Prisa por servir. Prisa por ayudar. Prisa por hacer felices a los demás, de prisa... porque; ¡Hay tantas cosas buenas qué hacer en esta vida, que la vida es corta y hay que vivirla intensamente!
Virgen decidida, Virgen joven, Virgen moderna. María sube y baja las cuestas, traga el polvo del camino... Y el calor del sol, y el polvo, y el cansancio, todo desaparece cuando María, sin dejar de caminar, piensa en el secreto que lleva dentro de sí: "Jesús, hijo mío". Todavía es algo muy pequeño en sus entrañas, pero Ella sabe que está allí, que es el Hijo del Altísimo y que se va a llamar Jesús.
"HIJO MÍO"... En este mundo solo María ha llamado a Jesús así. Esta expresión le sale sin esfuerzo, y ahora, mientras sigue de prisa por ese camino largo, la Virgen habla, canta y sonríe a aquel Hijo de sus entrañas que lleva en su seno.
María, Nuestra Señora de las mamás, como se venera en Francia; nuestra Señora de la vida que empieza, de la vida que late oculta y silenciosa al abrigo del corazón maternal.
Es Dios quien ha querido asociar a las madres de manera íntima a este misterio de la vida preparando su cuerpo, pero también su alma y su corazón, para esta misión sublime. La madre lo es desde el primer instante de la concepción; todo su ser ha sido diseñado maravillosamente para proteger esa vida que comienza, a ese ser pequeñísimo que le es confiado en el silencio y en la seguridad del claustro materno.
No tardará en descubrir su presencia y su compañía, en advertir que es una vida independiente, con movimientos autónomos e impulsos propios, destinada a crecer en libertad cada día.
Qué atrocidad y qué absurdo es el dar muerte por el aborto a quien ha colaborado a dar la vida, vida que pertenece sólo a Dios.
Vida de la Vida, Madre del Señor, vela por las madres a quienes se encomienda la vida, que se sepan portadoras de un tesoro que es de Dios.
Toda mamá que da a luz a una nueva criatura lo hace porque Dios, que ha infundido el alma en ese ser pequeñísimo, la convierte en portadora de alguien hecho a Su imagen y semejanza. De un modo análogo a como el sacerdote hace presente a Jesucristo en el altar en el momento de la consagración, los padres hacen descender a la tierra en el momento de la concepción, según el orden de la creación, al espíritu salido de las manos de Dios.
Misión sublime y santa la de la mujer, íntimamente ligada a su vocación de amor y de entrega, a su vocación de engendrar la vida ya sea en la carne o en el espíritu.
Ser mujer y ser madre es ser capaz de los mayores sacrificios; es ser más constante en el amor. Una mujer, cuanto más mujer, más santa es. Como María, nuestra Santísima Madre, la más perfecta de todas las mujeres.
Iba de prisa la Virgen. "Su espíritu saltaba de regocijo en Dios su Salvador". Y es Dios quien ha escogido hacer un viaje en esta forma porque "se ha fijado en la pequeñez de su esclava.
Es Jesús quien ha querido recorrer por primera vez la tierra de Israel en el seno de una jovencita.
Por fin llega María y saluda a Isabel, quien al sentir saltar de gozo al niño en su seno, "llena del Espíritu Santo" saluda a María con palabras proféticas de trascendencia universal: “BENDITA TU ENTRE LAS MUJERES Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE”
"¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí? Isabel da testimonio de María: reconoce y proclama que ante ella está la Madre del Señor, la Madre del Mesías. De este testimonio participa también el hijo que Isabel lleva en su seno el futuro precursor, Juan el Bautista.
María se queda tres meses en casa de Isabel prestándole sus servicios. Ella sabe muy bien, puesto que es la esclava del Señor, el valor del sacrificio oculto y silencioso, y nos da ejemplo de servicio. Ella sabe que para servir hay que servir, hay que estar pendiente de las necesidades de los demás, siempre atentos a las penas y problemas del prójimo.
María se queda a acompañar a Isabel... ¡Estamos todos tan necesitados de compañía!... Hay tantos "solos en este siglo de la comunicación. Solos en la familia; Solos en el trabajo; Solos en la diversión, tratando de acallar, inútilmente, con el ruido y el bullicio esa soledad, esa angustia, ese vacío existencial.
