jueves, 7 de enero de 2010

La curación

Existen tres tipos de enfermedades y cada una requiere de una oración particular para su curación: La enfermedad corporal originada por múltiples causas y que requiere de una simple oración de curación física. La enfermedad del corazón ocasionada por una herida emocional y que precisa de una oración de curación interior. La enfermedad del espíritu debida al pecado y que Jesús sana mediante la fe y la conversión.
Solamente queremos subrayar dos puntos esenciales en esta división. La unidad del ser humano: Aunque compuesto de cuerpo, alma y espíritu, (1Tes 5,23) el ser humano es uno e indivisible. Nosotros le hemos dividido sólo por razones pedagógicas.
Interdependencia: El cuerpo, el alma y el espíritu se interrelacionan a niveles que es imposible precisar. Lo cierto es que dependen unos de los otros siempre.
ENFERMEDAD DEL CUERPO Y CURACIÓN FÍSICA. En el primer momento no pensábamos ahondar en este tema de la curación física de una forma especial ya que todas estas líneas son un testimonio VIVO de la acción sanadora del Señor. Además, ya se han escrito muchos y muy buenos libros y artículos sobre este tema tan apasionante de la Renovación Carismática. Nosotros solamente queremos testificar que el Evangelio es verdad en el siglo XXI, haciendo ciertas consideraciones que nos parecen pertinentes.
Toda la actividad salvífica de Dios se ha manifestado de dos formas: por hechos y por palabras. San Lucas sintetiza de igual forma la vida de Jesús cuando dice: En el primer libro, oh Teófilo, te escribí todo lo que Jesús hizo y enseñó: Hech 1,1
El Concilio Vaticano II nos muestra las dos caras de la misma moneda cuando afirma: "La revelación se muestra por obras y palabras intrínsecamente conexas entre sí. Así como las obras manifiestan y confirman la doctrina, a su vez las palabras proclaman las obras y las explican": Dei Verbum No. 2. Al final concluye que Cristo Jesús (Acontecimiento y Palabra de Dios) es la plenitud de la revelación.
Hay quienes afirman que lo importante es la sanación espiritual y no la física. Otros piensan que las curaciones son accidentales; que el carisma de sanación no es esencial y que por encima de todo debe estar la caridad. Yo creo que la distinción entre "esencial y accidental" no aparece en el Nuevo Testamento. Más que hacer separaciones debemos preguntarnos ¿Dios quiere sanar a sus hijos? Con respecto a que la caridad es el carisma por excelencia, estoy completamente de acuerdo, pero ¿quién puede negar que la curación es un maravilloso vehículo por el cual se muestra la caridad para los que sufren? La caridad no es etérea o abstracta sino tan concreta como una persona curada. El don de sanación es básicamente un don de caridad.
En los evangelios aparece 40 veces el verbo "zerapeuo" que significa "curar". Sin embargo, en más de una docena de ocasiones, el verbo "sodso" que generalmente se traduce como "salvar", se refiere a "curar". Es decir, salvar incluye la acción de curar.
-Animo, hija, tu fe te ha salvado = sanado. Y quedó sana = salva la mujer desde aquel momento. Mt 9, 22. - Y cuantos tocaron (el manto de Jesús) se salvaron = sanaron. Mt 14,36. - No temas, ten fe y se salvará = curará (tu hija) Lc 8,50. - Véase además: Mc 3,4; 5,23; 28; 6,56; 10,52; Jn 11,12; Hech 14,9.
La salvación traída por Jesús abarca al hombre completo. Jesús vino a salvar almas. Le interesa el hombre que es cuerpo y que es alma.
Sería superfluo y agotador ofrecer citas bíblicas sobre el ministerio sanador de Jesús. Todo el Evangelio no es sino una interminable cadena de actos misericordiosos de Jesús que sana a todos los enfermos. Solamente queremos presentar algunos textos que tienen una especial significación: en primer lugar, la carta de presentación del ministerio de Jesús: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Lc 4,18-19.
Aquí encontramos que la misión de Jesús era sanar tanto física como interiormente y liberar de toda atadura que esclaviza al hombre; especialmente del pecado. Cf. Mt 4,23-24.
Jesús dice en otra ocasión que el médico ha venido a buscar no a los sanos sino a los enfermos, no a los justos sino a los pecadores. Su misión no se discute, el problema es que nosotros nos reconozcamos necesitados de su salud. Por eso nos hace la siguiente recomendación que es una palabra llena de misericordia y de confianza: Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo les aliviaré. Mt 11,28.
Su nombre, Y'shúa, significa "Dios salva". Salvación integra, de todo el hombre y de todos los hombres.
