jueves, 3 de diciembre de 2009

8 años enferma

Nuestra hermana Cristina con dice: Asistí a las instalaciones del Palacio del Arte a un “Retiro de Avivamiento” con el P. Marie Emmanuel, sacerdote muy conocido para quienes gustan ver el canal televisivo María Visión. Hablando en lenguaje religioso un retiro es dejar un receso a toda ocupación y preocupación humana para ir a un “encuentro personal con Dios”.
Llegué puntualmente a la cita que Dios me había invitado. Se respiraba en el recinto un ambiente de paz y cordialidad. Bellos arreglos florales adornaban y perfumaban el espacio, amores fraternos se concretaban en abrazos, amables saludos, frases de bienvenida, todos nos sentíamos familia de Dios, invitados del Señor. Todo era acogedor, se percibía la presencia divina surcando los aires, presente en todos los espacios, disponiendo los corazones, las voluntades, iluminando las inteligencias para ese encuentro íntimo y personal con Dios.
Inició este acontecimiento con unas calurosas palabras de bienvenida y el ministerio de canto nos fue llevando magistralmente a sentir en nuestras almas, a través del canto, alabanza y adoración, la presencia de Dios que nos inundaba e introducía místicamente en la insondable misericordia de nuestro Creador.
El retiro seguía su curso, vinieron muchos momentos muy fuertes de oración, guiados siempre por el carismático P. Emmanuel, reinaba la alegría, la fraternidad. Se aspiraban aires de nuevas esperanzas, fe renovada, gozo de sentirnos amados y escuchados por Dios.
En este marco de honda espiritualidad en comunión fraterna, unidos en oración, entrelazadas nuestras súplicas y alabanzas a Dios que todo lo puede, el P. Emmanuel, ungido del Señor, pronunció con la autoridad ministerial que Dios le ha conferido, una poderosa Oración de Sanación a las miles de personas ahí reunidas. Niños, jóvenes, adultos, ancianos, inmersos en la bondad divina fuimos tocados por Dios que vino a cada uno de múltiples maneras. Miles de voces alabando, adorando, contemplando a Dios. La oración se hacía más intensa, más profunda. El ministerio de música entonaba cantos que transportaban a la gloria, el P. clamaba a Dios-Amor por la sanación física y espiritual de todos los presentes. Era un momento de cielo vivido aquí en la tierra.
Yo había ido a alabar a Dios anhelando, como mis hermanos ahí reunidos, encontrarme con JESUS, DIOS SALVADOR, pero siempre es él quien nos encuentra y esta vez llovió de su misericordioso cielo sanación de cuerpos y almas a raudales.
Hacía aproximadamente ocho años que yo empecé a sentir dificultad para respirar. Con frecuencia me dolía el pecho. El cansancio y la fatiga ganaron terreno en mi vida diaria, me faltaba el aire durante el día y por la noche, respiraba a medias, con mucha insatisfacción, algo obstaculizaba mi respiración profunda que vino a deteriorar mi calidad de vida. Desde que presenté los primeros síntomas recibí atención esmerada de médicos especialistas y seguí cuidadosamente sus indicaciones y a pesar de todos los tratamientos que me recetaron mi salud no la recobraba.
Transcurría el anochecer del sábado 30 y el P. Emmanuel oraba incansable por nosotros y Dios escuchaba y actuaba: bendición, consuelo, liberación, sanación física, sanación espiritual y más recibimos por gratitud divina. Nadie retornó a casa con sus manos vacías. ¡Bendito Señor!
Recuerdo que en un instante cumbre de la oración me di cuenta de lo apacible de los latidos de mi corazón. Mi respiración era tranquila, profunda, total, plena de satisfacción… mis pulmones inhalaban y exhalaban plácida, apaciblemente… sentía paz, serenidad, quietud. Mi cuerpo se tornó ligero, flexible, podía elevar mis brazos para alabar a Dios, inclinarme cabeza ante su grandeza, levantar espalda, hombros, con toda soltura en alabanza a Dios. Ningún dolor, ningún obstáculo en mi respiración. ¡Dios me había sanado!
Interiormente seguíamos bendiciendo y alabando a Dios mientras lágrimas de agradecimiento asoman sin esfuerzo. Dios coronó su obra de sanación cuando el P. al tocar suavemente mi cabeza, el Altísimo me concedió tener un descanso en el Espíritu. ¡A ti la gloria Señor!
Gracias Dios nuestro: Tú eres el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin. Tu esencia es el amor y lo entregas a la humanidad entera, tu Espíritu que en la Creación aleteaba sobre la superficie de las aguas, hoy sigue renovando, ungiendo, sanando, obrando milagros. Dios preeminente, eres VIDA que comunica vida. Haz Señor que el don sobrenatural de la fe nos permita escuchar tu dulce voz que habla los lenguajes del cielo y de la tierra.
Cristina López Salcedo.
Ul domingo después de la celebraciòn de la Eucaristía una hermana se dirigió con nosotros a decirnos que tenía serios problemas con su columna vertebral, tres vértebras estaban completamente desviadas y le producían un dolor muy intenso, además de que no podía mover su espalda. Nos pidió oración y francamente no se la pudimos negar. Estamos acostumbrados que después de la Eucaristía no hacemos ninguna oración puesto que la Eucaristía es la oración por excelencia, la más grande. Pero nuestra hermana estaba completamente segura que Jesús la iba a sanar. Varios hermanos nos reunimos junto al sagrario y le dijimos a Jesús que creemos que él está ahí. Le tocamos a la puerta. Pusimos a nuestra hermana en sus manos. Al imponerle las manos ella tuvo descanso en el Espíritu y traté que cayera en la alfombra que estaba delante. Me tomó de sorpresa y se fue hacia atrás y se resbaló por los escalones. Le dije al Señor que si le pasaban otras complicaciones la tendría que sanar completamente.
Nuestra hermana quedó varios minutos de espalda en el frío mosaico. Cuando se puso de pie su espalda estaba completamente sana, sus vértebras estaban en su lugar, el dolor había desaparecido, Jesús la había sanado. Jesús usó el golpe y el frío y le dio lo que le hacía falta a nuestra hermana Paty.
¡Gloria a Dios!
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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