A las personas que tratamos de ayudar, sean amigos, parientes, compañeros o vecinos, siempre se les da muy poco si no se les da a Dios, la única verdadera compañía; y esto es lo que hizo María: ser portadora del Señor del Universo a quien lleva en sus entrañas. ELLA VINO AL MUNDO PARA RESTABLECER LA PRIMERA MISIÓN DE LA MUJER: LA DE SER PORTADORA DE DIOS A LA HUMANIDAD.
Con Dios no puede haber "solos". El es más íntimo a nosotros que nosotros mismos; hacia Él tendemos naturalmente y con más fuerza, como decía Santo Tomás, que un imán que es atraído poderosamente hacia el centro de la Tierra, ya que en El encuentra la vida su sentido, y el alma su asiento y felicidad. María nos descubre al Señor en la intimidad y nos enseña a ser como ella: portadores de alegría, portadores de Dios.
María, "Reina de los Apóstoles", de quienes estamos llamados a extender por los caminos de la Tierra el reinado de Cristo, de quienes, por el bautismo, tenemos la misión de llevar al mundo la luz de su doctrina, la verdad de su palabra y la dulzura de su compañía.
Esto es el apostolado, el hacer que Cristo nazca en los demás, en los que nunca ha nacido, o en los que si alguna vez nació por el bautismo, marcando un sello indeleble en el alma, ha muerto ya por el pecado.
Pero el apostolado cuesta. Atravesamos momentos muy difíciles para la Iglesia. La tarea de evangelizar, más aún, de recristianizar continentes enteros, como Europa y América, es cada día más urgente. Ahora más que nunca debemos, como en tiempos difíciles de abandono o persecución, acudir confiados a nuestra Señora como lo hicieron los primeros cristianos.
Los discípulos perseveraban en la oración con María, ninguno abandona su presencia sin haber sido iluminado y consolado, sin haber mejorado y haber recibido mayor fuerza.
Apostolado es acercar a las almas a Dios, o acercar a Dios a las almas... y ¿cómo? • Por medio del trato amistoso en el que habrán de encontrar cariño sincero y comprensión. • Sin escandalizarse por los errores de los demás... ¿Qué no seríamos todos capaces de lo mismo, o aun de las peores cosas, si Dios nos dejara de su mano? • Llevándolos a la confesión, que es el Sacramento de la alegría, de la misericordia y del perdón. • Con paciencia infinita mientras se fortalecen por la gracia y van dando sus primeros pasos. • Con respeto profundo a su intimidad. • Con la certeza divina de que estamos hechos para la felicidad, y que la felicidad sólo se encuentra en Dios. • Con la convicción absoluta de que somos sólo instrumento en sus manos; instrumentos ineptos y desproporcionados pero que, en manos del artista, producirán obras maravillosas, ya que ninguna cosa es imposible para Dios. • Sabiendo confiar y presentando, como María, la obediencia de la fe.
Sólo Ella, junto con Dios Padre, puede decir a Jesucristo: "Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado".
Subíamos por la cuesta entre colinas áridas y abruptas. El paisaje era sobrio pero majestuoso; había algo que impresionaba especialmente en este ambiente de misticismo y claridad: ¡la pobreza!
El corazón latía con fuerza mientras nos acercábamos a Belén, ciudad "pequeña respecto a las principales ciudades de Judá", de donde saldría el dominador de Israel, el "Engendrado desde el principio, desde los días de la eternidad".
De pronto, la emoción del corazón se tradujo en lágrimas al pensar en María a punto ya de ser Madre: María subiendo fatigada las cuestas con José... María ansiosa por dar a luz a la Luz del mundo.
Y llegamos al lugar humilde y pobre, a este pueblo de pastores, ahí donde David, varios siglos antes, había guardado sus rebaños. La tradición señala el lugar, dentro de la Basílica del Nacimiento de Jesús, en un recinto pequeño, de la que fuera la cueva de Belén. Una estrella de plata marca en el suelo el sitio dónde nació Jesús: ¡AQUÍ EL VERBO SE HIZO CARNE! y María alumbró al Hijo de Dios.
Además de ser una verdad de fe revelada, el nacimiento de Jesús es un hecho histórico, como también es históricamente cierto que Jesús nació de la Virgen María.
Muchas religiones del mundo se pierden entre mitos y leyendas. Cristo Nuestro Señor se aparta de todos los dioses falsos del paganismo precisamente por estar vinculado a la Mujer y a la Historia, siendo al mismo tiempo Dios y hombre verdadero.
Si nos detenemos a considerar la misión que Dios confió a su Madre Santísima, la devoción a María, así como el cariño y la veneración que por Ella sentimos los hombres, nos parecen muy lógicos y llenos de sentido: quiso Dios que María fuera su Madre.
