miércoles, 13 de enero de 2010

El que cree en mí, aunque muera, ¡vivirá!

El 23 de enero pasado, la familia Prado Flores tuvimos la presencia de Jesús vivo en la casa paterna. A Jesús le pareció bien venir a llevarse a papá a reinar junto con él en la gloria. Eran las 3:30 de la madrugada cuando sonó el teléfono para dar la noticia del cumplimiento de la Promesa del Señor en el espíritu y en el cuerpo de papá.
Un día antes mi hermano Pepe, somos catorce hermanos, había venido de Guadalajara a visitar a mis papás que acaban de cumplir sesenta y cuatro años de casados. Venía acompañado del Obispo de La Paz, B. C. que reconcilió a papá con Dios, le dio la Comunión, los Santos Óleos, y la Bendición Papal. Le impuso las manos y le perdonó los pecados de toda su vida. Papá se durmió y al día siguiente despertó en la presencia de Jesús vivo.
Cuando llegamos a la casa paterna, mamá nos dijo que papá no despertaba y no respiraba. Mamá decía ¡no despierta hijo, no despierta! Ella siempre estuvo a su lado y minutos antes lo había revisado. La doctora que lo atendía se presentó y confirmó que el cuerpo de papá no reaccionaba y no tenía ya los signos vitales. Cuando la doctora dijo: está ya con el Señor, mamá exclamó: ¡Señor Jesús, aquí te lo entrego!
Siguieron llegando mis demás hermanos. Entregamos el espíritu de papá a Dios. Pedimos perdón por sus culpas y las nuestras al Todopoderoso y cantamos alabanzas a Dios por su presencia en casa. Papá no perdía el calor en su cuerpo, sus dedos se doblaban, sus rodillas estaban flexibles, su cara se veía radiante, su rostro parecía mucho más joven. Tiene casi ochenta y siete años de vida, y digo tiene porque la Palabra de Dios dice: ¡el que cree en mí aunque muera vivirá! Dimitas le creyó a Dios, y cuando tuvo su encuentro personal, vivo, en directo y a todo color con Él experimentó lo más grande que un ser humano puede vivir: ver cara a cara al Mesías, al Redentor, al que murió para que pudiera tener vida y vida en abundancia.
Después de seis horas de estar en intimidad con él, lo vestimos y su cuerpo seguía suave y con calor. Durante doce horas estuvo con la familia que formó: Mariquita, como siempre llamó a mamá, sus hijos, hijas, nietos y bisnietos. Vivimos en la intimidad esos preciosos momentos. Mamá está cerca, muy cerca de él, como lo estuvo durante toda su vida. Cada uno de nosotros vivimos intensos momentos en cercanía de él. Lo apapachamos, lo besamos, lo acariciamos, le sonreímos ¡y nos sonrió!
Dimitas defendió sus creencias con valentía. Sus convicciones las vivió en plenitud. En sus tiempos de juventud fue cristero y exponiendo su vida gritó a tiempo y a destiempo ¡Viva Cristo Rey! Forma junto con mamá una familia que le cree a Dios y que espera el cumplimiento de la promesa de la resurrección en toda la familia. Papá nos transmitió la fe en Jesús con su ejemplo y nos hizo vivir como hijos de Dios.
Durante los tres días que estuvo papá en la funeraria sucedieron cosas hermosísimas. Algunas de las personas que nos acompañaron nos comentaron que tenemos una manera diferente de ver las cosas. Una dijo: cuando nos pasó lo mismo, nuestra familia se desgarró, sufrimos lo indecible porque nuestra confianza estaba puesta en el familiar. Otra sugirió: comenten su experiencia para que nos demos cuenta que el amor de nuestra vida debe ser Cristo Jesús. Una más me comentó: a ti no te doy el pésame pues Jesús te tiene muy fortalecido en la fe.
El día 23 de enero que Jesús nos visitó en la madrugada en la casa paterna llevándose a papá, y lo volvió a hacer en la noche en la funeraria. Jesús, en la persona del señor arzobispo D. Alberto Suárez Inda nos visitó, alentó y oró por papá ese mismo día. Mi hermana Lucy me dijo que su Excelencia había preguntado dos veces por mí. No me vio en los momentos que hizo su visita. Lo que sucedió fue lo siguiente: el miércoles anterior habíamos ido a orar por la salud de un sobrino que le habían diagnosticado un tumor maligno cerca del corazón. Era inoperable y no había posibilidad de sanación por parte de la ciencia. Se programó otra oración de sanación para el siguiente miércoles y ese día precisamente se le ocurrió a Jesús compartir su reino con papá, con Dimitas.
