miércoles, 5 de mayo de 2010

Libre sin cadenas

Durante estos últimos ocho días hemos recordado lo vivido en el retiro de los seminaristas, cuando Jesús rompió las amarras de los que se declararon presos y además nos dio: "la liberación de nuestras tibiezas, de nuestras ataduras, de nuestras cadenas, de nuestras tinieblas". Tres fueron las situaciones que reinaron para que Papá Bueno, nuestro Dios, nos cimbrara con su Santo Espíritu de pies a cabeza. La primera fue nuestra condición de pecadores, la segunda, la oración de alabanza y la tercera, la presencia Real de Jesús en la Eucaristía y en su Palabra. Antes de disponemos a alabar a Dios teniendo a Jesús como centro y al Espíritu Santo como poder y fuerza, pedimos perdón por nuestras culpas y perdonamos a los que nos han ofendido, pedimos y otorgamos perdón. Nuestra hermana Nina condujo la oración de sanación de recuerdos. Ahí tratamos de recordar los instantes de nuestra vida, incluso antes de nacer, durante la cual fuimos lastimados, heridos, ofendidos, olvidados, y todo lo que se le parezca y perdonamos no con nuestras fuerzas sino en el nombre de Jesús.
Así, realmente renovados, nos dispusimos a alabar a Dios en espíritu y en verdad. Nos pudimos dar cuenta que cuando alabamos a Dios, El nos da hasta lo que no le pedimos. El cable de alta tensión que nos conectó con Papá Bueno fue la Alabanza. Lo que definitivamente fue lo máximo fue la presencia viva de Jesús en la Hostia consagrada. No es lo mismo creer "en" Jesús que creerle "a" Jesús. Cuando Jesús nos muestra que lo que hizo hace dos mil años, lo repite hoy, nos da a entender que el tiene TODO el poder en el cielo y en la tierra.
Cuando llegamos a los campos del Seminario en Jesús del Monte, nuestra alegría fue mayúscula cuando vimos en pleno campo una choza hecha con paja, dentro de ella estaba el Santísimo con una luz indicando su presencia Real. Parecía la cueva de Belén donde Jesús nació. Fue impactante la comparación pues era un anticipo de la afirmación de que Jesús es el mismo de ayer, es el mismo de hoy y es el mismo por siempre. Todo ello indicaba que Jesús quería nacer dentro de cada uno de los que lo reconocían como el Señor de la vida.
Después de la lectura donde Pablo y Silas fueron liberados de su prisión por el poder del Santo Espíritu de Dios, nos dispusimos a vivir lo escrito en la Palabra de Dios porque nosotros también estamos presos.
Cuando llevaba la Buena Nueva al Cerezo, Centro de Readaptación Social, me di cuenta que había personas detenidas que tenían el alma libre y muchos de los que estamos 'libres' tenemos el alma presa, pero somos muchos más los segundos.
Durante la alabanza el P. Rubén, que estaba revestido con los ornamentos, se acercó a Mary y llevaba entre los dedos de sus manos un lazo y pedía ser amarrado. Cuando lo hicieron dijo: "Mary, amarra muy fuerte, hasta me le puso nudo ciego". Siguió la alabanza y de pronto, como de pronto nació Jesús, como de rápido resucitó Jesús, como fulminante fue Pentecostés, como vertiginoso Jesús quiere liberar a su pueblo, al P. Rubén se le cayeron las amarras. El P. estaba feliz, alababa a Dios con todo lo que tiene y es. Cuando se pidió que dieran un paso adelante los liberados, el Padre fue el primero y dijo dirigiéndose a los seminaristas: ustedes me conocen, yo nunca había alabado a Dios de esta forma, yo no soy así. ...hoy sentí una necesidad imperiosa de alabar a Dios. A mí no me gustaba mucho la Renovación pero ahora estoy convencido del amor de Dios. Cuando me dieron las ganas de alabar a Dios, en ese momento se me quitaron las ataduras que traía. Ahora siento una alegría que no me cabe en el pecho y me dan muchas ganas de llorar.
¡Gloria a Dios!
Que valentía del P. Rubén el pasar al frente y reconocer que en ese momento lo estaba liberando el Señor Jesús de las ataduras que traía.