Pudiendo haber escogido -puesto que es Todopoderoso- cualquier otro medio imaginable para asumir la naturaleza humana, la eligió por Madre amándola más que a todas las criaturas juntas, llenándola de gracia y haciendo depender de Ella nuestra salvación.
Todas las alabanzas que podemos dirigir a nuestra Madre del Cielo, son pequeñas e insignificantes al lado de la gloria que le damos cuando la llamamos ¡MADRE DE DIOS!
La dignidad de ser Madre de Dios es el fundamento de todas sus grandezas, y hace de María una criatura de tal modo excepcional, que Santo Tomás afirma que, POR SU MATERNIDAD DIVINA, NADA SUPERIOR A ELLA PUEDE SER CREADO, ASÍ COMO NO PUEDE EXISTIR NADA SUPERIOR A DIOS.
"La maternidad divina alcanza los límites o el dintel de la divinidad". María es Madre de la Persona de Jesús, es decir, del Verbo Encarnado y es ésta una realidad, por su fin, de orden hipostático, que es el orden de la unión personal de la humanidad de Jesús con el Verbo Increado, por esto DE ENTRE TODAS LAS CRIATURAS, MARIA ES LA QUE POSEE UNA MAYOR AFINIDAD CON DIOS.
"Misterio de amor es éste. La razón humana no alcanza a comprender; sólo la fe acierta a ilustrar cómo una criatura haya sido elevada a dignidad tan grande, hasta ser el centro amoroso en el que convergen las complacencias de la Trinidad".
Y Dios crea para ser su Madre a la criatura más perfecta: la más humilde a pesar de sus grandezas, la más sencilla no obstante su alta dignidad, la más pura, la más noble, la más bella. MARIA ES LA OBRA MAESTRA DE DIOS. Si las obras que los hombres llamamos "maestras", sea en la arquitectura, la pintura, la escultura o la música, resultan maravillosas; si los descubrimientos en el campo de la ciencia y de la investigación alcanzan tan grande perfección, si los fenómenos de la naturaleza son de tanta hermosura... ¿qué será de la belleza de María, la Obra Maestra de Dios?
Al acercarse la Navidad, esta fiesta que nos conmueve y nos llena de alegría por ser celebración de Dios, miles de cristianos en todo el mundo contemplan admirados en sus hogares "el Nacimiento", es decir, la escena del pesebre.
Fue San Francisco de Asís quien, movido por el amor y la piedad, comenzó a representar con figuras la cueva de Belén, como medio para aprovechar las enseñanzas tan ricas que encierra el nacimiento del Hijo de Dios y para incorporarlas a la vida de cada uno. Esta costumbre ha sido adoptada por el mundo cristiano, tomando las formas más variadas para dar vida al Nacimiento: ingenuas figuritas de porcelana o de pasta, riquísimas esculturas estofadas o sencillos peregrinos de barro, de venta en los mercados populares, representan aquel humilde poblado de Belén, situado entre las montañas, y a aquellos pobres pastores rodeados de borregos y de musgo, con la mirada puesta en la cueva donde ha nacido un Niño.
Todo esto tiene su lógica, el suceso fue de tanta trascendencia, el nacimiento de Jesús, la llegada de la plenitud de los tiempos, que cambió el curso de los acontecimientos y dividió en dos el tiempo de la historia: "antes de Cristo" y "después de Cristo". Cultos e ignorantes, pobres y ricos, lo celebran por el mundo entero. Algunos, quizá, sin darse cuenta de lo grandioso del hecho ¡es tanta la sencillez que envuelve este misterio! el Niño que ha nacido es Dios y la joven Madre es María. ELLA ENGENDRA EN EL TIEMPO AL MISMO QUE EL PADRE ETERNO ENGENDRA DESDE TODA LA ETERNIDAD.
En nueve días en el templo de El Carmen tendremos una oración de sanación de recuerdos. Quiera Dios que las ataduras de nuestros antepasados y las propias, que traemos arrastrando, queden en manos de Jesús y las destruya para que quedemos verdaderamente libres. Atrévete a sentir la verdadera libertad que ya ganó para ti Jesús con su pasión, muerte y resurrección gloriosa. La cita con el Doctor que todo lo sana es a las cinco de la tarde en el consultorio de sanación más grande de Morelia: el templo de El Carmen el lunes 17 de mayo, día de liberación.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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