lunes, 21 de diciembre de 2009

Siete palabras en el Antiguo Testamento

Jesús en la Cruz pronunció siete palabras que concentran toda su vida y toda su predicación, en el Antiguo Testamento también encontramos siete palabras que sintetizan la fe y la vida del pueblo de Dios. Siete palabras que son la columna vertebral de toda su fe, su alma, su vida y la teología y su oración más sublime. En fin, son su himno y su bandera.
Estas siete palabras bastarían para tener el concentrado de lo que es Dios y de lo que es el pueblo de Israel: Por eso, hasta el día de hoy, en el muro de las lamentaciones en Jerusalén -que es el lugar más sagrado de la fe del pueblo de Israel- vemos a los judíos piadosos orando y llorando mientras meditan estas siete palabras: Shema Israel Adonai Elohe-nu Adonai ejad: Escucha, Israel, nuestro Dios es Dios uno.
Los niños judíos cuando cumplen 13 años y por vez primera van a proclamar la Palabra de Dios ante la asamblea (Bar-Mitzbá), casi siempre eligen estas palabras para hacer su profesión de fe. Sin duda que Jesús muchas veces las repitió. El evangelio así lo atestigua: Shema Israel Adonai Elohe-nu Adonai ejad: Escucha, Israel, nuestro Dios es Dios uno.
Meditemos pues en estas siete palabras, saboreemos esta Palabra de Dios, dejemos que la Palabra hable y entre hasta nuestro corazón. Son palabras dirigidas al Pueblo de Dios, a ese pueblo al que Dios dice: tú eres mi pueblo, porque Yo te adquirí, te compré, te rescaté, te elegí sin que tú hubieras hecho nada de tu parte.
En el capítulo16 del profeta Ezequiel se pinta ese Israel con caracteres de una mujer recién nacida, desvalida, pobre, desnuda, sin que nadie la quiera y Dios pasa por allí, le tiende su manto y la hace suya.
Libremente Dios ha escogido a Israel: No porque seas el más numeroso de todos los pueblos se ha ligado Yahvéh a ti y te ha elegido, pues eres el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que te tiene y por guardar el juramento hecho a tus padres, por eso te ha sacado Yahvéh con mano fuerte y te ha librado de la casa de su servidumbre, del poder del faraón, rey de Egipto: El amor de Dios es gratuito. Israel y el nuevo Israel, el Israel de Dios somos nosotros. No hicimos nada para merecer la elección de Dios. Todo es gracia de parte de Dios. Da su amor libérrimamente, porque quiere darlo.
Notemos claramente que Dios habla a un pueblo, no a un individuo aislado. Se dirige a una comunidad, a los hijos de Abraham, de Isaac y de Jacob; los hijos de la fe son ese pueblo de Dios. No se pertenece al pueblo de Dios por una credencial blanca y azul con una estrella de seis picos al centro, ni por tener la sangre de Abraham, pues Dios puede hacer de las piedras hijos de Abraham. Al pueblo de Dios se pertenece por la fe, que no es creer en algo, sino creer en Alguien, creerle a Alguien, depender de Alguien, obedecer a Alguien: a Dios. al único.
Dios habla a ese pueblo elegido que El tomó de la nada y lo hizo suyo y con él pactó una alianza. Pero si la elección fue totalmente libre de parte de Dios, la alianza depende de las dos partes: de Dios y del hombre "Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo".
Dios se compromete: "tú, Israel, serás mi pueblo entre todos los pueblos de la tierra y te voy a preferir y a cuidar, pero tú también tienes algo que hacer: Yo soy tu único Dios. Esa alianza desemboca en una misión, la de ser luz para todos los pueblos: Por tí serán benditas todas las naciones que hay bajo el cielo.
Y dice Dios a este Israel: Escucha, escucha. Tenemos los oídos tan embotados, tan llenos de otras cosas, de falsos profetas y de tantos otros ruidos creados por nosotros mismos, que ya no sabemos escuchar. Por eso, Dios nos dice: "Antes de que me hables tú, Yo ya sé lo que me vas a decir. Por eso escúchame a Mí, porque de mi boca saldrá una palabra viva y eficaz que será como una semilla que tiene poder para fecundar y crecer tan grande como un árbol, donde los pájaros del cielo van a hacer sus nidos.
Escucha mi Palabra que es como una espada de dos filos que entra hasta lo más profundo del alma. Escucha mi Palabra que purifica y deja que te cuestione, te interpele y vaya renovando tu mentalidad. Escucha mi Palabra que sana, que es medicina para todo el que cree en ella. cf Sab 16,12. Escucha mi Palabra que es Palabra de salvación, quien crea en ella no será defraudado. Escucha. No hables.Entra al fondo de ti mismo donde escucharás esa voz del Dios que vive en ti y que ha dejado su imagen y semejanza en tu propio ser. Deja que la semilla fecunde y dé vida y un fruto que permanezca. Escucha para que aprendas a hablar. Los que nacen sordos son incapaces de hablar porque nunca han escuchado. Si tú nunca has escuchado a Dios serás mudo para hablar de las cosas de Dios y del Dios de las cosas. La fe viene por la escucha de esta Palabra, recibida y acogida y que permanece en el corazón del creyente.
Un día Pablo predicaba en Filipos. Había allí una mujer, Lidia, vendedora de púrpura y "Dios le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo" . Claro que Lidia estaba dispuesta. Dios lo hizo, más no sin ella, sin con ella y en ella. cf. Hech 16