La Iglesia. Como el Padre me envió así también yo los envió. Jn 20, 21.
Los Doce Apóstoles continúan en el tiempo y el espacio la obra salvífica de Jesús. Ellos son los responsables de hacer llegar hasta los confines de la tierra y por todos los siglos, los frutos de la obra redentora de Cristo Jesús. Son enviados a predicar y sanar de manera inseparable. No son sólo transmisores de una palabra sino portadores de la salvación de Jesús. La Iglesia no es principalmente la que anuncia la Buena Noticia de que fuimos salvados, sino la portadora de esa salvación (sacramento de salvación). Textos: Mt 10,5-8; Lc 9,16.
Esta misión no se reduce a los Doce sino que se amplía a los setenta y dos discípulos: Curen a los enfermos que encuentren y díganles: el Reino de Dios está cerca. Lc 10,9.
Y al final del Evangelio de Marcos encontramos cómo esta misión se extiende no sólo a los Doce Apóstoles y a los setenta y dos discípulos, sino "a todos los que crean": Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y éstos se pondrán bien. Mc 16,15-18.
La última frase del Evangelio de Marcos no es su fin sino el principio de la expansión de la Buena Nueva que llega hasta nosotros: Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban. Mc 16,20. Una de las características que distinguen al auténtico apóstol son las señales, los prodigios y los milagros: 2Cor 12,12. Cf. Rm 15,19.
Claramente encontramos en el cuarto evangelio que Juan no habla de milagros o curaciones sino de "signos". Un signo nos lleva siempre al significado. Así como el humo nos muestra la existencia del fuego, así también, un milagro o curación nos debe expresar que Dios está allí actuando y salvando. Los milagros, pues; son signos sensibles de la acción invisible de Dios.
Las curaciones son "semáforos" (semeion-fero) que nos indican: - Que Jesús está vivo hoy y tiene el mismo poder que en Samaría y Galilea para curar a los enfermos. - Que Dios nos ama y quiere la salvación íntegra del hombre; de su cuerpo y de su alma. - Que Jesús es el Mesías. Cuando los discípulos del Bautista fueron donde Jesús para preguntarle si era el Mesías, él no contestó sino que comenzó a sanar a los enfermos.
Muchas veces no se admiten los milagros y curaciones porque esto implica aceptar también a Jesús y sus exigencias. Como aceptar los signos implica reconocer el significado, por eso hay quienes los niegan.
Después de un retiro regresé a casa contando las maravillas del Señor. Había un sacerdote francés que me escuchaba atento, pero incrédulo. Le conté cómo en la misa de sanación, el Señor le devolvió el habla a la esposa del animador del grupo de oración. Esa misma tarde ella había dado públicamente su testimonio delante de la multitud; siendo que no podía pronunciar palabra alguna desde hacía cuatro años y medio. Pero el sacerdote me dijo muy seguro: Pero, yo no veo ningún milagro. Al contrario, tu echaste a perder el milagro.- ¿Cómo? ¿Qué dices? -le pregunté. El contestó: El milagro no consistió en que ella hablara sino en que una mujer hubiera podido pasar cuatro años y medio sin hablar...
La curación no tiene un fin apologético para probar la veracidad de una doctrina. Es Dios salvando. Jesús no cura para probar que es Dios sino porque es Dios.
Todo signo sirve para manifestar algo. Esta es la finalidad de las curaciones que el Señor realiza nos viene a recordar en esta época regida por la eficacia y el pragmatismo, que nuestro Dios está presente en medio de nosotros y es capaz de hacer maravillas. Demuestran el poder de Dios para que nos abandonemos plenamente a El en todo.
Que los milagros son signos, nos lo muestra en el siguiente testimonio: Una tarde visité a un policía, el capitán Muñoz. Estaba agonizando en la cama. Tenía 50 días en los cuales no comía. Sólo bebía alcohol cada tres horas. Oramos por él y el Señor lo liberó de su adicción al alcohol de la forma más extraordinaria.
Inmediatamente dejó de beber. Ni siquiera necesitó pasar por un hospital para desintoxicarse. Yo recordé aquella Palabra del libro de la Sabiduría 16, 12: Ni lo sanó hierba ni emplasto alguno, sino tu Palabra, Señor, que todo lo sana. Al día siguiente reemplazó la botella de ron por la Biblia que leía constantemente. Llorando decía: ¡Qué bueno es el Señor!
Sin embargo esto me trajo muchos problemas, pues a la mañana siguiente había gritos y palabronas afuera de la iglesia. Las señoras, cuyos esposos eran borrachos, estaban haciendo fila y tratando de controlar a sus maridos para que oráramos por ellos. Era curioso ver más borrachos en la iglesia que en las cantinas y barras.
