jueves, 31 de diciembre de 2009

El mejor ginecólogo

Con un bebe de brazos, una mujer muy asustada llega al consultorio de su ginecólogo y le dice: Doctor, por favor ayúdeme, tengo un problema muy serio. Mi bebé aún no cumple un año y ya estoy de nuevo embarazada. No quiero tener hijos en tan poco tiempo, prefiero un espacio mayor entre uno y otro....
El médico le preguntó: Muy bien, ¿qué quiere que yo haga? Ella respondió: Deseo interrumpir mi embarazo y quiero contar con su ayuda. El médico se quedó pensando un poco y después de algún tiempo le dice: Creo que tengo un método mejor para solucionar el problema y es menos peligroso para usted.
La mujer sonrió, pensando que el médico aceptaría ayudarla. El siguió hablando: Vea señora, para no tener que estar con dos bebés a la vez en tan corto espacio de tiempo, vamos a matar a este niño que está en sus brazos. Así usted tendrá un periodo de descanso hasta que el otro niño nazca. Si, vamos a matar, no hay diferencia entre uno y otro de los niños. Y hasta es más fácil sacrificar éste que usted tiene entre sus brazos puesto que usted no correrá ningún riesgo.
La mujer se asustó y dijo: ¡No, doctor! ¡Que horror! ¡Matar a un niño es un crimen! También pienso lo mismo, señora, pero usted me pareció tan convencida de hacerlo, que por un momento pensé en ayudarla.
El médico sonrió y después de algunas consideraciones, vio que su lección surtía efecto. Convenció a la madre que no hay la menor diferencia entre matar un niño que ya nació y matar a uno que está por nacer, y que está vivo en el seno materno. ¡EL CRIMEN ES EXACTAMENTE EL MISMO!
-Hace tiempo nos invitaron a una oración de sanación por la mamá de una hermana de comunidad. Fuimos, la llevamos al sagrario y le tocamos a Jesús Eucaristía si tenía tiempo de atender a Lupita. Mientras la escuchaba, nosotros salimos a comprar un poster que necesitabamos para un encuentro. Cuando regresamos, la dejamos platicando con el Señor, preguntamos a Lupita que cuanto tiempo tenía sin poder escuchar, y nos contestó: “cuatro años”. ¡Ya estaba oyendo! ¡Gloria a Dios!
Jesús siempre escucha a sus hermanos y hermanas y responde a sus necesidades. Nunca deja de actuar, y siempre está atento a las enfermedades de sus hermanos pequeños que creen que verdaderamente él es Dios.
Hace dos meses Lupita hija nos visitó en la zapatería y nos comentó que tenía serios problemas con su espalda. Le dolía mucho. En días pasados fue tan fuerte el dolor que no se podía subir al auto, se quedó como paralizada sin poder hacer ningún movimiento. Pidió oración y en ese mismo momento se la entregamos a Jesús vivo. Al salir se le dijo que cuando caminara Jesús la terminaría de sanar. Existe un pequeño escalón en la zapatería que Lupita no vio y por esto algo se le “movio” en su espalda. Antes de retirarse nos dijo: yo soy de las que sanan cuando vaya en camino. Al día siguiente dos hermanas regresaron a la zapatería y nos comentaron que su tía Lupita había sanado cuando salió de la zapatería. ¡Gloria a Dios!
Pero dejemos que Lupita nos narre como sucedió: Hace mucho, bueno ya algún tiempo del milagro que en lo sencillo Jesús mi Dios, amigo, compañero y Señor realizó en mí. Sencillamente tenía un dolor de espalda (para ser más exacta en una vértebra de la columna). Este dolor me había molestado unos meses antes y la verdad ese día que regresó, empezé a preocuparme pues en aquélla ocasión no me había ido nada bien. Me había molestado muchísimo y en uno de esos días me asustó, pues no me pude ni bajar del coche por mí misma.
