miércoles, 16 de septiembre de 2009

Jesús en Egipto

En el viejo Cairo se encuentra el Santuario de la Sagrada Familia, y debajo de la cripta se ven las ruinas de una iglesia antigua, sitio oscuro, húmedo y frío, en el que hasta la edad de siete años vivió Jesús con sus Padres.
Él árbol de la Virgen, en Matarieh, es muy apreciado: se cuenta que ahí descansó la Sagrada Familia y que brotó un pozo de agua en el que apagaron su sed. Todavía existe con su agua fresca y abundante.
Existe un relieve de mármol blanco en el altar con la Virgen dándole el Niño a san José.
María nos dice hoy: Con Jesús no sentía el destierro, porque con él todo era paraíso. Endulzaba con sus gracias los trabajos, penas y pobrezas que sufrimos ahí. Sus primeros pasos, su sonrisa y las primeras palabras que balbuceó formaban el gozo de nuestra vida, admirando sus virtudes.
Con fatiga trabajábamos para ganar el pan, mil veces mojado con lágrimas. Sin embargo, Jesús sonreía pensando que si a él le faltaba el pan material, a ti nunca te faltaría el eucarístico; que si él tenía hambre y sed, tú te saciarías con el divino manjar y beberías de la “fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna”.
Si has pecado no temas, que yo lo vi dejarse acariciar, en Egipto, de los pecadores. Él a nadie rechazaba, a todos tendía sus benditas manos. "Vengan a mí los que sufren, los que son perseguidos, que Yo soy su Consolador y Salvador". Él hacía sentir en aquellas gentes, la influencia de su divinidad, y gustosamente les servía con sencillez, con trato dulce y cariñoso.
Medita, hijo mío, en su primera palabra que fue ¡Madre!
Vino del cielo a buscar dolor desde su nacimiento; y el clima, la pobreza y el destierro, todo ayudaba a padecer. Guarda todas estas cosas en tu corazón, como yo lo hacía. Mira la Eucaristía, adóralo, háblale y sé feliz con su posesión, Él quiere albergarse en tu corazón.
Madre mía, ¡cómo ardería tu corazón hecho especialmente para amar a Jesús! Me imagino la emoción de tu alma al oír por primera vez de sus labios, el dulcísimo nombre de Madre, aquella palabra que endulzaría todos tus dolores.
Soy muy pobre de virtudes María, te ruego que me des la paciencia para sufrir como tú sufriste. Enséñame tu amable trato con que llevabas los corazones a Dios y regálame el tino para no lastimar a nadie, para evitar los peligros, para salvar las almas con prudente celo y heroico sacrificio
Madre ven con Jesús a darme la mano, a sostenerme en mis luchas, a infundirme la fortaleza necesaria para llegar al fin de mi destierro, abrazado de la cruz, sin separarme de Jesús, de ti, María, y de san José bendito..
María sé la salvación mía ¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA EL HOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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