Cuántas veces el Señor nos dice: Escucha mi Palabra. No ores con tanta palabrería. Lo más importante es lo que Yo te voy a decir, mi palabra es primero porque es la que toma la iniciativa, no la tuya. Escucha con el corazón: Cuando Salomón construyó el templo, Dios se le presenta y le dice: Salomón, pídeme lo que quieras. Salomón fue muy sabio cuando le dijo: Dame un corazón que te sepa escuchar a Ti, porque se sí escucharte, sabré escuchar a este tu pueblo y voy a saber gobernarlo como Tú quieres que lo gobierne, porque Tú eres el rey y yo tu lugarteniente. Dame, Señor, un corazón que te sepa escuchar. Pidámosle a Dios un corazón que escuche, un corazón atento a su Palabra.
El nombre de Dios es inefable. No hay palabras que puedan contener la esencia divina. Es el que es. Cuando los judíos pronunciaban la palabra "Yahvéh". Si la encontraban escrita, se tapaban la cara con las dos manos y se inclinaban con reverencia y no la pronunciaban por respeto. Tan grande era el misterio que encerraba que por referirse a El usaban circunloquios: hablaban del cielo, por ejemplo: "la victoria no viene de la fuerza de los ejércitos, sino de la fuerza que viene del cielo", es decir, que viene de Dios. Mateo, que escribe a los judíos, cuando habla del reino de Dios, dice "el reino de los cielos", porque no se atreve a pronunciar el nombre de Dios.
Tan inefable era ese Dios que se manifestó entre truenos, relámpagos y temblor en el Sinaí. Ese Dios Todo poderoso, Santo, Santo, Santo, que se reveló al profeta Isaías; ese Dios de justicia que nos pinta el profeta Amós; ese Creador que vemos en el libro del Génesis o de la Sabiduría.
Por eso el Padre Félix Rougier, cuando entraba en profunda oración le bastaba decir: "Dios, Dios, Dios" y se abismaba así en la intimidad de la divinidad. Por eso Francisco de Asís repetía extasiado: "Sólo Dios me basta. Mi Dios y mi todo". Por eso los judíos sentían "el santo temor de Dios". El temor de Dios no es tenerle miedo, sino que el hombre limitado, ante la inmensidad de Dios, reconociendo su pobreza frente a la riqueza de Dios; cuando el hombre pecador se pone frente al Dios Santo, Santo, Santo; cuando Dios Todopoderoso se revela a la criatura. Es la experiencia que el hombre tiene de la grandeza, santidad y pureza de Dios que es como un sol que al bañar con su luz a la criatura humana, la hace consciente de sus impurezas y sus manachas, mas no para sumirla en la desesperación, sino para abandonarse total y completamente en esa su llama fulgurante que lo purifica.
Ese Dios inefable es una persona. Este es el mensaje central del libro del Exodo. Dios no es como esos ídolos de los pueblos vecinos que tienen ojos pero no ven; tienen boca pero no hablan. Nuestro Dios es una persona que -usando términos humanos- siente, ve, le duele el sufrimiento de su pueblo.
Ese Dios Todopoderoso es Nuestro Dios. Ese Dios tan grande y trascendente es Nuestro Dios. Nos pertenece a nosotros. Qué atrevimiento y que oposición parece haber en esta afirmación.
Sin embargo, no nos pertenece porque lo hayamos comprado o adquirido, nos pertenece porque nosotros le pertenecemos a El y El ha querido ser nuestra herencia y heredad. Israel es la herencia y heredad de Dios, pero también Dios es la herencia y la heredad de Israel. Por eso Israel se llena de orgullo y puede decir que Dios no ha hecho cosa semejante con otra nación: Sal 147l,
Es Nuestro Dios. Qué atrevimiento y qué certeza de la fe. Es nuestro porque se ha querido dar y regalar al hombre. No se contentó con darnos todas las cosas y darnos lo que más amaba: Cristo, su Hijo único. También El mismo se nos dio y por eso el pueblo de Israel exclama: "Es nuestro Dios". No propiedad individual, sino herencia de todo un pueblo, de una comunidad.
Pero, si Dios es nuestro es porque antes nosotros fuimos suyos, El nos compró, nos adquirió, nos eligió e hizo una alianza con nosotros. Somos su propiedad y por tanto hemos de ser semejantes a El; ser como El, no podemos ser como todos los demás pueblos. Somos un pueblo "aparte" y eso significa ser un pueblo santo, consagrado a El.
El pueblo de Israel tiene conciencia de que no puede ser como los demás. Por eso, Jesús dirá: Ustedes no deben orar, vivir y actuar como los paganos. Ellos se preocupan por otras cosas, oran de diferente manera, actúan para ser vistos por los demás. Ustedes no. Ellos quieren ser los primeros, los más grandes. Ustedes no. Ustedes tienen que ser diferentes en su manera de vivir, de pensar, de actuar, porque Yo les estoy comunicando lo mío. Porque mi Palabra se va haciendo vida en ustedes. Esa Palabra va creando nuevos valores y nuevos criterios de vida para que vivan de acuerdo a mi Palabra.
El que lee, vive, medita la Palabra de Dios, tiene su pensamiento de acuerdo a la Palabra de Dios. Lo que entra por nuestros ojos, llega a nuestra cabeza y de eso hablamos. De la abundancia del corazón habla la boca. Si Dios está en ti, va a salir Dios de ti.
Dios quiere grabar estas palabras en nuestra mente, para que nosotros nos decidamos a vivir esta síntesis del credo del Antiguo Testamento: Shema Israel Adonai Elohe-nu Adonai ejad: Escucha, Israel, nuestro Dios es Dios uno. Dios quiere que estas 7 palabras no sólo estén escritas en las puertas de las casa de los judíos sino vividas en todos los hogares de cristianos.
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización

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