lunes, 21 de diciembre de 2009

Juan Bautista

En los vados del Jordán, en el año 28 de nuestra era, había un hombre que gritaba: "Convertíos. El Reino de Dios está cerca". Era Juan el Precursor.
El vestido de Juan era un cuero de camello. Su alimento, langostas y miel sacada de las colmenas que las abejas hacían en las rocas, nunca probaba el vino ni la sidra, (Lc 1,15; 7,33) su morada normal era el desierto.
El desierto antiguamente era el lugar favorito para la experiencia de Dios: allí, en la soledad más absoluta, desasido de las preocupaciones cotidianas, el corazón del hombre percibía los ecos de la voz de Dios. Para Israel el desierto evocaba el período de su historia cuando dependía sólo de Yahvé para comer y para beber, para alabar y para vivir. Todo era incierto en esa época, menos el amor de Yahvé.
Con piedras y arena construyen los hombres sus viviendas, pero a nadie le gusta vivir rodeado de arenales, sino de árboles y de frescura. Sin embargo Juan había optado por vivir en el yermo, desde su juventud. Allí levantaba la voz para gritar que prepararan un camino al Señor, que enderezaran los senderos y que allanaran las rutas tortuosas. (Mt 3,2-3)
Al desierto no van los hombres sino de paso. Sin embargo, alrededor de Juan se congregaban muchedumbres. El le dio vida al desierto. Allí montó su cátedra, allí abrió la universidad, en donde impartía su doctrina. Allí luchó Juan: la tierra árida y rocosa, la convirtió en arena de combate, en palestra.
El desierto fue para Juan, lugar de penitencia, sitio de ayunos y de austeridades, porque para vestirse de sedas, vivir en deleites y ser endeble como una caña que doblega el viento no es buena la aridez de un erial sino los palacios de los reyes. (Lc 7,24-26)
Bordeando el desierto de Judá, lindando con las últimas dunas, pasa el río Jordán. Hasta sus orillas llegaba Juan a bautizar, en Betania o en Enón, junto a Salim. (Jn 1,28; 3,22-24) Las gentes se adentraban en el río y Juan les bañaba con agua las frentes para indicar con ello la conversión de los pecados. (Mt 3,6) Era un baño de agua, preparación del que un día recibirían los cristianos con Espíritu Santo y con fuego.
Como Juan bautizaba, la gente lo llamaba "El Bautista". Los cristianos denominaron a Juan como "El Precursor". Esta voz significa: "el que corre delante", porque la vida de Juan fue un pasar delante de Jesús, proclamando su venida: anunciado antes que Jesús, nació antes, predicó antes, bautizó antes, antes fue encarcelado y antes debió morir. El Precursor iba siempre preparando los caminos al Señor. (Mt 11,10; Lc 1,17-76; Jn 1,15) Todavía hoy, siempre que Cristo llega a cualquier lugar le precede el espíritu de su Precursor. "El es el heraldo de todas las parusías". Por eso predicó alguna vez Orígenes: "Creo que el misterio de Juan sigue renovándose en el mundo. Para que alguien crea en Cristo Jesús es necesario que antes el Espíritu y la virtud de Juan se hagan presentes en su alma, para preparar al Señor un pueblo perfecto y allanar las asperezas de los caminos del corazón y enderezar sus senderos. Este espíritu de Juan sigue precediendo todavía le llegada del Señor Salvador".
Ain Karim es un pueblito de Judea, en las montañas, unos 6 kilómetros al oeste de Jerusalén. Allí vivían Zacarías, sacerdote, y su esposa Isabel. Ambos eran justos y caminaban sin tacha en los senderos de Yahvé. En su hogar no había hijos. (Lc 1,5-7)
Un día, cuando Zacarías ejercía en Jerusalén el oficio de sacerdote, se le apareció el ángel Gabriel y le anunció que tendría un hijo, a quien llamaría Juan. El Sacerdote dudó de la visión y de las palabras del ángel. Como los sacerdotes de todos los tiempos, el no creía en visiones. Debía ser muy prudente, tener los pies puestos en tierra y no aceptar con rapidez el carisma de una visión o de una revelación. El sabía, por haberlo estudiado en los libros sagrados, que antiguamente se daban revelaciones, pero eso era antes. Por eso optó por dudar. Máxime que él y su mujer eran avanzados de edad, y no estaban ya para criar muchachitos. Prefirió pues, no creer y no proclamar las maravillas del Señor, y resultó mudo. Igual cosa ha sucedido a muchos que prefieren callar prudentemente en vez de anunciar cuanto en ellos hace Dios.
