miércoles, 21 de octubre de 2009

Buena semilla

Frente a la bondad y misericordia de Dios contrasta el hecho innegable de la maldad en el mundo. ¿Cómo pueden conjugarse ambas cosas? Jesús nos ofrece la respuesta en una parábola que está preñada de rico mensaje. (Mt 13,24-30) En primer lugar, conviene corregir el título que ordinariamente se da a esta parábola. Casi todas las Biblias, así como los comentaristas y predicadores, la deforman al llamarla "parábola de la cizaña", condicionando de esta manera la lectura y su interpretación. Parece que impresiona más la cizaña que el trigo. Desgraciadamente, con todo esto se confiere a la cizaña el lugar que Jesús expresamente buscaba quitarle. Él compara el Reino de los Cielos no a la cizaña sino a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Por tanto, el título más adecuado y acorde con la mentalidad de Jesús sería: "Parábola de la buena semilla", pero nunca empobrecerla dando a la cizaña el papel principal de la obra.
El trigo, con las diferentes denominaciones que tiene a lo largo del relato, aparece siete veces. En cambio, la cizaña seis. Numéricamente, es más importante el trigo que la cizaña. Esta es la primera y fundamental enseñanza de la parábola.
"El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo". El Reino de los Cielos es la realidad terrena en su proceso de sometimiento bajo la soberanía de Dios. Podríamos decir que es el plan que Dios ha trazado para este mundo.
El primer personaje que aparece en escena es un hombre que sin duda representa a Dios. En esta parábola, como en la realidad, Dios no tiene reparos en asemejarse a los hombres para que también ellos se puedan parecer a Él. Es más, Dios se hizo hombre en Cristo Jesús a quien frecuentemente llamaban "el Hijo del hombre".
Todo lo que Dios puso e hizo en este mundo fue bueno. Incluso, "muy bueno" como concluye el relato de la creación. (Gen 1,31) Él, siendo bondad y fuente de amor, hizo las cosas sin mezcla de mal alguno. No puso una semilla cualquiera sino la buena. (kalón) Mt 13,24 La mejor semilla que dejó caer Dios en el campo del mundo fue su propio Hijo, el amado de sus complacencias que, como toda semilla, tuvo necesidad de morir en una cruz; para una vez resucitado, ser trigo transformado en pan de vida eterna para que quien coma de él no perezca sino que tenga vida eterna.
Según la interpretación de Jesús, esta buena semilla son los hijos del Reino, es decir, quienes viven sometidos a la autoridad del Rey, que es Dios mismo.
El texto notifica la pertenencia del campo: No es de otro sino del mismo sembrador. Él no es un asalariado que trabaje para otro, sino para sí mismo. Todo agricultor ama profundamente su tierra como parte de sí mismo. Cualquier cosa que le suceda, le afecta directamente. En consecuencia, Dios ama al mundo porque es suyo, obra salida de sus manos. No pertenece a nadie sino a Él.
"Pero, mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sobresembró cizaña en medio del trigo y se fue".
Todo estaba bien hecho... "pero" sucedió algo fuera de los planes originales: Los hombres encargados de cuidar el campo se durmieron. La Biblia de Jerusalén edición española, traduce: "mientras su gente dormía". Sin embargo, el pronombre posesivo "su" no existe en el original griego ni en la Biblia de Jerusalén edición francesa, ya que los hombres de Dios no se duermen sino que están siempre vigilando y son responsables de la misión que les fue encomendada.
Estos hombres que se duermen representan a quienes no se ocupan ni se preocupan por el mundo y lo que en él sucede. Son irresponsables. No se interesan ni advierten lo que acontece más allá de ellos mismos. Pasan dormidos por este planeta. Para ellos "la vida es un sueño", sólo que nunca van a despertar porque son cadáveres ambulantes que no tienen vida, ni menos son capaces de transmitirla. Su pasividad los alía a las fuerzas del mal. Son cómplices silenciosos, dejando campo libre a la acción del enemigo.
Aquí entra en escena un tercer personaje, misterioso e incógnito, pero real. Jesús lo identifica con el Diablo. Notemos que no tiene iniciativa propia sino que simplemente reacciona frente a la siembra. Es significativo también el notar que actúa solo. No cuenta con siervos ni con gente que le ayude. Es enemigo no tanto de los hombres o del campo, sino del dueño del terreno. Su ataque no se dirige sino al sembrador, sabiendo que cuanto perjudique al cultivo repercute en su dueño. Es curioso que el enemigo se aparezca ocasionalmente al sembradío. Vino solamente para la nefasta tarea que se había propuesto, e inmediatamente se retiró.
El texto griego es de una riqueza tal, que resulta imposible traducir el versículo 24. Cuando se habla de que el agricultor "sembró", se usa el verbo "speiro", mientras que tratándose de la acción del enemigo se coloca el prefijo "epi" al mismo verbo: "epispeiro". Este prefijo significa "encima, sobre"; dando a entender que es la parte externa de algo. Por tanto, la cizaña no fue sembrada dentro de la tierra sino sobre la tierra para dar a entender que no tiene raíces profundas. Está de manera superficial, y, por tanto, sin consistencia.
