lunes, 21 de diciembre de 2009

¿ Quién dicen ustedes que soy yo?

Es ésta la pregunta central del Evangelio. En torno a ella se organiza en los sinópticos -Mateo, Marcos y Lucas- la vida y la enseñanza de Jesús. Es bueno que también yo me pregunte por el lugar que ocupa Jesús en mi vida; por el significado que él tiene para mí.
Después de largo tiempo de formación, el Señor les preguntó a los suyos quién decía la gente que era él, y oyendo la variedad de respuestas -porque unos creían que era Juan Bautista, otros pensaban que era Elías o alguno de los profetas- se atrevió a averiguar si ellos mismos habían comprendido el fondo del misterio y si estaban aptos para escuchar el alma del mensaje: «¿Quién dicen ustedes que soy yo?».
Es importante este paso de la opinión general, de la teoría, que no compromete vitalmente, a la pregunta que penetra hasta la verdad del corazón y que no se puede eluudir: ¿y ustedes?, ¿quién dicen ustedes que soy yo?». Jesús largamente ha estado instruyendo a los suyos. Les ha ido revelando poco a poco su misterio. Les ha mostrado su amor y manifestado las ternuras insospechadas de Dios, su Padre.
Él sabía que para esos hombres sencillos que dejándolo todo lo habían seguido, no sería fácil ir más allá de las apariencias. Ellos tendrían dificultad de manifestar una opiinión diferente a la que tenía la gente de su entorno. ¡En esto eran tan parecidos a nosotros! Sin embargo, era imposible construir una Iglesia sobre unos discípulos que no hubiesen hecho penetrar el Evangelio en su propio corazón. Por eso, todo dependía de esta simple pregunta: «¿ Quién dicen usteedes que soy yo?».
Para poder contestar a esta interrogación, no basta con haber aguzado la razón. Conocer a Jesús, llegar a intuir la hondura de su ser, es un regalo. Hay que abrir el corazón como un niño para que Dios lo llene con su gracia. Por lo demás, siempre es así cuando se quiere llegar a conocer en realidad a una persona. No es la carne ni la sangre quienes permiten descubrir el misterio.
Si Jesús no es más que un hombre ejemplar, vana es nuestra fe; si es sólo un hombre, nuestro mundo se cierra y la marcha de nuestros pies se detendrá algún día sin haber llegado a parte alguna. Si el Señor es tan sólo un profeta, los que creemos en él somos los más desgraciados de los hombres.
¿Quién dicen ustedes que soy yo?... Pedro tomó la palabra en nombre de los Doce y, por qué no decido, en nombre de nosotros, y dio la respuesta que el Maestro esperaba: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Esa resspuesta, tomada en serio, cambió la vida de los apóstoles y también influyó hasta en la raíz de la nuestra.
Los exégetas podrán discutir sobre esa respuesta, pero la Iglesia sabiamente ha entendido siempre que ahí está la verdad última. Ahí se revela mejor que en ninguna parte lo que es Dios, la Iglesia y el hombre. Reconocer a Jesús como el Mesías es aceptar, no solamente con la cabeza, que él es quien llena todas las expectativas del hombre, pero reconocerlo como Hijo del Altísimo es afirmar que nuestro Dios fue más allá de todo lo que podíamos anhelar, porque vino a compartir nuestra propia humanidad.
Si la respuesta de Pedro expresa la verdad, la vida humana adquiere una dimensión que no era posible imaginar: el hombre es mucho más que la imagen de Dios como nos enseña el Génesis. Al asumir nuestra humanidad el Verbo se hizo uno de nosotros y nos introdujo en el misteerio mismo de Dios.
¿Quién dicen ustedes que soy yo?. Es ésta finalmennte la radical interrogante que tarde o temprano se nos presenta y que define el horizonte de nuestra existencia.
Es bueno hoy hacemos esta pregunta con toda honestidad. Si yo digo de verdad que para mí Jesús es el Hijo de Dios vivo, el Mesías largamente esperado, todo cambia.
En un momento de crisis, cuando la humanidad busca con afán un camino, cada cristiano y cada grupo de la Iglesia tienen que preguntarse, con la misma fuerza con que Jeesús preguntó a sus apóstoles, qué piensan en verdad de Jesús. ¿Quién dicen ustedes que soy yo?. Si dudamos, si no nos atrevemos a responder, recordemos que Dios oculta el misterio a los sabios de este mundo y lo revela a los niños, a los pobres y a los humildes de corazón.
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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