Un seminarista dijo cuando Jesús le quitó sus amarras: a mí no me agradaba mucho la Renovación pero en este momento de conversión Jesús me convenció de su amor y grandeza. Nunca pensé que me fuera a liberar de esa manera. Otro más dijo: yo me quería soltar las amarras de mis manos para poder alabar a DIOS, pero fue precisamente al alabar a DIOS cuando me soltaron las amarras.
Nuestra hermana Mary, que fue la que amarró al P. Rubén, nos dice: recuerdo como si fuera hoy cuando llegamos al retiro. Lo primero que vi fue al Santísimo Sacramento en un cerrito de paja seca.
Que hermoso estaba El ahí en una cuevita con una luz muy especial en medio de una pobreza igual que cuando nació. Empezó el tema y los seminaristas no estaban muy a gusto ni convencidos que digamos; algunos todavía jugueteando y vacilando en la parte de atrás, pero una vez que se empezó a poner bueno y que el Señor empezó a penetrar su corazón todo fue diferente, hasta sus caras cambiaron de expresión poniendo la atención debida, con decir que todo fue tan hermoso que en el momento en que se empezó a ocultar el sol me dije: que preciosidad, y le di gracias al Señor por el astro rey. Grande fue mi sorpresa cuando veo que le salían unos rayos tan amarillos como el oro, pero lo que más me llamó la atención es que esos rayos no me lastimaban la vista y podía verlo perfectamente con una aureola brillante como de plata que se movía primero como si fuera un columpio y luego esa aureola daba vueltas. Fue hermoso todo aquello. En toda mi vida nunca he visto una cosa igual.
¡Gloria a Dios!
Hasta el sol se alegra cuando se anuncia que Jesús es el Señor, que Jesús es el único nombre por el cual somos salvados. Porque Jesús no nos va a salvar, ¡Jesús ya nos salvó! y quiere que nosotros nos apropiemos la sanación y liberación que ya ganó con su pasión, muerte y resurrección gloriosa. Te recordamos hermano que donde está Jesús huye el pecado... huye la muerte...
Parece ser que Papá Dios le dijo a Jesús: Amadísimo Hijo de mis predilecciones, a todo aquel que reconozca que tú eres el más fiel reflejo mío, a todo aquel que crea que tú tienes todo el poder en el cielo y en la tierra, y que tú eres el mismo de ayer, el mismo de hoy y el mismo por siempre, ¡Yo lo salvo! ¡Yo lo sano!
La próxima vez que proclamemos la Palabra de Dios, los vamos a invitar para que no crean lo que decimos, sino crean por lo que vivan en su experiencia personal con el que tiene toda la misericordia para derramarla en quien lo alaba en espíritu y verdad. Ese día no nos amarraremos con cuerdas, lo haremos con "esposas", esos instrumentos que se usan para transportar a los detenidos. Si no las tienes consigue unas y nosotros te diremos cuando las vas a usar. La única condición es que no tengas llaves, ya que quien las va a abrir es Jesús, el Hijo de Dios, tu Hermano Mayor.
Si un Hombre se salió de la tumba. Si un Hombre venció a las tinieblas, Si un Hombre venció a la muerte.Si un Hombre resucitó, ¡todo puede suceder!
-¿Qué contestaría María si tratáramos de hacerle una entrevista? ¿Estaría dispuesta? - ¡Cómo no! Sigo siendo la humilde servidora de Dios, y vuestra también. A tu disposición estoy. Pero, empiezo por preguntarte yo: ¿a qué obedece ese afán de entrevistarme precisamente a mí?
- ¿Eso me preguntas, Señora? La Mujer que nos trajo a Jesucristo, la Madre de Dios, la Virgen Madre, la Reina del Cielo y Tierra... Una mujer así, ¿no interesa? Eres, además, el centro de nuestro corazón, ¿y pretendes tú que no quiera saber yo cosas de ti? - Comprendo.
- ¿Y hay alguien que me pueda meter dentro de ti mejor que tú? ¿Alguien que sea capaz de abrirme tus intimidades, si no las descubres tú? ¿Algún teólogo que entienda y explique tu misterio, como lo puedes hacer tú? - Probemos, entonces. A lo mejor resulto buena profesora de mariología... Aunque, al verte armado de pluma y libreta, y con la grabadora en marcha, me imagino que no tienes mucha intención de guardar los secretos que te confíe...