Además, la cizaña está en medio del trigo. El mal no subsiste solo, siempre está dependiendo del bien. Tan es así, que si por un imposible el bien no existiera, el mal dejaría igualmente de ser y, por tanto, de actuar. Desde el principio se nota esta subordinación. La cizaña está en el hueco que dejan las espigas. El mal es ausencia del bien.
El enemigo no estaba en el campo. Simplemente vino una vez y luego se marchó. Él no permaneció en el mundo porque allí no tenía casa. Sólo traía un propósito: Sobresembrar la cizaña. Habiéndolo hecho, desapareció furtivamente.
Pero cuando brotó la hierba e hizo fruto, apareció entonces también la cizaña.
El texto habla primeramente del proceso de la buena semilla, que al germinar y comenzar a crecer se convirtió en una hierba que luego dio su fruto. La buena semilla no podía sino fructificar. En cambio, por su parte la cizaña sólo surge cuando hay trigo. Nunca antes. No aparece sino junto al bien y siempre dependiendo de él.
La cizaña a la que se refiere el texto es seguramente el "lolium temulentum", que es toda clase de hierbas nocivas a la agricultura que ahogan el plantío y le roban el agua y el abono. Estos herbajes, en su comienzo tienen gran similitud con el trigo, por lo que no es fácil identificársele como tal, precisamente por su gran semejanza. Esto revela otra realidad más profunda.
En su comienzo el mal se parece y hasta puede confundirse con el bien. Poco a poco y hasta que la buena semilla da sus frutos es cuando la maldad se desenmascara porque ella no puede producir frutos buenos. El mal no se puede identificar sino frente a un bien. En palabras también del Evangelio, lo que distingue un árbol bueno de un árbol malo, son los frutos.
Pero los siervos del amo le dijeron: "¿Señor, acaso no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que existe cizaña?". Aquí aparece otra vez la partícula griega "de"="pero", que expresa la idea de una situación no sólo diferente sino hasta opuesta a la anterior.
En el escenario aparece un nuevo grupo de personajes a quienes se les llama "los siervos" y que por ningún motivo hay que confundir con "los hombres" dormidos del versículo 25a. Estos, sin duda, siguen dormidos. Los siervos, percatándose del grave problema existente, forman un coro que a una sola voz cuestionan al amo.
Angustiados por la aparición de la cizaña desconfían del dueño del campo a quien le hacen una pregunta que más bien parece un reclamo. Esto se acentúa con la partícula interrogativa "ouji" que se usa en griego cuando el interrogante espera una respuesta negativa.
En el fondo de su corazón sospechaban del amo, y, por tanto, lo hacen responsable del problema. Pensaban que la simiente no había sido de buena clase o que tal vez se había mezclado con alguna plaga.
Estos siervos representan a quienes culpan a Dios de la maldad existente en el mundo o por lo menos piensan que Él lo permite. Son quienes no pueden conciliar la existencia de un Dios bueno y al mismo tiempo la maldad en la sociedad. Están tan impresionados, que se angustian y buscan respuesta al grave problema de la presencia y origen del mal en el mundo. Sin embargo, su ansiedad los hace miopes, incapaces de descubrir el trigo que ya ha brotado. En su intervención nunca aluden a él.
Jesús se está enfrentando a la extendida mentalidad de los que piensan que Dios, o ha fomentado la maldad en el mundo o es cómplice pasivo con la injusticia y la mentira.
El Dios revelado por Jesús nunca ha permitido ni consentirá el mal. Él jamás se alía a las fuerzas de maldad, ni aún con el objeto de sacar bienes mayores, ya que ningún fin, por más noble y alto que parezca, justifica los medios. Si Dios permitiera el mal iría en contra de su propio ser. Lo único que Dios ha hecho es confiar el mundo a los hombres, los cuales se durmieron mientras su enemigo sembró cizaña. Su única responsabilidad fue exceso de confianza. Pero él les contestó: "Algún enemigo-hombre ha hecho esto”.
Los atribulados siervos que se habían equivocado en su diagnóstico también van a errar en la solución que proponen. Están angustiados porque la cizaña se les ha metido en su ser. La dificultad más grande está dentro de ellos mismos. Por ello, su visión es muy parcial y limitada. Están tan agobiados por la cizaña que ni siquiera se han percatado de la presencia del trigo que ya ha brotado. Lo único que buscan es extirparla con cualquier medio. Están tan atormentados por ella, que a toda prisa quieren tomar la guadaña o blandir el machete para arrancarla.
El Amo no deja que sus siervos arranquen la cizaña: "No. No sea que al arrancar la cizaña arranquéis el trigo". En ocho días terminamos leyendo como la cizaña amarrada en gavillas, el Amo la transforma en combustible para cambiar el trigo en Pan de Vida.
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