De tal manera que ese día y aprovechando la "visita" pedí a Aurelio que orara por mí. Sin embargo, antes de hacerlo, le dije que tenía un ligero problema; no sentía tener la fe como para que Jesús realizara en mí algo. No sé pero recordaba en esos momentos todas las ocasiones en que Jesús en el Evangelio preguntaba: ¿crees en mí? o aquéllo de : "tu fe te ha salvado"
Entonces pregunté a Aurelio si él creía necesaria la fe para que Dios actuara en uno, y él tan sencillo como siempre solo me respondió: ¿y tú crees que la falta de fe limita al Señor? En ese momento pensé y le dije que estaba segura que no.
Pues dicho y hecho, Aurelio realizó una oración por mí, debiendo decir que era tan fuerte el dolor que sentía que incluso la mano de Aurelio sobre mi hombro, me molestaba demasiado.
Al parecer no había sucedido nada fuera de lo "normal" por así decirlo, en el siguiente par de minutos me despedí de Aurelio y al estarlo haciendo, sentí como si se acomodaran mis vertebras y casi inmediatamente después el dolor desapareció.
Me he tardado bastante en escribir este testimonio, mal hecho lo sé, sin embargo, ahora lo hago porque: primero, es una deuda de agradecimiento con Jesús y no quisiera ser como esos 9 leprosos del Evangelio que no se regresaron y segundo porque quizá haya muchas personas como yo, que conociendo a Jesús desde otro carisma, llega a creer que se puede orar con Jesús, hablar con él, ser su discípulo, pero que eso de las sanaciones está un poco, o muy lejos... y eso, eso no es verdad.
Agradezco muchísimo al Señor por este hermoso detalle que estoy totalmente segura viene de él, como tantos que él obra a través de sus instrumentos.
-Preguntas y respuestas a algunos pasajes bíblicos. ¿Quién le ordenó a unos ángeles que se lavaran los pies? Lot. Gen 19,1-24 ¿Sobre qué animal cabalgó Rebeca cuando iba para su boda? Camello. Gen 24, 61.5.5. ¿Quién le envió a un rey un paquete de pistaches? Israel. Gen 43,11,6 En el libro del Exodo se encuentran los versículos más cortos. ¿Sabes cuáles son? Ex 20,13,15 ¿Sabes cómo se llamaba la esposa de Moisés? Séfora. Ex 2,2,8 ¿Sabes cómo era y a qué sabía el maná? A semilla de cilantro, blanco con sabor a torta de miel. Ex 16,31,9 ¿Sabías que hubo un hombre en Gath que sobresalía por su estatura y tenía doce dedos en las manos y doce en los pies? 2Sam 21,20,10 ¿A qué rey le trajeron monos y pavos reales? Salomón. 1Rey 10,22
-Visita a Jesús Sacramentado Hora sagrada es la de mi adoración, amadísimo Jesús, hora de cielo, hora de amor. Y, ¿qué hago aquí en estos minutos que tan velozmente pasan? Lo miro y me mira... le hablo, le cuento mis penas, y él, tomando parte en ellas, me consuela... le digo mil ternezas... empapo sus pies de lágrimas... lo lleno de besos y de caricias... lo como, lo bebo, lo aspiro y lo respiro...
¡Oh Jesús del alma mía! tú sabes lo que te pregunto, lo que me respondes... lo que te prometo... lo que me prometes. Y entonces aquí, al pie de este altar, no hay mundo para mí, ni familia, ni cariños, ni nada. El sólo es quien reina en mi alma: su pensamiento me domina... su acercamiento me enajena... su amor me arrebata... y su voluntad es la mía...
Y el considerar tu amor, mi Jesús Eucaristía, acrecienta todo esto... y mi pecho se rompe, mi tormento crece, y ambos, estrechísimamente unidos, pedimos al Eterno Padre perdón... misericordia... piedad...
Aquí me aconsejas, Jesús del alma, me reprendes y animas... me fortaleces y me perdonas... Aquí me recuerdas mis miserias y me enseñas a remediarlas... Aquí me abres tu corazón, que arde en crecido incendio...