El Señor quiso liberar al policía de esa manera excepcional para despertar la fe en su nombre; pero no en todos los casos sucedía lo mismo. Los enfermos, confiando en Jesús, tenían que hacer también su parte.
Así como no todos los policías son borrachos como el capitán Muñoz, así no todos los borrachos reciben la salud de la misma forma. Pero lo importante es que mediante un caso como éste crece la fe en el poder salvador de Dios que es capaz de cambiar nuestra vida del modo que mejor le place.
Milagros y Curaciones. No todas las sanaciones son milagros del Señor. Hay sanaciones que se consiguen en la oración y que no se deben catalogar como milagros. Hablamos de milagro cuando se trata de una sanación que ninguna ciencia médica podría conseguir, y que Dios la realiza.
En los casos que el Señor acelera el proceso de la curación que se hubiera podido conseguir de otra manera, sea a través de la medicina, sea a través de una operación o del reposo, decimos simplemente "curación". Por eso no toda curación recibida en la oración puede ser llamada milagrosa.
En Lourdes, entre tantas curaciones que se han conseguido en un siglo, muy pocas han sido catalogadas como milagrosas, como lo muestra la siguiente estadística: "Desde Catalina Latapie, sanada en marzo de 1858 hasta Sergio Perrín sanado en 1978, se han confirmado 64 sanaciones milagrosas, oficialmente reconocidas como tales por la Iglesia Sin embargo, no se debe olvidar que en el año 1972, se encuentran anotados en los archivos 5,432 casos de sanaciones".
Una curación milagrosa fue la de Anita Siu de Sheffer. Aquí el Señor hizo lo que la ciencia médica no podía realizar. Ella tuvo un accidente automovilístico diez años antes en Santiago de Chile. Una lesión cerebral le hizo perder por completo los sentidos del gusto y del olfato. Siendo de posición acomodada fue a los mejores hospitales de Estados Unidos con la esperanza de recuperar su salud. Después de exámenes y terapias, los médicos le informaron que las fibras transmisoras de esas funciones eran más delgadas que un cabello y era imposible hacer operación alguna para volverlas a unir. Textualmente le habían dicho que "sólo un milagro" podría hacerla recuperar esos sentidos. Ella perdió la esperanza de volver a gustar los sabores y oler los perfumes de las flores.
En la misa de sanación por los enfermos en Panamá, el Señor nos dio varias palabras de conocimiento de lo que estaba haciendo en la asamblea. Una de ellas decía así: "Aquí hay una señora que padece una enfermedad muy seria. Ella va a ser curada en el transcurso de la noche y mañana mismo nos dará testimonio de su curación total."
Al día siguiente, Anita se dio cuenta de que había recuperado el sentido del olfato. Se despertó con el suave olor del rosal que estaba junto a su ventana y el aroma del café en la cocina. Se levantó de un salto y contó a su esposo la maravilla. Con lágrimas en los ojos desayunó y allí mismo se dio cuenta de que podía saborear los alimentos por primera vez desde su accidente. ¡Lo que no podía hacer ningún médico de este mundo lo había hecho el Señor Jesús, amo de lo imposible!
Luego, llorando de alegría, dijo a toda la asamblea: Tengo dos niños pero nunca había podido olerlos. Ustedes las mamás saben lo que es apreciar el olor de sus hijos. Pues bien, esta mañana yo me acerqué a ellos, los abracé y comencé a olerlos suavemente.
Un testimonio muy bello de curación milagrosa es el siguiente que fue escrito por una persona en su carta del 25 de agosto de 1981 al P. Emiliano Tardif: Yo sufría de artritis reumatoide que comenzó en octubre pasado con unos fuertes dolores en los tobillos las rodillas y las muñecas; además de un cansancio general. Esta es una enfermedad que no debe confundirse con la artritis o reumatismo que son enfermedades propias de personas de cierta edad, sin consecuencias graves.
La artritis reumatoide no se sabe de qué proviene ni cómo se cura. Ataca las articulaciones, produciendo un terrible dolor y el organismo va rechazando las articulaciones, la persona se va endureciendo, se deforma y, por lo general, termina en silla de ruedas.
Pensando que no era nada grave, recurrí al médico quien me ordenó hacer unos análisis, los cuales dieron como resultado "artritis positivo" artristest, que era lo que determinaba mi enfermedad. La profesional química que realizó estos trabajos de laboratorio, me recomendó que fuera a los Estados Unidos en busca de mi recuperación.
En el centro artrítico donde fui atendida me impresionó ver a las personas en las distintas fases de la enfermedad. El doctor Alonso Portuondo, especialista, confirmó el diagnóstico y me dijo que esta enfermedad no se curaba.