- ¡Naturalmente, que no! El Espíritu Santo dijo por tus propios labios, e inspiró al autor sagrado, que te llamarían dichosa todas las gentes. ¿Tengo obligación de permanecer en silencio, o es más bien mí deber cumplir el querer de Dios, y divulgar su gloria por las maravillas que hizo en ti? - Pregunta pregunta, pues, lo que quieras... Que todo será en honor de Jesús.
- Gracias, Señora sabía que lo harías. Y empiezo por la pregunta más simple: ¿quién es María para María? - Pues, mira; aún no he cambiado de opinión sobre lo que dije en el Evangelio. Aunque Reina de Cielos y Tierra, todavía sigo siendo la humilde esclava del Señor. De mí dijo Dante, el más grande de los poetas cristianos, que soy "Virgen y Madre, hija de mi Hijo, más alta que nadie y la más humilde criatura". Contradicciones muy ciertas, como ves.
- En tu Magníficat le dijiste a Isabel que el Poderoso había hecho en ti maravillas. ¿Eras entonces consciente de cuáles eran esas maravillas? ¿Sabías, de hecho, lo que te decías? - Bueno, preguntas algo muy difícil de explicar para vuestra comprensión. De momento, yo no podía conocer el cúmulo de todas esas maravillas. Puedes pensar que en Pentecostés supe mucho más que en la Anunciación. Y ahora, asunta en el Cielo, sé mucho más que en Pentecostés. Ahora lo sé todo. Aunque no olvides que, para mí, se adelantó mucho la venida del Espíritu Santo...
- ¿Qué te ocurrió, pues? - En la anunciación del ángel, -con un éxtasis, imposible de describir- el Espíritu Santo se posesionó de mí e ilustró de mi mente de tal modo que yo era consciente de la misión que Dios me confiaba y que yo asumí libre y responsablemente.
- ¿Qué llegaste, entonces, a entender en la Anunciación? - Ante todo, que iba a ser la madre del Mesías prometido, y que Dios respetaba y consagraba mi virginidad. Sería yo Madre-Virgen. Esto, ya era cosa muy grande.
- ¿Y que ibas a ser Madre de Dios?... - Me haces ahora la pregunta clave. Porque en Israel se pensaba que el Mesías sería el enviado de Dios, pero no Dios precisamente. Y yo, hasta la Anunciación, pensaba como una israelita de entonces.
- ¿Y cuál fue tu conocimiento de que el Mesías, que tú ibas a engendrar, era más que hombre? - Gabriel me dijo que me iba a cubrir la sombra o nube del Altísimo. Y, para un israelita, la nube era el Dios que en ella se escondía. Además, el Hijo que yo iba a tener lo llamaba "Santo" e "Hijo de Dios", títulos que eran exclusivos de Yahvéh. Todo ello me hizo vislumbrar que el Mesías iba a ser, no sólo un enviado de Dios, sino también Dios. Empecé a darme cuenta de mi maternidad divina.
¿Y eso, desde el principio? - Examina mi diálogo con Isabel, pocas semanas después. Ella, repleta también del Espíritu Santo, enloqueció de felicidad porque le visitaba la Madre de su SEÑOR. Y la palabra "Señor" era sinónimo de Dios. En Israel, sólo Dios era el Señor.
Para adentrarse más en este misterio te invitamos a que leas en ocho días esta columna. En quince días en el templo de El Carmen tendremos una oración de sanación de recuerdos. Quiera Dios que las ataduras de nuestros antepasados y las propias, que traemos arrastrando, queden en manos de Jesús y las destruya para que quedemos verdaderamente libres. Atrévete a sentir la verdadera libertad que ya ganó para ti Jesús con su pasión, muerte y resurrección gloriosa. La cita con el Doctor que todo lo sana es a las cinco de la tarde en el consultorio de sanación más grande de Morelia: el templo de El Carmen el lunes 17 de mayo, día de liberación.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
María en el Evangelio
Aurelio Prado Flores
Para conocer tu misterio, me gustaría, Señora, empezar por lo más seguro para nosotros: por el Evangelio. La Iglesia te tributa elogios mil y un culto tan ardiente y extenso como prudente y comedido. Ella está guiada por el Espíritu Santo, y no se equivoca. Pero, ¿fue así desde el principio? ¿Qué pensó de ti y qué hizo contigo la primitiva Iglesia? ¿Nos dicen lo suficiente el Evangelio? - Sí; en pocas palabras dicen mucho. Los evangelistas depositaron en sus escritos la semilla fecunda de mi doctrina y de mi culto. El árbol frondoso de hoy, desarrollado por la tradición católica bajo la guía del Espíritu Santo, como tú mismo decías, hunde sus raíces en los escritos apostólicos.