Aquí me muestras la cruz en todas sus formas, y me gritas: ¡Adelante, hijo! no te detengas, y aun cuando tengas que pasar por una montaña de dolor, sube a ese Calvario, y espínate por mi amor...
En todas tus tribulaciones estoy muy cerca de ti aunque no me sientas, aunque no me veas... Tu vida, en su mayor parte, será de dolor, pero no importa, prosigue siendo voluntariamente esclavo y víctima sólo por agradarme.
¡Adelante en el sacrificio! y no te detengas, que por la cruz se llega a Jesús. En tus luchas, desalientos y amarguras, en tus dolorosas penas, escucha mi voz que te gritará siempre desde esta Hostia consagrada: ¡Adelante! toma aliento ante el sagrario y avergonzándote de tu debilidad, ten fe, y prosigue feliz tu camino hasta el Calvario...
Deja atrás, hijo querido, todas las glorias mundanales... todos los afectos terrenos... todas las comodidades y regalos, continuando tu vida de cruz, de vencimientos y humillaciones, de obediencia y de pureza, de propio desprecio y hambre de no ser estimado, humillándote.
¡Adelante con el peso de tus obligaciones diarias! ¡Adelante en el sacrificio por los pecadores, por tantas almas que me costaron la sangre y la vida, perdiéndolas a ellas, engañadas por Satanás! ¡Adelante en la vida de arideces y desamparos! ¡Adelante en el dolor, adelante en el amor! No te canses, hijo querido, no hagas paradas en el camino de la perfección, no vuelvas siquiera tu vista atrás.
¡Adelante entre las brumas y negras sombras de tu camino... ¡Adelante en las nubladas y obscuras noches de tu espíritu! ¡Adelante en las contrariedades, y en todo tiempo se dulce, paciente, suave y mortificado en mi honor!
Si mil martirios vienen a despedazarte... si en el silencio y la oscuridad te bebes tus lágrimas... si el cielo mismo se hace como de bronce para ti, no importa, hijo de mi alma, ¡adelante! siempre adelante con tu mirada muy lejos de la tierra, viviendo la vida de fe, en una dura, áspera, seca y amarga cruz.
Cuando Yo te me esconda, ¡adelante! Cuando te agobie la vida de abnegación y te parezca que no eres comprendido y todos por permisión divina te crucifiquen, ¡oh hijo mío! entonces se dichoso, y adelante, siempre adelante, hasta expirar por solo mi amor en la cima del Calvario, que de la cruz al cielo hay un solo paso, y allá te esperaré para coronarte, envolviéndote eternamente en mis resplandores.
¡Animo, pues, hijo muy amado de mi corazón! Si quieres ser feliz en la eternidad, sufre de muy buen grado en el tiempo: la vida es corta y mientras más dolor, más cielo, más luz, más resplandores, más Jesús, más Jesús... Aquí, al pie de mi trono Eucarístico, haz estos propósitos que te dejo indicados y sal de mi presencia valiente y esforzado a cumplirlos. La corteza de la cruz es la que amarga, pero en su fondo se encuentra el cielo.
¡Esclavo y víctima! eso serás en la tierra; por tanto ábrele los brazos con entusiasmo a todas las humillaciones, cruces, sacrificios y desprecios que puedan venirte: porque, todos los abajamientos, ¿qué son para un esclavo?... y todos los dolores ¿que valen para una víctima?
Adelante, adelante, que poco te resta por andar, y si me eres fiel, muy pronto, en un abrazo eterno tendrás un cielo.
¡Madre del alma toda Virgen poderosa y bendita! Comunícame de tu valor, de la heroicidad de tus sacrificios para aprender a sufrir como tú sufriste, y a sostenerme firme al pie de la cruz, por puro amor a tu Jesús. Así sea.
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¡Alabado sea Jesucristo!
BUENAS NOTICIAS PARA ELHOMBRE DE HOY
Grupo Apostólico Nueva Evangelización
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