Lo único que se podía hacer era estacionarla, recetándome sales de oro. Este remedio tiene sus aspectos negativos que no tardaron en aparecer: me salían erupciones por el cuerpo, se me caía el cabello y las uñas de los pies. Me disminuyeron las plaquetas y los glóbulos blancos. En ese momento, cuando ya el medicamento me estaba haciendo daño, vino al Paraguay el padre Emiliano Tardif. La primera vez que lo escuché fue en la iglesia de san Alfonso. En el momento de la sanación sentí que el corazón me iba a explotar, latía tan fuertemente que escuchaba sus palpitaciones. La segunda vez fue en la iglesia de Coronel Oviedo. De nuevo en el momento de la plegaria por los enfermos sentí un temblor en todo el cuerpo. El padre dijo que en ese momento se estaban curando dos señoras que tenían artritis y que se arrodillaran. La verdad es que no me animé porque no me convencí de que fuera yo la curada ni creía en ese tipo de curaciones quizás por falta de fe.
Escuché una tercera misa. Para entonces mis dolores ya habían desaparecido y ya no tomaba los medicamentos. Mi madre averiguó con la Hermana Margarita Prince el día de la partida del padre Emiliano, y de nuevo en el aeropuerto, el padre Emiliano con el padre Andrés Car me hicieron una oración de sanación. Al terminar me dijo el primero: "No digas más 'tengo artritis', di que tenías, porque estás curada".
Me han desaparecido los dolores; dejé de tomar los remedios. Llegué a tomar hasta 12 ascriptin al día, aparte de las sales de oro que me inyectaban semanalmente.
Me hice los análisis de laboratorio y realmente estoy curada. El doctor Nicolás Breuer, hombre muy creyente que es el médico que me atiende en Asunción me dijo: "Hay que admitir que más allá de la ciencia hay Alguien superior para quien nada es imposible"
Según me han explicado los médicos, la persona que padece esta enfermedad y que hipotéticamente se pudiera curar, jamás le desaparece el artristest, en razón de que es una marca que le queda para toda la vida. Es como aquel enfermo que ha tenido un infarto: le queda la cicatriz en el corazón.
Sin embargo, en la comparación de los análisis que me han hecho puede verse que me he curado y que han desaparecido las cruces del artristest. La única explicación que puedo definir todo esto es un milagro de Dios. Ma. Teresa Galeano de Báez.
Quienes piensan que las curaciones son algo superficial o accidental en el ministerio de Jesús están completamente equivocados. Quienes creen que las curaciones salen sobrando hoy en día y que lo esencial es anunciar el Evangelio están olvidando el método de la pastoral de Jesús.
Nosotros planeamos y buscamos mil formas para atraer a la gente que cada vez viene menos a la iglesia. Organizamos fiestas, conciertos, convivencias, etcétera, y los resultados son muy pobres. Jesús sanaba a los enfermos y la gente venían en tropel. Eran tantos que hasta tenían que meter a los paralíticos por el techo de la casa de Pedro porque no había sitio alguno por donde pasar.
Hoy día sucede lo mismo. Cuando Jesús sana a los enfermos se reúnen multitudes que ni en los estadios caben y allí les anunciamos el Reino de Dios. Las consecuencias son mucho más grandes que las simples curaciones físicas.
Que los signos de poder no son sólo espectáculo sino que ayudan eficazmente a la renovación de la vida de fe lo expresa el Arzobispo de Tahití en una carta a mi Superior provincial cuya primera parte transcribimos íntegramente: Papeete, 30 de noviembre de 1982. Reverendo Padre: Estuve ausente mientras el padre Tardif predicaba entre nosotros del 21 de octubre al 14 de noviembre. Sin embargo, a mi regreso he podido constatar un cambio debido a su evangelización: -El número de participantes el domingo ha aumentado considerablemente. -Un cierto clima ecuménico se ha instaurado. -Por todas partes la vida espiritual nace o renace. -Ha habido fuertes conversiones y las confesiones han sido muy frecuentes. -El clero, los religiosos y las religiosas han apreciado grandemente la predicación del padre Tardif. -Se preparan para el matrimonio gran número de uniones ilegítimas, y se ha renovado la vida familiar. Jamás la diócesis había experimentado tal empuje de fe.
Hemos celebrado dos Sínodos, una Revisión apostólica. Retiros impartidos por excelentes predicadores durante los últimos quince años; hemos tenido grandes manifestaciones religiosas, pero nunca con resultados tan amplios y profundos comparables a esto. † Michel Coopenrath Arzobispo de Pappete.
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