Empiezo por Marcos. Dicen que el suyo es el primer Evangelio escrito. En él pasas tú desapercibida del todo, y, cuando te nombra, casi, casi parece ser en sentido peyorativo. - ¿Me quieres exponer tus dudas?
- Sí. En el capitulo tercero dice que llegaste tú con tus parientes queriendo ver a Jesús, y respondió él fríamente: "¿Mi madre y mis hermanos? No tengo otros que estos que me rodean. Quien cumple la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre" - Cierto. Pero, fíjate en lo único que quiere decir Marcos: que la nueva familia y el nuevo pueblo de Dios ya no se fundan en carne y sangre, o sea, en generación natural. No se hereda el derecho de pertenecer al Reino. Sólo el creyente y el fiel a Dios es quien forma parte de la nueva familia del Señor.
- Entonces, ¿Marcos no habla de ti? - De mí no habla Marcos. No se mete con mi persona ni en pro ni en contra. Pero, ahora soy yo quien te pregunto: ¿fui yo creyente, sí o no? ¿Cumplí o no cumplí la voluntad de Dios?
- Como nadie. Nunca retractaste tu "hágase en mí según tu Palabra". - Entonces, fui también como nadie, Madre de Jesús.
- Perfecto Después dice Marcos en el capítulo seis que tus paisanos de Nazareth dijeron de Jesús, despectivamente: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María?" - No hay nada de extraño en estas palabras. Los habitantes de Nazareth no se explicaban el origen de la sabiduría, milagros y autoridad de Jesús, y se negaron a aceptarlo. No había estudiado Jesús en las escuelas rabínicas de Jerusalén, y no podían ellos explicarse el fenómeno que presenciaban. "¡Si no es más que el hijo de María!"...
- ¿Y por qué no le llamaban "hijo de José"? - José había muerto, y llamaban a Jesús con naturalidad "el hijo de María". Lo cual no excluye que muchos de los primeros cristianos, lectores de Marcos y sabedores del misterio pensaran en la concepción virginal de Jesús al llamarlo hijo mío sólo, y no de José, como hubiera sido lo más natural.
- ¿Y lo que cuenta Mateo en sus dos primeros capítulos? - Eso, ya es otra cosa. La tradición de la Iglesia empezaba a meterse en mi persona. Y todo lo que quiere decir Mateo acerca de mí es que la nueva creación realizada por Jesús empezó en mí y por mí mediante la acción del Espíritu Santo: "María de la cual nació Jesús".
- O sea, que Mateo tiene presentísima tu virginidad, y ve cumplida por ti la promesa - ¡Claro! Mi Jesús no tuvo otro Padre que Dios. Nacido en el pueblo judío y del pueblo judío, "nacido de mujer" como dirá Pablo, y de una mujer judía, todas las profecías quedaban cumplidas. Y fui yo quien le dio libremente a Dios, y de modo virginal la naturaleza humana por la cual entronca con todos vosotros.
- ¿Y lo que dice de José? -Importantísimo José era descendiente de David, en quien debía cumplirse la promesa del Mesías Salvador. Al descubrirle a José el misterio. Dios le encarga que sea él quien imponga el nombre de Jesús al Niño. Era función privativa del padre. Así José venía a ser el padre legal de Jesús, y Jesús el prometido descendiente de David.
En nueve días en el templo de El Carmen tendremos una oración de sanación de recuerdos. Quiera Dios que las ataduras de nuestros antepasados y las propias, que traemos arrastrando, queden en manos de Jesús y las destruya para que quedemos verdaderamente libres. Atrévete a sentir la verdadera libertad que ya ganó para ti Jesús con su pasión, muerte y resurrección gloriosa. La cita con el Doctor que todo lo sana es a las cinco de la tarde en el consultorio de sanación más grande de Morelia: el templo de El Carmen el lunes 17 de mayo, día de liberación.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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