Cuando Zacarías salió del santuario, los fieles se admiraban de que no pudiese hablar. La gente como que espera siempre que quien ha estado ante el Señor pueda compartir con los demás cuál ha sido su experiencia espiritual. Similar extrañeza debió sentir Isabel, cuando su esposo regresó al hogar y sólo mediante la escritura le comunicó lo que había pasado. Pero, cuando algunos meses después se dieron cuenta de que las palabras del ángel se iban a cumplir, su admiración y su gozo debieron ser grandes.
Más de seis meses habían pasado desde aquel suceso cuando Isabel recibió una visita extraordinaria: una de sus primas, María, llegó a Ain Karim. La criaturita que se estaba gestando en las entrañas de Isabel saltó de alegría, de modo tan gozoso, que a la madre se le iluminó el corazón, y llena de Espíritu Santo proclamó las alabanzas de María, y ésta, a su vez, proclamó las maravillas del Creador. Tres meses más tarde nació un niño. El y su madre habían sido los primeros en recibir la visita de María y de Jesús. Era como si el arca de la Nueva Alianza hubiese llegado hasta la casita de Isabel.
Cuando el hijo de Zacarías y de Isabel nació, muchos querían llamarlo con el nombre de su padre, pero en una tablilla el sacerdote mudo escribió: "Juan es su nombre". Entonces recuperó el habla y se puso a bendecir al Señor con himnos proféticos, que el Espíritu Santo le regaló carismáticamente, (Lc 1,67) y todos los que vivieron estos sucesos tuvieron mucho gozo. (Lc 1,14)
El nombre de Juan significa: “Yahvé es favorable”. De veras que Dios le fue favorable a ese niño. Lo escogió como su profeta, el mayor de los profetas, el mayor de los nacidos de mujer en toda la Antigua Ley. (Mt 11,9-11) El sería el encargado, como profeta del Altísimo, de anunciar al pueblo la salvación y el perdón de los pecados, y de preparar los caminos del Señor. (Lc 1,76-77)
Juan es el primer primo de Jesús de que habla el evangelio. Aunque ligado a María, no parece que hubiera conocido a Jesús en su infancia, (a pesar de que muchos pintores representan a los dos niños jugando con corderitos) pues, mientras Jesús debió huir con sus padres a Egipto y luego radicarse en Galilea, Juan al crecer y fortificarse se adentró en el desierto de Judá. (Lc 1,80)
Así llegamos al año 28 de nuestra era, según cálculos de muchos historiadores. En Roma gobernaba el César Tiberio, en Judea la autoridad civil la ejercía Poncio Pilato, y en las provincias vecinas, llamadas "tetrarquías", estaban en el poder Herodes, Filipo y Lisanias. Los sumos sacerdotes del templo de Jerusalén eran Anás y Caifás. Fue cuando la Palabra de Dios llegó sobre Juan. Sobre él siempre había estado el poder del Señor, pero ahora venía a darle una misión especial. (Lc 1,66; 3,1-2)
Era Dios quien lo enviaba a predicar y a dar testimonio de la luz. (Jn 1,6-8) La vida de Juan habría de ser muy corta, pero ella sola llena "una edad en la historia de la salvación". Esos años son como la corona del Antiguo Testamento.
Juan comenzó a clamar. El aire del desierto le daba un acento extraño a su voz, el sol le tostaba la piel y le requemaba el cabello, y el fuego de Dios le quemaba el espíritu. Era extraño el escenario de su predicación: las rocas áridas de un lado y del otro el cauce del río. Allí Juan decía: Haced frutos de conversión. Vosotros sois raza de víboras, aunque os presentáis como hijos de Abraham. Si Dios necesitase hijos de Abraham, de las piedras del desierto los podría crear para cumplirle las promesas al patriarca. Vosotros sois como un tronco seco y estéril, bueno para que lo tumben a hachazos y lo arrojen al fuego. Si no os convertís, no huiréis del juicio, pues el juez vendrá y separará el grano de la paja, y a ésta la quemará en hoguera formidable. (Mt 3,7-12) Así le preparaba Juan los caminos a Jesús con la predicación, con el ejemplo y con el bautismo.