Maurita, mi esposa, me preguntó por la mañana que si la oración por David la haríamos en la noche, le dije que esperara. En la tarde me volvió a recordar lo de la oración, y me dijo que si se cancelaba para avisar a los familiares, volví a decirle que esperara. Como papá está vivo por haber creído en Dios le pregunté: Dimitas, tenemos una oración de sanación en la noche. ¿Qué quieres que haga? Sentí en mi corazón que me dijo: “hijo, estoy viendo y viviendo cosas que no puedo expresar, son hermosísimas, increíbles, grandiosas. No hay palabras humanas para descifrarlas. Yo estoy gozando las promesas de Dios. Tú lleva la Palabra de Dios”.
Confirmando que papá está mejor que todos nosotros juntos, tomé la decisión de anunciar la Palabra de Dios mientras él está en la funeraria. Tomé a mi esposa, a nuestros tres hijos y nieto y caminamos en el Señor. El mensaje que Jesús dio ese día es: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien”.
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban. Mc 16,15-20
Después de haber predicado esta Buena Noticia el mismo miércoles 23 en la noche les dije a los presentes que yo no tenía que estar ahí pues papá está en esos momentos en la funeraria. Todos se confrontaron consigo mismo y se preguntaron cómo eso era posible. Quiero dejar en claro que lo que se hizo fue pura gracia de Dios. Con mis fuerzas no era posible hacerlo, pero Jesús me dijo muy claro: “Aurelio: ocúpate de mis cosas que Yo me ocupo de las tuyas”.
Al final de la oración mi hijo Aurelio me dijo: papá, cuando estabas predicando no eras tu, era el mismo Jesús que les invitaba a convertirse para que su sanación fuera primero interior y después el resultado de estar bien con Él.
Es hermosísimo tener la seguridad del cumplimiento de la Palabra de Dios. El cielo y la tierra pasará pero mi Palabra no pasará dijo Jesús, y la familia Prado Flores le cree a Jesús, por lo tanto el pasaje anterior se debe cumplir en todos los que crean que Jesús está compartiendo el poder de Dios y está sentado a su derecha.
Al día siguiente le preguntamos a mamá que como se sentía y contestó con mucha paz: victoriosa, porque su papá está mejor con Jesús que con nosotros.
Al otro día nos llegó la noticia de que en el L’Osservatore Romano, el periódico oficial de El Vaticano salió la esquela de papá. Y a los pocos minutos se nos informó que en esos momentos 20 sacerdotes estaban concelebrando en Roma una Misa pidiendo a Dios Misericordia por nuestro querido papá. En Guadalajara también se unieron a nuestra acción de gracias por habernos prestado Dios durante casi 87 años a Dimitas.
Nuestro hermano Sergio que trabaja y vive en El Vaticano llegó el día 24 a las once de la noche y nuestro sobrino Juan Pablo que estaba en Alemania llegó a las once de la noche un minuto. Si se hubiera planeado no hubiera salido con tanta exactitud pues se encontraron el la sala de llegada en el aeropuerto.
Esto es parte de lo que nos ha pasado y podemos decir que la familia tiene mucho gozo y más que nos está llegando con lo que ha pasado pues papá Dimas siempre buscó a Cristo y ya lo encontró. ¡Ahora tiene toda la eternidad para poseerlo! Porque para Dios todos estamos vivos.
Al final de una de las misas que se celebraron por papá, María Elena, nuestra mamá sacó un jilguero de su jaula y lo puso en libertad. La jaula era la casa paterna, el jilguero, papá que voló al cielo porque mamá le daba su libertad. ¡Gloria a Dios!
Algunas personas se extrañaron porque vieron cosas diferente a las acostumbradas y comentaban que era porque en la familia hay un hijo sacerdote. Hay familias que lo tienen, pero lo nuestro fue así por la infinita misericordia de Dios para con los más pequeños, los más necesitados.
Quiera Dios que los próximos funerales que haya aquí en Morelia sean al estilo de Jesús, que confiemos en El. En la última Misa que se celebró por papá se hizo una secuencia de la Historia de la Salvación que es nuestra propia historia. Al final hice un comentario y dije: “así como han pasado las cosas hasta gusto da morirse. Yo me quiero morir como se murió papá”. Un hermano que estaba cerca dijo con mucha seguridad: ¡pues vive como vivió papá! Dimitas buscó a Jesús toda su vida, ya lo encontró, ahora tiene toda la eternidad para poseerlo. Jesús Está Vivo… en Dimitas.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
aurelio@jesusestavivo.org.mx

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