Ante Juan llegaban las multitudes y él les aconsejaba ser generosos con los pobres, llegaban los cobradores de impuestos y les decía que no se excedieran ni robaran, llegaban los soldados y les urgía a que no fueran violentos ni calumniadores ni codiciosos. A todos los invitaba sumergirse en el agua. Las ondas del Jordán como que limpiaban las conciencias y se llevaban los pecados de todos los hombres hasta las marismas del Mar Muerto
Juan no sabía callar. Aún al Rey Herodes le recordó un día que no le era lícito convivir con la mujer de su hermano. (Mt 14,3-4; Mc 6,18) El fuego de Yahvé consumía a Juan, le quemaba las entrañas. El no podía enmudecer sino con la muerte. El no viviría nunca la mudez de su padre, Zacarías.
Un día, ante Juan que bautizaba y clamaba en el desierto (Lc 3,4-6) llegó Jesús. Al verle, Juan exclamó "¿cómo es que tú vienes a mí, si yo soy el que necesita ser bautizado por ti?". (Mt 3,13-15) Porque Juan podía ser duro consigo y con los demás, podía blandir su voz como si fuera una correa que chasqueara contra la hipocresía de los fariseos, pero era un hombre humilde. Muchos le habían preguntado, queriendo tentar u honrarle, que es casi lo mismo: "Dinos, quién eres ¿El Mesías? ¿El Profeta Elías? ¿El que ha de venir? ¿Con que autoridad hablas y actúas?".
De los labios de Juan no salió una palabra altiva. Otros serán los que lo ensalzarían al llamarlo profeta, antorcha que ardía y alumbraba (Jn 5,35) testigo de la luz, (Jn 1,8) lleno del Espíritu y grande delante de Dios (Lc 1,15) o Maestro. El sólo decía: "Yo no soy ese que vosotros decís, yo no soy digno de desatar las sandalias del Mesías, postrándome ante él; yo apenas bautizo con agua pero vendrá quien bautice con Espíritu Santo; yo apenas soy la voz que grita, soy un murmullo, pero vendrá la Palabra después; yo, aunque comencé antes, voy a pasar después, porque quien tras de mí viene es mayor que yo; yo soy apenas una antorcha, anunciadora de la luz; yo apenas soy el novio, el paraninfo, pero me he de alegrar cuando aparezca el esposo; conviene que yo comience a menguar, para que quien venga luego, pueda crecer como si fuera un astro que camina hacia el cenit". Así fue Juan el que desengañó al pueblo de sus vanas expectativas y lo centró en el verdadero Cristo. (Lc 1,77; 3,15)
Juan era como una antorcha encendida en el sol de Dios, pero una antorcha que brillaba en el desierto sin querer subir a las cimas de la soberbia para que no la apagase el orgullo. Una antorcha que presagiaba el brillo de la nueva luz.
Juan llegó antes pero quiso pasar después, comenzó siendo maestro, pero terminó siendo discípulo, porque Maestro sólo hay uno, el Cristo.
Si deseas las seis columnas semanales diferentes que se publican los domingos en los tres principales diarios de Morelia, localízalas en Blogger: jesusestavivoenmorelia.blogspot.com y en Twitter: twitter.com/jesusestavivo Si quieres recibirlas cada ocho días en tu correo, haz click en el cuadro naranja y automáticamente las tendrás. Hoy y todos los domingos en la Z radio, 96.3 FM y 1340 AM, “La Palabra” cuarenta y cinco minutos en comunicación con Jesús vivo que sigue sanando a los más necesitados que creen que él tiene todo el poder en los cielos y en la tierra. Visita nuestra página web: www.jesusestavivo.org.mx y vive los 139 videos de misas, evangelización y testimonios de sanación de lo que Jesús hace en su Morelia.
¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

No hay comentarios: